26 de julio de 2011

La vida sigue


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"La vida es la constante sorpresa de saber que existo."

Rabindranath Tagore




Harl: 

A partir de ese maravilloso día, las cosas fueron cambiando de manera tan drástica, que difícilmente el pasado parecía formar parte de mi vida. Todas las discusiones, las riñas, las separaciones quedaron atrás y dieron paso a una nueva etapa no sólo para mí, sino para nuestra familia completa.

Primeramente, todos los rencores que muchos nos teníamos guardados se evaporaron de la nada, quizá a causa de mi desaparición repentina, muchos miembros de la familia que nunca habían tenido que recaer unos sobre los otros se vieron en la necesidad de admitir su propia fragilidad. Otros, también, aceptaron que a veces su orgullo era mayor que su empeño por hacer de la familia una entidad feliz, así que dejaron sus egocentrismos de lado y se comprometieron de lleno con el resto de nosotros. Y uno, únicamente, entendió que si la vida a veces las cosas no te da las cosas que pides, es por algo y ese algo es porque te está guardando algo mejor.

Nacidos mis hijos, nuestro hogar se transformó; pues aunque Sam ya casi cumplía los dos años, la casa no había cambiado tanto a partir de su nacimiento. En cambio, llegados los gemelos, nos dedicamos a un proceso de remodelación que incluía un par de nuevas recámaras, para los bebés y una sala de juegos, para cuando los niños estuvieran más grandes. Fascinados, mi familia y yo acudimos a cientos de tiendas de muebles para bebé, buscando que el cuarto de mis gemelos se transformara en el cuarto infantil mejor equipado de toda Alemania. 

Igualmente, los cuartos, que anteriormente se encontraban únicamente llenos de muebles, cuadros y decoraciones para las mesitas de centro que teníamos por todas partes, se llenaron de ropa para bebé, las diez diferentes pañaleras que me habían regalado mis diferentes amistades y parientes, juguetes de los niños, biberones vacíos y calcetitas para recién nacido. Ahora, encontrabas en los cuartos de Georg y Gustav, además de en el de invitados donde ocasionalmente se quedaban Harryo o Andreas, llenos de gusanitos de peluche, toallas de los bebés o cualquier cosa de ese estilo. Sorprendentemente, también el refrigerador, cuyo contenido se había mantenido casi igual desde que mi hermana y yo nos pasamos a vivir con los gemelos Kaulitz, revolucionó al grado de que se encontraba repentinamente lleno de frascos de comida para bebé, suplementos infantiles, jugos vitamínicos para niños, biberones, etc. 

Era cierto de igual manera que nuestras salidas se habían hecho menos frecuentes pero ésto en parte también se debía a mis hijos, los cuales captaban la atención de toda la familia y les quitaban las ganas de salir a cualquier lado. Diariamente, mis suegros venían a vernos, a convivir con sus tres nietos y a halagar lo mucho que Caroline y Robert se parecían a su padre y a su tío. También Harryo se pasaba todo el tiempo que tenía libre en venir a traerle cosas a los niños o únicamente a verlos dormir, por supuesto, raras eran las ocasiones en las que no se encontraba con Andreas, quien también se la vivía aquí. Los G's eran los más aficionados a pasar tiempo con mis gemelos y no desaprovechaban una sola oportunidad para pasar tiempo con ellos. Adoraban que se despertaran en la madrugada, pues así tenían un pretexto perfecto para robárnoslos, alegando que querían que nosotros estuviésemos bien descansados, mientras ellos se los llevaban a arrullarlos a sus recámaras.

Mientras tanto, yo me la vivía como toda una mimada: Bill me impedía salir de la casa por "motivos de salud" alegando que no abandonaría la comodidad de nuestra enorme residencia hasta que mínimo pasara un mes del parto, así que me la vivía en mi cama, en el interior de la casa o paseando por la terraza o los jardines con mis hijos, llevándolos a todos lados conmigo y seguida de cerca, por supuesto, de Tom, quien tampoco se me despegaba. 

