30 de noviembre de 2011

Escalofrío


Escalofrío by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Aquella noche, después de tantas esperas e inseguridades, Tom Kaulitz bajó solo de su aerodeslizador; por supuesto, trayendo detrás de su flamante Audi del año los aerodeslizadores del resto de sus amigos, los cuales, graciosamente, fueron bajando uno a uno de los aeros que los habían transportado a uno de los eventos más exclusivos de aquella noche. Ante las miradas atónitas, envidiosas y hasta de odio de algunos de los presentes, se fueron abriendo paso hasta que llegaron a la entrada del lugar, en donde de inmediato no sólo los recibieron con bombo y platillo, sino que también les asignaron una de las mesas vecinas a las de Lagerfeld.

Vestuario de Frances
Ahí sentado, el guitarrista de Tokio Hotel apenas y pudo dar crédito a sus ojos cuando la vio aparecer ahí, ataviada en un ajustado vestido de rayas naranjas sobre un fondo negro, el cual parecía estar hecho de algodón elástico. Con unos tacones que hacían juego, se veía impresionante a lo lejos, llamando la atención de todas las personas con las que se encontraba. Boquiabierto, a Tom le pareció que ella venía saliendo de uno de sus sueños y no de cualquier esquina del salón. Al darse cuenta de esto, los amigos del mayor de los hermanos Kaulitz, especialmente Andreas y Fabiho, se dedicaron durante los siguientes cinco minutos a darle lo que ellos denominaban "coraje moral".

-Corre-fue lo único que atinó a decir Klaus, su brazo en torno a los hombros de Phoebe, quien únicamente se reía del espectáculo masculino que tenía frente a sí. Haciendo caso a su consejo, el músico no se tomó ni cinco minutos más para volver a pensar las instrucciones que uno de sus mejores amigos en el mundo acababa de darle. Decidido, avanzó a lo largo del salón, atravesándolo a pesar de las miradas que se iban clavando sobre él. 

Dorian
-¿Disculpe?-la llamó, estando a pocos pasos de ella. De espaldas, podía escuchar el sonido de su voz, tal y como lo había soñado desde la primera vez que la vio: dulce y encantadora.

-Con permiso-lo interrumpió alguien más, quitándolo del camino. Sorprendido y molesto a la vez, el hijo primogénito de Simone Kaulitz se preparó para insultar al idiota que acababa de sacarlo de su trayecto, hasta que se dio cuenta de que éste abrazaba a la mujer de sus sueños por la cintura. Aproximándose para darle un beso en la mejilla. A diferencia de lo que Tom esperaba, Frances se volvió contenta para corresponder el beso de aquél extraño, sonriendo abiertamente. Con sus esperanzas hechas pedazos, Tom sólo esperaba que a su hermano le estuviese yendo mejor que a él.

-¡Dorian!-exclamó una entusiasmada Frances, antes de girarse para abrazar por la cintura a aquél personaje que resultaba completamente desconocido para el extrañado Tom.

-Scarlett...-contestó una voz masculina, la misma que había hablado antes, en un tono tremendamente seductor que pareció encantarle a la delgada modelo pelirroja, quien sonreía entusiasmada entre sus brazos, sin prestarle atención al hombre detrás de ambos, el de las trenzas negras y el corazón hecho pedazos. Desde su mesa, los amigos de los gemelos se quedaron sin habla ante semejante situación.

28 de noviembre de 2011

Inalcanzable


Inalcanzable by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Desde el primer momento en el que firmó aquél contrato que lo llevaría a comenzar a involucrarse de manera activa en el mundo de la moda y el alto diseño, Tom Kaulitz hizo cuanto estuvo en sus manos por entrar al cerrado círculo social de Frances Umbrose, en el cual, a saber de él, sólo cabía su mejor amiga, una chica de llamativos ojos verdes bastante parecidos a los de ella, llamada Lexie Umbrose.

Aventándose cada papelón para estar con ella, se metía en toda clase de proyectos tanto comerciales como editoriales con la esperanza de que, por una sola vez, le tocara trabajar con aquella mujer de cabello encendido y mirada misteriosa. Desesperado, llegaba a hacer hasta treinta sesiones diferentes al mes, adaptándose a lo que le pidieran, con la esperanza de que después él sería el que podría elegir sus trabajos y probablemente, hasta a sus compañeros de sesión.

Mientras tanto, las cosas entre Bill y Alice no podían ir mejor. Superada la barrera de la distancia de los primeros días, ahora no les causaba embaro alguno pasar por los pasillos de la oficina tomados de la mano como si fuesen novios de años atrás. En todo momento se mensajeaban, enviándose toda clase de hologramas en los que se soplaban besos de manera tridimensional, apareciendo en la pantalla del otro; de igual manera, no dejaban de contactarse desde la primera hora de la mañana hasta cuando ya se iban a dormir.

Extrañado, el marido de Alice, Briant, no decía una sola palabra al respecto dado que, la última vez que había intentado hablar con su esposa acerca de su incesante uso de su holocomunicador, esta le respondió con una perorata de aproximadamente veinte minutos acerca de la importancia que tenía en su carrera contar con una disponibilidad infalible. Comprensivo, el humanoide de rasgos hermosos y temperamento calmado aceptó de buena gana este argumento, para no volver a mencionar el asunto. Sin embargo, no podía ocultar que cada día le frustraba más la poca presencia de su esposa en su casa o en las reuniones que el resto de los humanoides del grupo de Vo armaban frecuentemente.