Pendiente de mí a cada segundo que pasaba, parecía que temiera que de la noche a la mañana fuese yo a desaparecer, pues varias veces lo había encontrado a mitad de la madrugada despierto, mirándome atentamente. En todas esas ocasiones, yo fingía demencia, más era evidente que él no quería ni podía apartarse de mí, además de que mi regreso parecía haberlo cambiado en un ser infinitamente diferente al que yo había conocido en toda mi vida. A diferencia de tiempos anteriores, ahora a mi esposo lo veías todo el tiempo riendo, jugando con sus hijos o con su sobrina, gastándole bromas infantiles a sus amigos y a su hermano y charlando con mi hermana hasta los codos. Parecía una nueva versión de sí mismo, únicamente que mucho más animado y eternamente entusiasta. 

-¿Amor?-me llamó una noche, saliendo de cepillarse los dientes mientras yo amamantaba a los gemelos.

-¿Sí, corazón?-contesté con una sonrisa sencilla, acariciando el cabellito de Caroline, quien súbitamente parecía demasiado hambrienta.

-¿Qué dirías si te confieso que estoy pensando seriamente en abrir una disquera?-comentó, tomando un respiro profundo antes de exponerme su idea.

-¡Estaría fantástico, mi cielo!-repliqué-¿Desde cuándo se te había ocurrido esto?-

-Ah... no mucho tiempo... un año y medio, si acaso-repuso, fingiendo desinterés ante el asunto. Sorprendida, me quedé en blanco cuando me dijo el tiempo: cercano a la fecha de nuestro matrimonio.

-¿Y por qué no me lo comentaste entonces?-puntualizé, haciéndole saber de manera indirecta que sabía de que época me estaba hablando.

-Porque mi prioridad en ese entonces era casarme contigo-sonrió dulcemente, mostrándose apenado-Tú sabes, no quería... encimar las cosas...-

-Eres un amor-repliqué sonriente, enternecida por sus palabras-Y sí, es una excelente idea; cuenta con mi apoyo-

Ahora, a un mes de aquella plática, nos encontramos trabajando en los primeros detalles de su firma: Tokio Records. En un principio, lo que pensamos que a Bill y a los demás chicos de la banda les parecería una idea alocada, resultó en un proyecto que ambos querían iniciar desde hacía tiempo atrás pero que ninguno de los cuatro se había atrevido a confesar. Igualmente, cuando se lo comentaron a Andreas, y éste a su vez se lo hizo saber a Harryo, también ellos dos se sumaron a la iniciativa, ofreciéndose para lo que fuese necesario. Sabiendo que era también nuestra tarea como familia apoyar, Grace y yo también nos ofrecimos para colaborar, eso sí, cada quién con sus limitaciones.

Esas limitaciones, en el caso de ambas, se debían a que, si bien ninguna de las dos había terminado propiamente una carrera, íbamos a regresar a estudiar. Grace iba a retomar su licenciatura en gastronomía mientras yo volvía a los predios de Parsons New School for Design a terminar mi carrera en diseño de modas. Fascinadas, tanto Grace como yo nos sentíamos como niñas al saber que volveríamos a la escuela, aún siendo ambas ya madres y esposas. Estábamos conscientes de que no iba a ser fácil, que tal vez íbamos a ser juzgadas pero, como siempre, eso no nos importaba ni siquiera ligeramente. Contentos por nosotras, nuestros maridos se alegraron al conocer nuestra decisión y al verme tan entusiasmada por mi carrera y conocer las instalaciones en las que iba a desarrollarme académicamente, Bill también se emocionó como un desquiciado y, para cuando el resto nos quisimos dar cuenta, él ya se encontraba inscrito para la misma licenciatura que yo, aunque él empezando desde más abajo.

Era así como, súbitamente, nuestra familia había crecido y se había transformado de un momento al otro. De los ocho que originalmente éramos, aumentamos a once, sumando a Harryo y a los bebés, quienes eran el encanto de todas nuestras amistades, incluídos nuestros nuevos contactos: Alex y Roxanne. 

A partir de lo sucedido, yo pensaba que nunca volvería a ver a la rubia que me había hecho la vida de cuadritos durante largo tiempo. Sin embargo, para mi enorme sorpresa, se presentó un dia a las puertas de nuestro hogar, tomada de la mano con un muchacho de cabello rubio cobrizo, el cual parecía indispuesto a soltarla o a siquiera perderla de vista. A pesar de las negativas de Tom para recibirla, a punta de amenazas tuve que hacerlo bajar, al igual que Bill a mi hermana. Una vez que nos encontramos toda la familia alojados en nuestra enorme sala de visitas, la alta rubia, quien ya traía su cabello ligeramente más largo que en los tiempos en los que era mi némesis, nos pidió disculpas de manera personal a cada uno de los presentes.

Sorprendidos, cada uno de los miembros de la familia escuchamos el sincero arrepentimiento que proferían sus labios y para cuando llegó a Tom, éste ya se encontraba parcialmente al borde del llanto; después de todo, era su mejor amiga y yo no podía apartarme de eso. En silencio, y ante la mirada guardiana de Alex, Tom se levantó precipitadamente para abrazar a la mujer que había dejado de lado su propia vida para seguir la de él. Satisfecha al saber que ella no nos guardaba rencor, supe que las cosas iban a ser diferentes de ahí en adelante. Además, nos habíamos enterado que Alex no únicamente era mejor en la guitarra que Tom, al grado de haberse convertido en maestro de Roxanne, sino que también era productor en una disquera independiente. Entusiasmado, mi marido lo invitó a pasarse a nosotros junto con su actual novia a Tokio Records y aunque dijo que tenía que pensarlo, dos días más tarde nos marcó para informarnos que ambos estaban listos para empezar a trabajar en cuanto se les indicara.

Así fue como, en el mes más maravilloso de mi vida, muchas cosas cambiaron y, de repente, ya nos veías a todos trabajando, ajustando detalles de los proyectos que cada uno quería emprender pero eso sí, nunca descuidando la familia. Fue hasta pasados justamente cuarenta días después del parto cuando Bill finalmente se animó a hacer la fiesta que yo quería hacer, con motivo de mi regreso a casa, desde hacía casi un mes atrás. Aprovechando, sumamos a la ocasión inicial la de la presentación de mis gemelos, así que no escatimamos en enviar las primeras fotografías de mis hijos en invitaciones pequeñas y cuadrangulares para nuestros familiares, incluídas las familias de Gustav, Georg y Harryo, así como el equipo de trabajo de los chicos en CherryTree y Universal además de algunas personalidades del mundo del espectáculo.

Fascinadas, con Harryo y mi hermana planeamos hasta el último detalle de la comida buffet que iba a celebrarse en nuestro propio jardín, en una carpa arreglada que mandamos a instalar, mientras los chicos se ocupaban de los invitados. Igualmente, como buen hombre de negocios, Tom había invitado a una o dos personas que podían sernos de utilidad en la disquera y súbitamente, lo que empezó apenas como una parrillada familiar, se convirtió en una comida completamente formal. Sabiendo que era lo mejor para todos, yo ni siquiera me opuse, estaba demasiado ocupada viviendo cada día de mis niños, los cuales no se cansaban de sorprendernos con sus gracias.

-Entonces-susurras a mi oído, abrazándome por la cintura-¿Te gusta tu fiesta?-

-Ya no es mi fiesta-me quejo entre risas, acariciando tus brazos con las yemas de mis dedos.

-Ow... lamento saber eso, cariño-repones, falsamente entristecido-Supongo que, entonces, después tendremos que hacer una solo para ti-

-La idea suena bastante bien-consciento, viendo de lejos cómo Georg y Gustav pasean entre los invitados con mis hijos en brazos, ambos vestidos con trajecitos color blanco que su tío y yo escogimos para ellos-¿Por qué no la celebramos en nuestra casa?-

-Sí, bueno... respecto a eso...-balbuceas, tímidamente.