Con el pretexto de "una comida con los clientes", "un arreglo de último momento" o "una oportunidad insólita para la producción del disco", Alice siempre se escaba de estos encuentros, a los cuales únicamente llegaba a acudir de manera bastante esporádica, cuando sentía que Briant estaba a punto de explotar. En esos momentos, se contenía tremendamente, como no había necesidad de hacerlo en presencia de Bill y sus amigos. Cumpliendo siempre con su papel de criatura perfecta, se aburría horrores en la casa de Selick, hablando de toda clase de comportamientos humanos que les resultaban curiosos a los demás.

Encantados, el par de gemelos Kaulitz se pasaban sus días persiguiendo y cortejando a las mujeres de sus sueños y en algunas ocasiones, evadiendo a las que no lo eran. A partir del primer momento en el que los ojos del mayor de los hermanos se posaron en el enigmático rostro de la australiana Umbrose, el contacto entre Annya y él desapareció por completo, esta vez sin dejar rastro alguno. Frustrada, la modelo de cabello castaño y grandes ojos verdes le exigía al que, se suponía, todavía era su pareja darle una explicación lo suficientemente buena como para justificar sus recientes ausencias.

Restándole importancia al asunto, Tom ni siquiera se ocupaba en contestar estos mensajes. Demasiado ocupado con su vida de modelo de alta elite, se había armado de una serie de compromisos sociales que jamás se llegó a imaginar que tendría. Sacándole jugo a aquella parte de su nuevo trabajo, jalaba a su grupo de amigos de arriba para abajo con él, yendo a toda clase de fiestas, reuniones, cenas, desayunos y cualquier tipo de evento en el cual estuviese prometida su asistencia. Fascinados ante esta nueva faceta en la personalidad del guitarrista de Tokio Hotel, sus allegados se la pasaban en grande cada vez que lo veían.

Mas, por supuesto, no todo podía ser leche y miel para los músicos preferidos de Alemania. Atareados hasta niveles imposibles con el próximo lanzamiento de su material discográfico, dormían muy poco, entre compromisos sociales, modelaje y obligaciones con la banda; sin embargo, todo esto los mantenía motivados a trabajar cada día más duro, contrario a lo que podría pensarse. Además, el estar sumergidos en el mundo editorial con cada portada de revista o sesión fotográfica que hacían para VOGUE y otras publicaciones reputadas, se habían vuelto de lo más creativos para sus propias campañas publicitarias; tanto, que tanto Alice como Martha se habían convertido en apenas una ayuda y ya no un apoyo fundamental para los cuatro chicos de Magdeburg.

Aquella noche, en particular, era una muy especial para el mayor de los hermanos Kaulitz, puesto que Karl Lagerfeld los había invitado a él y a sus amigos a una fiesta privada que pensaba dar en un exclusivo club del centro de la ciudad. Emocionado, Tom bien sabía que Umbrose era recientemente una de las modelos favoritas del diseñador de nacionalidad alemana. Entusiasmado, presentía que esa era su noche: iba a ver a Frances por fin, cara a cara. Muerto de ganas por toparse con ella, apenas y podía esperar para que cayera la noche y el momento de la fiesta llegara.

Por otra parte, para Bill aquella también era una noche memorable: finalmente se había armado del valor suficiente para invitar a salir a Alice de manera formal y para su enorme sorpresa, ésta había dicho que sí. Intentando comportarse de lo más romántico posible, no quería llevarla a un restaurante, al cine o a un bar a charlar, no. Pensaba llevar a aquél parque, el cual había querido presentarle desde el instante en el que la conoció. Impaciente, rogaba a las horas que corriesen más rápido, acercando el momento en el cual ambos se encontrarían solos, a la luz de las farolas, haciendo sólo Dios sabía qué cosas y de ahí en adelante... bueno, de ahí en adelante todo podía pasar. La oportunidad que Bill había estado soñando desde hacía meses atrás, desde el instante en el que se encontró con Alice, ahí frente a él.

A ojos de los gemelos Kaulitz, en la vida no podía irles mejor.


27 de noviembre de 2011

Muñeca

Muñeca by Diana Harlu Rivera on Grooveshark



Un pié a la vez, la delgada modelo descendió del elegante aero negro en el que venía, acompañada por una de sus únicas relaciones públicas conocidas, su mejor amiga Lexie. Con toda la gracia posible, se quitó los enormes lentes de sol que traía colocados sobre el rostro, apeándose para dejar salir a la morena que venía tras de sí, la cual parpadeaba fascinada, observando todo a su alrededor.

-Concéntrate, Carolina-le exigió a la mujer que venía con ella, haciendo que esta centrara su atención de nuevo en las puertas frontales del edificio. Silenciosamente, las dos comenzaron a caminar sobre el pavimento gris bajo sus elevados talones hasta alcanzar la serie de cristales que giraban como en un carrusel, antes de abrirse paso para entrar al abarrotado complejo.

Dentro, todas las miradas se volcaron en ambas chicas, quienes, totalmente tranquilas, avanzaron sin dirigirse a una sola persona. Anonadados, los hombres se quedaban sin habla apenas mirarlas y las mujeres enfurecían a su paso, deseosas de poseer una belleza semejante. No fue hasta que alcanzaron a entrar en un pequeño cubículo de los múltiples ascensores que había en el edificio  que la atención sobre ambas cesó, haciendo que todo volviese a la normalidad en el recibidor de una de las agencias de modelos más cotizada en el mundo. Dentro del cubículo, el par se miró la una a la otra y, encantadas ante semejante nivel de atención, se echaron a reír.

Unos cuantos pisos arriba, Tom Kaulitz firmaba las últimas hojas de su contrato, el cual ya había sido verificado previamente y mandado a reimprimir por dos de sus más cercanas amistades: Fabiho Laggerfeld y Andreas Hoffman. Sentado a la cabeza de un largo escritorio de madera clara y olorosa, el estresado guitarrista pensaba en todas las cosas que estaba haciendo únicamente con la esperanza de toparse con ella, la anhelada Frances Umbrose. 

Lexie
Cansado ante tanta burocracia, el músico levantó la mirada, harto de leer tantos puntos en el contrato, así como de escuchar la perorata de la abogada que tenía frente a sí, una mujer rubia de labios colorados y lentes de armazón cuadrado. Justo a tiempo, una delgada silueta se encontró frente a él, pasando a través del pasillo que se hallaba justo delante de él, divididos ambos por un muro de cristal que se interponía entre los dos.

Soñada, como siempre, se encontraba la figura, desplazándose con sus aires de bailarina de ballet un paso a la vez, siempre con ese mismo compás al caminar, como el de una melodía perfectamente cronometrada. Elástica y ligera, le daba la impresión de ser más una muñeca que una persona de carne y hueso. Mirándola de perfil, su nariz de una curva perfecta era uno de los primeros rasgos de ella que saltaban a la vista, mas no el único. Atraído a mirar el resto de su anatomía, el nada inocente hombre que se encontraba acomodado en una silla en medio de sus amigos y consejeros, no perdió oportunidad para repasar la otra parte de la anatomía humana de Frances Umbrose que las revistas no siempre enfocaban bien.

Fascinado, el atractivo hombre de farándula se encontró con la grata sorpresa de que la mujer de sus sueños no era únicamente hermosa, sino también visualmente atractiva. Con unas piernas largas y bien torneadas como para morirse, éstas apenas y le hacían justicia a sus senos altos y firmes, así como a sus caderas bien redondas y su trasero prominente. Encantado con todo lo que veía, el mayor de los hermanos Kaulitz se deshacía de ganas por correr y plantarle un beso en aquellos labios carnosos que desde el primer momento en el que la vio le llamaron la atención. 

Sin embargo, se vio obligado a mantener la compostura, clavando fuertemente sus dedos en los muslos en un intento de contener los deseos sexuales que la modelo australiana despertaba en él. No obstante, bajo ninguna circunstancia pudo dejar de mirarla y, para su sorpresa, en un descuido de ella, las miradas de ambos se cruzaron. Maravillado, el guitarrista no lo podía creer: ¡Frances Umbrose lo había visto! 

Del otro lado del cristal, los perspicaces ojillos de la mujer no perdieron detalle del hombre que acababa de ver y, coquetamente, le sonrió de manera más que encantadora. Hecho polvo ante ese gesto, Tom Kaulitz no pudo evitar suspirar audiblemente, para el espanto y extrañeza de todos los presentes.

-Acepto lo que sea...-exclamó acto seguido la segunda voz de Tokio Hotel, antes de terminar la frase en su cabeza: "Con tal de estar con ella".


25 de noviembre de 2011

Precipitado


Preicipitado by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

De pié en la puerta del edificio, el hombre se abrió paso entre las decenas de atractivos hombres y mujeres que iba encontrando en su camino, esquivando sus miradas en las cuales se leían claramente las interrogantes que sus amigos también se hacían, todas provocadas por su extraño comportamiento. Detrás de él, su hermano lo miraba nervioso, viéndolo convertirse en un manchón borroso entre la gente, mientras se movía como bólido entre ellos, avanzando a paso apresurado, sin prestar atención a alguna persona en particular. Nervioso, Bill Kaulitz no paraba de morderse los labios a causa de los nervios, al mismo tiempo que avanzaba a paso un poco más lento que el de su hermano Tom, acompañado por la estilista y amiga de ambos, Natalie Franz.

-¿Está seguro de que quiere hacer esto?-interrogó Natalie al hombre que llevaba tomado del brazo, al mismo tiempo que miraba a su alrededor, observando cómo los y las modelos cara de vuitre los observaban desdeñosamente.

-Yo no tengo idea-respondió él con un nudo en la garganta, aferrándose nervioso al brazo de la rubia que avanzaba a su lado; cohibido ante las miradas lujuriosas que despertaba a su paso-Pero creo que se le ocurrió el peor día para venir...-

Entre una multitud de modelos de todas las nacionalidades posibles, Tom Kaulitz se movía como si se hubiese desarrollado la vida entera en aquellos predios, esquivando hombres de su tamaño y mujeres cuya cintura apenas era del ancho de uno de los brazos de él. Decidido, buscaba por todas partes algún letrero en el cual se leyera "Audiciones". Al no hallarlo, se dirigió a la puerta cerrada más cercana, tras la cual encontró a una diminuta ejecutiva de lentes de armazón cuadrado y grueso, abrigo color café caramelo y cabello cortado en forma de peluca. Tranquilamente, la mujer levantó la mirada ante el sonido de la puerta abriéndose y, sin decir palabra, observó a Tom largamente durante algunos segundos.

-¿Sí?-enunció después de un rato, al ver que el mayor de los hermanos Kaulitz no pronunciaba una sola palabra.