-¿Ya no es nuestra casa?-inquiero con una enorme sonrisa, sabiendo que dirías algo por el estilo.

-La mandé a demoler-sueltas de una vez por todas-No soportaba el dolor y sabía que no tendría el corazón para venderla en caso de que no regresaras-

-Está mejor-contesto, sorprendiéndote. Si supieras lo que estuve pensando en tu ausencia...-En realidad, no me gusta tanto la idea de estar separados de la familia, menos ahora que tenemos a los niños-

-¿De verdad?-inquieres sorprendido.

-Claro-repongo-¿Sabes qué me gustaría más?-

-¿Qué?-replicas precipitadamente, como siempre, haciéndolo todo para complacerme.

-Deberíamos hablar con los chicos y pensar en comprar una propiedad en otra parte. No sé, tal vez en Estados Unidos ahorita que nos vamos a ir a estudiar con mi hermana allá, a irnos a vivir todos a Napa Valley o tal vez a The Hamptons... no sé, las posibilidades son infinitas-sugiero, pensando en una casa a la orilla de la playa, o tal vez en una residencia, en medio de un hermoso viñedo.

-Criar a los niños junto al mar...-murmuras, siguiendo de cerca mis pensamientos.

-¿Verdad que suena bien?-contesto entre risas-Únicamente necesitamos hablarlo con los demás-

-Supongo que les va a gustar la idea-replicas, estrechándome aún más fuertemente entre tus brazos-Por eso me encantas: porque siempre tienes buenas ideas-

-No me sorprende-respondo, fingiendo seriedad-Sabes que siempre he sido tremendamente inteligente-

-¡Hey!-exclamas sorprendido, girándome de manera que tú y yo quedamos cara a cara-¿Qué fue eso, eh?-

-¡Tú no tienes la más remota idea de con quién te casaste!-te respondo, tomándote de la mano-Ven, vamos a convivir un poco con la gente. Nos vemos bastante antipáticos parados aquí tú y yo solos-

-¡Pero me gusta ser antipático!-repones entre risas, dejándote arrastrar por mí.

-Claro, como digas-te sigo la corriente, hasta llegar al minibar, del otro lado del salón, en donde se encuentran Georg, Andreas y Gustav-¿Qué hay, chicos? Ya venimos a hacerles compañía-

-No saben el gusto que nos da-replica Gus, cargando con dificultad a Robert, quien se estira en sus brazos, intentando alcanzar a su papá.

-Dámelo-enuncias, extendiendo los brazos hacia el bebé que no deja de patalear impaciente, al mismo tiempo que abre y cierra sus manos en tu dirección. Cuando el niño llega a ti, éste, de manera inconsciente, comienza a sonreírse contigo-Ay, hijo mío, cómo se nota que tú sí sabes reconocer la buena compañía...-

-¡Hey! ¡Estaba bastante bien conmigo!-se queja Gus, observando con envidia como Tom carga a la cabecita de cabello rubio, la cual intenta tomarlo del cuello con sus manitas.

-Hasta que llegó su padre, amigo-te enorgulleces, jugueteando con el bebé-Tú sabes: es el lazo indivisible de la sangre-

-Claro... como digas-bufa nuestro amigo, cruzándose súbitamente de brazos, hasta que, de repente, algo parece hacerlo cambiar de humor-Uy... ¿Quién invitó a todas esas exquisitas modelos a nuestra fiesta?-

-¡Gus!-exclamo, falsamente indignada. Jamás lo había escuchado hablar así-¿De cuándo para acá?-

-¡Tengo que hacer algo al respecto, Harl!-repone entre risas-¡No puedo quedarme soltero para siempre!-

-Eso es un hecho-te mofas-Mira que ya comienzo a verte unas canas...-

-No seas ridículo-replica él, indignado-Apenas y soy un año más viejo que tú-

-Un año, soltero y sin hijos... tienes razón, mejor apúrale-bromeas-¡Corre de cacería, viejo! ¡Corre!-

-¡A la orden, capitán!-te sigue él la broma, saludándote como si perteneciera al ejército y, antes de que podamos darnos cuenta, sale caminando a paso casual hacia un grupo de jovencitas que desde hace rato no le quitan la mirada de encima y las cuales, además, lo reciben con brazos abiertos y entre sonrisas coquetas tan pronto se les aproxima. De pié los cuatro en el minibar, únicamente nos dedicamos a observarlo, una enorme sonrisa en los rostros de cada uno: ya falta poco para que llegue su momento, después de todo, es un hombre excepcional.

-¡Uy!-exclama Andreas, interrumpiendo mis pensamientos-Amiguitos, yo los tengo que dejar porque...-

A la distancia, ataviada con un sencillo vestido marinero a rayas, la imagen de Harryo, seguida por la de una mujer bastante parecida a ella pero que luce unos cuántos años más joven, aparece por la entrada del salón, llamando de inmediato la atención del hombre rubio que se encuentra a nuestra derecha. Precipitadamente, Andreas sale disparado hacia la posición de mi mejor amiga, la cual me saluda con un gesto de la mano, al  igual que a Tom y al resto de los que están conmigo.

-¿Quién lo diría?-enuncia Georg, sorbiendo un trago de su vaso.

-Justamente-repongo, observando la manera tan galante en la que mi mejor amigo se aproxima a mi mejor amiga, intentando lucir casual como siempre, pero arruinando su imagen por el brillo que despiden sus ojos, fulgor cegador del enamoramiento.

-¿Y ti cuándo te va a llegar la hora, hombre?-inquieres, sacando a relucir la pregunta que yo tanto temía que trajeras a colación. Incómodo, Georg vuelve a tomar un largo trago del vaso transparente de cristal que sostiene entre sus manos.

-Ya veremos-enuncia, echándose a caminar hacia adelante, dejándonos a Tom y a mí solos-¡Quién sabe! Podría suceder en cualquier momento....-

Pero apenas termina de hablar, uno de mis "cuñados" choca accidentalmente con una mujer alta, de tacones color escarlata, a la cual le tira el martini que traía entre manos. Avergonzado, el ruborizado Georgie se precipita hacia el suelo, intentando levantar la delicada copa, la cual por suerte no se hizo pedazos.

-Disculpe mi torpeza por favor, le juro que no fue intencional...-

-Ojalá hubiese sido así-responde una dulce voz femenina, bastante agradable al oído. Sorprendido, el más viejo de los Tokio levanta la mirada tímidamente, para encontrarse con un hermoso rostro de enormes ojos verdes, pequeñas pecas color sol y una naricita afilada. Atónito, nuestro bajista favorito deja caer de nuevo la copa, la cual, esta vez, sí se estrella contra el suelo, haciéndose pedazos.

-¿Disculpe?-enuncia él, torpemente, ante la mirada de agonía de Tom, quien se queja de él internamente.

-Julianne Sandberg-contesta la mujer, extendiendo una mano hacia él, a manera de saludo-Puedes llamarme Julie-

-Georg Listing-replica el sorprendido hombre, sin poderle quitar la vista de encima a la chica-Y puede llamarme "corazón"-

Julianne Sandberg
-Oh, que dulce...-repone ella, su turno de ruborizarse. Lentamente, ambos se ponen de pié, ella lidiando con sus enormes y envidiables zapatos, él contra su timidez.

-Siempre-contesta él, ya más seguro de sí mismo-Y si gusta, podemos ir al jardín a hablar de las infinitas maneras en las que puedo comportarme más que dulce con usted-

-Será todo un placer-acepta ella, tomándolo del brazo y dejando la copa rota tras de ambos.

-¡Quien los viera!-exclamo yo, sorprendida, una vez que ambos muchachos están suficientemente lejos como para no escuchar mi comentario-¿Crees que ella lo haya planeado todo?-

-Pon tú que sí-respondes-O pon que no, tal y como nos sucedió a nosotros-

-Nosotros somos otra historia-contesto, ruborizándome lentamente, al mismo tiempo que me doy cuenta que Andreas se llevó a nuestra hija-¡Oye! ¡Andy tiene a Caroline!-

-Corrección: la mujer con la que vino Harryo tiene a Caroline-señalas, apuntando sutilmente con tu dedo índice hacia aquella mujer tan parecida a mi mejor amiga, la cual juguetea con mi hija. Enternecida, me da un poco de pena querer ir a quitársela.