-Vengo a hacerme modelo-escupió Tom de una vez por todas, detrás de él Natalie y Bill, observando nerviosos a la dama detrás del escritorio de impecable madera blanca-Soy guitarrista, soy artista, soy famoso y mis discos se venden como pan caliente... vengo a ser modelo-

Tras lo que se podría denominar como "un incómodo silencio", en el cual tanto el vocalista de Tokio Hotel como su maquillista sudaban de miedo ante la posible respuesta de la cuarentona frente a ellos, la mujer sonrió abiertamente y se puso de pié en silencio, colocando sobre su escritorio el iPad que sostenía entre manos. Parada detrás del escritorio, lo único que hizo durante lo que a los demás presentes en la habitación les pareció una vida entera, la elegante humana de pantalón de vestir color hueso se dedicó a observar intensamente el rostro de Tom.

-Karl nos dijo que estuviésemos pendientes de ti-expresó la mujer, sin dejar de sonreír-Que no tardaría el día en el que habrías de venir. Salgamos de aquí-

Fue así como, en menos de dos horas, se encontraban en una sala de juntas la mujer, la cual se llamaba Astrid Sarajevo, así como Tom Kaulitz, sus dos amigos que lo acompañaban además de Andreas y Fabiho, quienes negociaban el contrato de uno de los productores de Tokio Hotel, haciéndole modificaciones donde lo consideraban necesario. Mirando las hojas que tenían frente a sí, ambos hombres tachaban, marcaban y desmarcaban apartados con un bolígrafo en papel. Una vez que lo tuvieron completamente corregido, mandaron a que se volviera a imprimir para que, en esa ocasión, el mayor de lo gemelos Kaulitz lo firmara definitivamente. Emocionado, Tom no se la podía creer.

Apasionado con la imagen de la mujer que había visto en la revista, le tomó menos de cinco minutos, a partir del primer instante en el que la vio, determinar una manera de encontrársela. De su mente brotaron docenas de planes, de toda índole y en cualquier clase de escenario, mas Tom sabía que se encontraba ante la tarea más difícil de todas aquellas planeaciones: ajustarlas a la realidad. Sin hablar en absoluto durante toda la noche que le siguió a aquél momento, se dedicó sin parar a investigar acerca de ella.

A pesar de que no se sabía mucho de uno de los nuevos rostros de Chanel International, el hombre de veintitrés años encontró tres rasgos de la personalidad de la modelo australiana que se repetían en todas las páginas y blogs de moda: Primeramente, su lugar y fecha de nacimiento; así, Tom se enteró de que apenas existían dos años de diferencia entre él y la criatura de sus sueños, cosa que pudo tranquilizarle: desde un escándalo anterior que había tenido saliendo con una chiquilla de la alta sociedad neoyorkina, no quería volver a saber nada de mujeres que tuviesen menos de veinte años. 

En segundo lugar, se hallaba el dato de las firmas para las que iba a trabajar en aquella temporada, así como su agencia de modelos. Sabiendo de antemano esto, al día siguiente el hermano mayor del frontman del año tomó una decisión: se convertiría en modelo profesional. Habiendo trabajado antes para algunas campañas de la PETA, sabía que el trabajo no era tan difícil; además, era consciente de que su atrayente imagen masculina le facilitaría el acceso a ese codiciado mundo.

Y por último, y no por eso más sencillo, había un último detalle que le complicaba a Tom las cosas: a Frances Umbrose no se le conocía una sola amistad, ni masculina ni femenina. A diferencia de todos los demás modelos de cualquier firma, la delgada criatura de iris verdes no mantenía una relación ni siquiera de cercanía con el resto de sus compañeros de trabajo. Era excesivamente reservada y, hasta cierto punto cohibida.

Era por eso mismo, con el pretexto de acercarse a ella, que el productor del año de Universal se decidió, apenas un día después de haber sabido de la existencia de la señorita Umbrose, a trabajar medio tiempo como modelo editorial. Sabía que, una vez dentro de ese predio, encontrarla sería tarea sencilla. Nervioso, su hermano Bill no sabía qué tan buena podría ser aquella idea.


23 de noviembre de 2011

Nota de disculpa

Mis queridos lectores: 

De todo corazón les pido una enorme disculpa por el inconveniente que he tenido en publicar el comienzo de la segunda temporada de "Conexión Humanoide", sé perfectamente que prometí para el día domingo 20 de noviembre de este año presentarles sorpresas, así como los primeros capítulos que inauguraban esta segunda temporada.

Desgraciadamente, una serie de conflictos de toda índole han mermado mi posibilidad de subir los capítulos correspondientes y es por esto mismo que les pido una atenta y avergonzada disculpa. Por otra parte, me da gusto anunciar que el blog ya comenzó con su primera entrada de la segunda temporada y, a pesar de que en este momento no tengo tanto tiempo como el que a mí me gustaría, prometo dedicarme a subir nuevo material para mejorar el blog, en conmemoración al inicio de nuestra segunda temporada.

Mis más sinceras disculpas y espero que disfruten estos nuevos capítulos.

Atentamente, 

Harlu.

14 de noviembre de 2011

Comunicado inaugural de la segunda temporada

Mis queridos lectores de HarluDice: 

En primer lugar, me congratulo enormemente de saludarlos por medio de este humilde comunicado, dirigido para todos ustedes, amados seguidores. Espero que se encuentren de la mejor manera posible y que, en esta primera temporada, el fic esté resultando para ustedes todo un gusto y un deleite, para mí lo es el escribirlo.

El motivo de este texto es darles a conocer que ¡hemos concluído la primera temporada de Conexión Humanoide! Orgullosa, me da gusto hacerles saber que hemos llegado a la segunda parte, una de las más emocionantes a mi parecer, de esta historia que, gracias a ustedes, se ha ido haciendo cada vez más grande. A continuación, les presentaré nuevos personajes los cuales, empero, los dejarán sin palabras.

Ahora, este maravilloso cambio no podría describirse únicamente como una transición cualquiera; por lo mismo, los capítulos del blog se verán suspendidos hasta el día domingo 20 de noviembre de 2011, en el horario normal de publicación, en donde encontrarán lo que, espero, sea una agradable sorpresa para ustedes.

Como siempre, afectuosos saludos a todos los que me leen. Sorprendida, he encontrado que el blog muestra estadísticas de que tenemos seguidores de toda América Latina ¡y hasta de España! Esto me hace sentir muy contenta y sentir que cada segundo que empleo en la escritura de éste, su fan fiction, vale totalmente la pena.

Espero verlos por aquí el día domingo y ya saben que el contacto entre nosotros existe mediante nuestras redes sociales, desplegadas a lo largo y ancho de la página.

Les deseo un excelente comienzo de semana desde México, ¡y a trabajar todos!

Sinceramente suya,

Harlu.

Flama



Flama by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Sutilmente, los ojos de intenso color verde bosque giraban de un lado hacia el otro, dejándose capturar por la cámara que, por más que arrancaba de ella decenas de imágenes diferentes, jamás dejaba de descubrir los apasionantes secretos de aquella figura espectral. Sin que tuviera que pedírsele, se giraba con toda gracia, haciendo ondear el vestido en torno a sí, el mismo que combinaba de manera perfecta con su tonalidad de iris. Risueña, hacia sonreír a todos los demás presentes en la habitación con el sólo roce de su encanto, el cual derrochaba a manos llenas. Carismática, jugaba haciendo toda clase de gesticulaciones, haciendo que las lentes no dejaran de destellar en torno a su enigmática y atractiva persona.

De cintura increíblemente estrecha, espalda menuda, brazos delgados pero fuertes, piernas infinitamente largas y definidas por el ejercicio, así como una vistosa cadera redonda, desde el primer paso que dio dentro del edificio captó la atención de cada uno de los seres humanos que se iba encontrando a su paso. Si a eso le sumábamos su aura imponente de poder y autoridad, así como su sonrisa de perlados y perfectamente alineados dientes blancos, engalanados por unos carnosos labios color rosa coral, era toda una bomba de atracción. La manera en la que caminaba, segura y radiante, rebosante de felicidad, no hacían otra cosa que volcar todas las miradas sobre sí.

De ninguna manera posible, dentro de todas las jugarretas del universo, imaginaba que, apenas días después, él vería la revista. Perfectamente sentado, sosteniendo el aparato de metal y cristal entre sus manos, el hombre de largas y apretadas trenzas negras contemplaba con la boca abierta el retrato perfecto de la criatura de pómulos altos, nariz pequeña y piel blanca como la porcelana. Estupefacto, dentro de su mente repentinamente no hubo espacio para otra cosa que no fuese la mujer de veintidós años y su fascinante imagen. En el sofá adyacente al del anonadado humano, su hermano menor lo observaba extrañado, preguntándose qué habría visto Tom Kaulitz en el iPad del vocalista de su banda.

-¿Quién?-inquirió Bill Kaulitz, arrebatándole a su colaborador musical y compañero de toda la vida su artefacto.

-¡Ella!-clamó Tom desesperado, poniéndose de pié. Por la parte de atrás del sofá, se aproximó apresuradamente al pelinegro que se encontraba aún sentado en su sillón, mirando atentamente a la mujer que no paraba de reírse con ellos, a pesar de que no los pudiera ver.

-Hmm... veamos... según esto se llama...-

-Frances Scarlett Umbrose-declaró una voz femenina, perteneciente a una criatura de largo cabello pelirrojo, ojos alargados y pestañas espesas. De pié frente a un mostrador, una asistente de la firma ELITE de modelos tomaba sus datos. Recientemente transferida de Australia, apenas había llegado al continente americano hacía un par de días y se encontraba en el cuartel general de la agencia más publicitada de modelos en el mundo entero.

Del otro lado del mostrador, una chica que iba pasando por ahí, en camino a una sesión de fotos con Victoria's Secret para su catálogo anual, se la quedó observando durante unos cuantos minutos, atraída de manera sobrenatural por la belleza abrumadora de la joven que se encontraba a pocos metros de ella. No fue sino hasta que ésta última se dio cuenta de que se le observaba, cuando levantó el rostro y, de manera tremendamente enigmática y, hasta cierto punto aterradora, le sonrió abiertamente.




Insuficiente


Insuficiente by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Conduciendo hacia casa en modo de piloto automático mientras él iba enviando un mensaje a través de su comunicador, el hombre volvió a suspirar de manera escandalosamente audible: este era el décimo holomensaje que le mandaba en menos de una hora y, al parecer, no se veía que ella fuera a contestarle pronto. Cansado de no obtener respuesta, se resolvió a marcarle, a pesar de que bien sabía que a la mujer del otro lado de la línea esto no le hacía mucha gracia.