-Es que...-

-Ya sé, mami posesiva-me interrumpes-Ven, vamos por ella-

Y es así como, con toda la pena del mundo, me veo en la necesidad de tomar de los brazos de aquella joven, a la cual Harryo presenta como su hermana y la llama Mónica, a mi hija, pues no tolero pasar demasiado tiempo alejada de ella. Una vez que la tengo en brazos, ya más tranquila, comienzo a caminar con Tom en dirección al jardín. Los cuatro solos.

-¡Hey, familia!-nos interrumpe una voz bastante familiar, la cual llama nuestra atención de inmediato. De pié frente a nosotros, Grace y Bill avanzan, tomados ambos de la mano de la pequeña Sam, en nuestra dirección.

-¡Hey!-contesto animada, abriéndole los  brazos a mi sobrina, la cual comienza a corretear para acercarse a mí-¿Dónde estaban ustedes tres?-

-Comiendo-contesta tu hermano-Saben que no nos hace feliz el vivir únicamente a base de bocaditos de fiesta...-

-Me sorprende que no seas un obeso mórbido, Macky-repones, observando a tu hermano-No puedo entender cómo es que te atascas...-

-Tom-te interrumpo, observándote fijamente durante largo tiempo. Arrepentido, bajas la cabeza.

-Olvida el comentario-repones-¿Quieren sentarse con nosotros?-

-Quieres que niñereemos a tus hijos un rato, ¿Verdad?-inquiere tu hermano, observándote de manera perspicaz. Dulcemente, le sonríes de oreja a oreja.

-Se me olvidaba que me lees la mente...-contestas tiernamente-¿Por favor?-

-Únicamente porque sé lo que implica ser padre primerizo...-repone él, sentándose en el pasto, a nuestro lado-Está bien, dámelos-

-Eres todo un amor-afirmas, entregándole a nuestra hija a tu hermano, así como nuestro hijo a mi hermana-¡Volvemos!-

-¡Eres un zorro, Tom! ¡Todo un zorro!-te acusa Bill, viendo cómo nos desvanecemos por un camino del jardín.



★ ♢ ☆

More than words by Extreme
Decir "Te amo"
No son las palabras que quiero escuchar de ti
No es que quiera
Que no las digas, pero si sólo supieras
Lo sencillo que sería enseñarte cómo me haces sentir

Más allá de las palabras es todo lo que tienes que hacer para hacerlo realidad
Entonces no tendrías que decir que me amas
Porque ya lo sé

¿QUé harías si mi corazón se partiera en dos?
Más que palabras para enseñarte a sentir
Que el amor para mí es real

¿Qué dirías si tomara esas palabras?
Entonces no podrías hacer nuevas las cosas
Simplemente diciendo "Te amo"

Más allá de las palabras
Ahora he intentado hablarte y hacer que me entiendas
Todo lo que tienes que hacer es cerrar tus ojos
Extender tus manos y tocarme

Abrázame fuerte, nunca me dejes ir
Más que palabras es lo que siempre he necesitado para enseñarte
Entonces no tendrías que decir que me amas
Porque ya lo sé

¿QUé harías si mi corazón se partiera en dos?
Más que palabras para enseñarte a sentir
Que tu amor para mí es real

¿Qué dirías si tomara esas palabras?
Entonces no podrías hacer nuevas las cosas
Simplemente diciendo "Te amo"
Más que palabras


1 comentario:

Itzel dijo...

¡Ay, no!...

ya siento el final....Voy a chillar...

¡Que lindas coincidencias de la vida!, ¿Verdad?...Ya le tocaba a George, y el lindo Gus-gus....¡Ay, mi amor!

Muy lindo


Besos!

S.K