-Anny, sólo estoy llamando para ver si quieres que pase a recogerte o si el chofer va a llevarte al restaurante-expresó Tom Kaulitz, en el mensaje en tres dimensiones que le estaba dejando a su novia en el buzón de su holocomunicador-Devuélveme la llamada tan pronto como puedas, ¿Está bien? Adiós-

Llegando al estacionamiento del edificio de departamentos de lujo en el que vivía, el guitarrista de largas trenzas negras hasta la altura de la espalda y piel bronceada color caramelo se bajó una vez que había llegado a lo que los arquitectos denominaban "zona segura": el área en el cual los conductores de los aereos podían bajarse de sus vehículos estando hallándose completamente seguros de cualquier falla en el sistema de estacionamiento automático. Sin mirar atrás, uno de los productores de la banda más escuchada del momento avanzó hasta el ascensor platinado que ya lo esperaba para llevarlo al nivel en el que se encontraba el elegante pent-house que compartía con su hermano gemelo, apenas diez minutos más joven que él.

Ahí, se encontró a un idiotizado Bill soñando apaciblemente, los ojos cerrados y el gesto tranquilo. Sin palabras, se sentó a su lado, tomando entre sus manos de manera descuidada el iPad de su gemelo, el cual había dejado sobre la mesa de vidrio que se encontraba frente a ellos dos. Apenas estaba abriendo la aplicación "Quiosco", que contenía todo el material de lectura que el cantante apreciaba, cuando la alerta de su comunicador que indicaba nuevas llamadas comenzó a sonar. Precipitadamente, el musculoso y alto alemán contestó mentalmente a la notificación, aceptando la conferencia en tres dimensiones entre su novia y él.

-¿Qué te he dicho de llamarme cuando estoy trabajando, Thomas?-le recriminó Annya, observándolo con enfado a través de la pantalla holográfica que solo él podía ver.

-Sí, lo sé...-contestó éste, sabiendo de antemano que ella se lo reclamaría-¿Sí escuchaste mi mensaje?-

-¿Cuál de los doscientos que me dejaste?-repuso ella de manera grosera.

-¿Sí vamos a salir, cierto?-aventuró el hermano mayor de Bill, ante el gesto avergonzado de este, el cual lo miraba asqueado.

-De hecho... no-respondió la modelo pasado un tiempo, en el cual pareció tomarse su tiempo para despreciar al músico-No tengo ganas de salir hoy-

-Pero... tú me lo prometiste-insistió él, reclinando su espalda lentamente sobre el cómodo respaldo del sofá de tapicería negra mientras, sobre el asiento de junto, dejaba descuidadamente el iPad de su hermano.

-Sí, cambié de opinión-recalcó ella, indispuesta a ceder-No te quiero ver esta noche, voy a salir con unos amigos-

-Ah... bueno... está bien-se dejó vencer el ídolo de las masas-En ese caso... creo que no hay problema. ¿Nos vemos otro día?-

-Ya lo pensaré-repuso Annya Nikova de último, cortando la holollamada sin despedirse, dejando ahí a Tom como idiota.

-No puede ser...-rumió Bill, enfadado de verdad, al observar la postura pasmada y el rostro decepcionado de su hermano mayor-Simplemente no puede ser...-

-Ella... tiene muchas cosas que hacer-farfulló Tom débilmente, intentando justificar a Annya frente a él mismo así como delante de su hermano-Tú... ya sabes... la carrera de modelaje no es fácil...-

-Realmente me asombras, Thomas-se quejó el pelinegro, sentándose en la orilla del sofá en el cual se encontraba anteriormente recostado-Tantas mujeres que darian la vida por salir contigo y tú, luchando por la atención de esa...-
-Ni lo digas, Macky-interrumpió el hijo primogénito de Simone Kaulitz a su hermano, antes de volver a tomar entre sus manos el iPad, intentando distraerse con algo-Ella... simplemente está muy ocupada. Siempre lo está-

-Claro...-repuso el frontman de Tokio Hotel, volviendo a acostarse sobre la superficie mullida del sillón. Sin ganas de comenzar a discutir, no podía comprender cómo era que su hermano se sentía tan atraído por el esqueleto ambulante de Annya Nikova, más cuando lo trataba como basura: eso realmente lo hacía enfurecer.

En el otro sofá, colocado de manera perpendicular, un desanimado Tom suspiraba en silencio, sabiendo, sin querer expresarlo, que los argumentos de su hermano eran totalmente válidos. Desinteresado, deslizó sus dedos a través de la pantalla LED de última generación que poseía el aparato, ante lo cual la aplicación "Quisco" volvió a abrirse como las alas de una mariposa. Ahí, decenas de portadas de revistas y libros fueron apareciendo, mas ninguno de ellos llamó tanto la atención del guitarrista como la VOGUE de aquél mes.

-¿Quién es ella?-musitó el músico fascinado, observando la imagen de la revista, la cual se reía con él de manera coqueta, mientras se giraba hacia un lado y hacia el otro, posando para la portada animada de la publicación.


13 de noviembre de 2011

A ojos vendados





A partir de su primer encuentro, el cual había resultado todo un éxito, las salidas entre Bill y Alice eran casi tan frecuentes como los parpadeos de cada uno. Con el pretexto de que discutían "cosas del trabajo", humano y humanoide salían a desayunar, comer, cenar y, entre las horas en las que no se veían, se buscaban para "salir a tomarse un café". Fascinados ante la relación que se desarrollaba entre ambos, el resto del equipo de la oficina, Martha y los demás Tokio, no decían una sola palabra al respecto.

En un principio, temerosos porque se fuese a pensar algo acerca de ellos, los dos eran muy cautelosos con sus reuniones y, sobre todo, discretos. Al notar que el resto del mundo parecía no darse cuenta de lo que sucedía, fueron ganando libertad conforme pasaban los días, al punto que Alice le decía a Briant que debía "salir a una reunión de negocios" o "quedarse a trabajar hasta tarde" cuando en realidad se encontraba con Bill y los amigos de éste en el club que ellos quisieran frecuentar esa noche. Encantada ante la vida de citas, salidas y lugares nuevos, Alice apenas y podía entender cómo era que se las había ingeniado para vivir antes de toparse con el menor de los hermanos Kaulitz y su variopinto grupo de allegados.

Noche tras noche, ubicados en varias de las mesas V.I.P. de los clubes más exclusivos de todo Los Angeles, se encontraba el grupo de los Tokio, con todos sus integrantes y allegados, pidiendo tragos y bailando al son de la música que, brotando de cada esquina del local, los convertía en sus esclavos. El primero de estos encuentros, como siempre, Bill se había negado a bailar ante la invitación que una animada Alice le hizo. Sorprendidos, sus amigos se quedaron sin palabras cuando vieron, al cabo de unos cuantos minutos, que el cantante cedía ante las súplicas de la mujer que traía de acompañante. De pié a la mitad del cuadrángulo fuertemente iluminado, un apenado Bill Kaulitz apenas y se movía al lado de la ondulante figura de Alice, la cual se retorcía de manera sensual y llamativa junto a él.

-Déjate llevar-le sugirió ella entre risas, al verlo tan rígido-Relájate-

-Es que... no puedo-confesó el músico, dándose por vencido al mismo tiempo que se quedaba pasmado a la mitad de la pista.

-Claro que puedes-sonrió la humanoide, antes de tomar la mano del menor de los hermanos Kaulitz entre la suya. Este gesto, que a cualquier otro le hubiese parecido cosa de nada, para Bill implicó el mundo entero y, apenado, se sonrojó de inmediato-Mírame-

Lentamente, la delgada criatura se fue acercando poco a poco al nervioso vocalista, cuyo cuerpo enviaba oleadas de calor frenético al verse tan cerca de la mujer de sus sueños. Cuando la hermosa publicista de cabello negro se hubo sentido lo suficientemente próxima a él, lo tomó de la otra de sus manos, haciendo que los cuerpos de ambos entraran en contacto. Ahí, se dedicó a bailar contra él, contra su ropa, su aroma engatusante. Embriagado ante semejante sensación, el vocalista se dejó llevar lentamente, hasta que, frente a la vista anonadada de todos los presentes, comenzó a bailar de manera natural con una cantidad de ritmo y cadencia impresionantes.

A partir de aquella noche, tanto Alice como Bill apenas y podían esperar para encontrarse cada velada a la luz de los reflectores de las pistas de los clubes, ansiosos por juntar sus cuerpos como lo hacían cuando bailaban. Bastante sorprendidos por este cambio en el comportamiento de su amigo, el resto de los conocidos del líder de Tokio Hotel se encontraban encantados ante la nueva personalidad del cantante, quien cualquier oportunidad que tenía la utilizaba para gastar bromas, cantar en voz alta, reírse o inclusive contar chistes: era de lo mejor.

-¿Qué más se puede pedir?-sonrió Bill Kaulitz una noche, acostado en uno de los sofás de su sala. Sus ojos dulcemente cerrados y su corazón palpitando sereno.


11 de noviembre de 2011

Juego de dos



 
 
 

Súbitamente, como si se estuviese despertando de una realidad alterna y no de la propia, la creatura abrió sus ojos, dejando entrar la luz por ellos, iluminando a su paso todo lo que había en su interior. Sin mayor tardanza, se levantó de manera casi mecánica de la cama, en un solo movimiento, antes de echarse a andar por la habitación en dirección al baño que le correspondía a ella.

En un edificio no muy diferente, un hombre de cabello medianamente corto y teñido de negro se lavaba el cuerpo con un suave estropajo color verde brillante, mientras, mentalmente se preparaba para el reto al que estaba a punto de enfrentarse. Bastante serio, apenas y sentía caer el agua tibia por su cuerpo desnudo; envuelto en el vapor que llenaba la ducha, él difícilmente podía pensar en otra cosa que no fuese ella: su sonrisa brillante, los ojos semejantes a dos gemas, los labios color coral.
-¿Alice?-llamó la voz de un hombre, proveniente de una cama de sábanas y colchas blancas, en la cual se encontraba un individuo de anatomía similar a la de una estatua griega.
-¿Sí?-contestó la interpelada a un volumen de voz que hubiese resultado casi inaudible para el oído humano mientras, en la ducha, el agua caía a su alrededor, bañándola en una exquisita cascada de aromas agradables y burbujas de jabón.

-¿Qué haces?-preguntó una persona muy diferente, en otro lugar, observando a través del cristal opaco la silueta delgada de un hombre.

-Pienso llegar más temprano hoy-respondió una voz proveniente del cubículo de la ducha-Tengo que estar ahí antes de que ella se aparezca-

-¿Tan tarde?-inquirió el sujeto de la cama, girándose sobre su costado para quedar cara a cara con la superficie blanda del colchón.

-Tengo que-mintió la mujer que se encontraba aún en el baño, enjuagándose de su cuerpo jabonoso aquella espuma que parecía una segunda piel-Pero te prometo que te marcaré en cuanto salga-

-¿Si eres consciente de que...?-

-Es todo o nada, Thomas-le respondió Bill Kaulitz a su hermano mayor, saliendo de la ducha de su apartamento en una de las zonas más exclusivas de Los Angeles, California. Con su cuerpo cubierto por diminutas gotas de agua caliente, se apresuró a tomar la toalla que colgaba de la percha, ubicada a la derecha de la puerta de la ducha-No puedo seguir viviendo así-

-Vaya-respondió Tom, el guitarrista de Tokio Hotel y hermano gemelo de Bill, cruzándose de brazos al mismo tiempo que se recargaba a un lado de la ligera puerta de madera que daba de la recámara del vocalista a su baño.
-Voy a estar bien, cariño-le aseguró Alice Project a su marido, Briant, mientras salía de su baño para dirigirse hacia el vestidor, donde con todo cuidado tomó un conjunto armado por un vestido ceñido color azul marino y un saco de mangas tres cuartos-Después de todo, no voy a andar sola por ahí-
-Lo sé...-contestó el compañero humanoide de Alice, extendiendo sus largos y musculosos brazos en la cama-Es sólo que... no sé... no me gusta que pasemos tanto tiempo separados-

Enternecida ante semejante confesión, la humanoide que se encontraba en el vestidor, aprisionada entre hermosos y caros atuendos, se quedó helada. ¿En realidad era tanto lo que la quería Briant? Con un nudo en la garganta, se obligó a sí misma a pasar saliva antes de seguir colocándose el collar que había elegido para su vestimenta.

-Entonces no te espero a cenar...-aventuró Tom, observando casi sin parpadear a su hermano, quien ya se encontraba ataviándose con el elegante conjunto de pantalón de mezclilla y camisa azul marino que había escogido para ponerse ese día.

-Preferentemente no-sonrió el frontman de una de las bandas más influyentes de Alemania-Roguemos porque tú y yo no nos veamos hasta mañana por la mañana-
Y fue así como, en medio de diferentes situaciones, tanto Bill como Alice abandonaron cada uno sus hogares más temprano de lo normal, sin siquera haber desayunado a causa de la emoción que sentían por verse. Rápidos, cada quién condujo su aerodeslizador a lo largo de las calles que lo llevaban cotidianamente al trabajo, ésta vez con más alegría de la normal. En el estacionamiento del edificio principal de Cherry Tree en Los Angeles, el aero color negro carbono de Bill Kaulitz se estacionó apenas cinco minutos antes que el de Alice, un hermoso Mercedes-Benz último modelo color azul.
De pié frente a la oficina de Alice, el encantador cantante verificó su aliento por décima vez en ese rato, soplando sobre el dorso de su mano para comprobar que su hálito se encontraba fresco. Una vez que se hubo encontrado seguro de que así era, se recargó casualmente junto a la puerta de la oficina que les pertenecía a Alice y Martha, el equipo de publicidad y mercadotecnia a cargo de su nuevo materal discográfico. Casualmente, se acomodó el saco negro que traía encima por última ocasión. Mientras tanto, una hermosa señorita Project iba saliendo del ascensor.

Calzando unos hermosos tacones de diez centímetros forrados en satín negro, la elegante criatura se desplazaba a paso seguro y sonoro por encima del suelo de madera clara del pasillo. Enfundada en un vestido de satín azul marino que le quedaba ceñido al cuerpo y luciendo un coqueto saco de corte semi-formal color negro, la mujer apenas y pudo contener la sonrisa que le brotó en el rostro apenas hubo visto a su elegante y atractivo jefe apostado a un lado de la puerta de su oficina. Intentando comportarse de lo más natural, siguió avanzando hacia él sin miedo, quien la miraba de una manera que bien pudiera haber derretido un iceberg a voluntad.

-Buenos días-le sonrío él de manera galante, utilizando su voz más sensual.

-Buenos días-respondió ella con suficiencia, luchando porque no le flaqueara la voz a causa de los nervios-Me atrevo a preguntar qué es lo que hace usted aquí tan temprano, señor Kaulitz-

-Sinceramente, vengo a probar suerte-confesó él de inmediato, sin dejar de mirarla a los ojos ni un momento.

-¿Suerte con qué?-inquirió ella, la sonrisa asomando por la comisura de sus labios.

-Con invitarla a salir y que me diga que sí, señorita Project-soltó el hombre sin mayor preámbulo, rogándole internamente al destino que fuera bueno con él y le regalara un "sí" de esos hermosos labios que tanto ansiaba besar.

-Ah... entonces sí que necesita suerte-se burló Alice, un tanto arrogante, en un intento de que él se sintiera aún más enganchado con ella; por supuesto, lo consiguió.

-Confío en que la buena fortuna está de mi lado hoy-se jactó el delgado vocalista, colocando su mano en la manija de la puerta, la cual ella estaba por girar. Sorprendida ante el movimiento tan osado del que fuese su superior, Alice se volvió a mirarlo de inmediato. Una vez que hubo comprobado que la atención de la hermosa fémina era toda para él, el seductor rockstar tuvo que hablar una sola vez más-Entonces... ¿Sí o no?-
Encantada al ver lo bien que le habían salido las cosas, la mujer de bellos ojos azules apenas y podía contener el torrente de emociones que emanaban de ella. Fascinada, no podía esperar para aceptar la invitación.

-¿Por qué no?-repuso ella, haciéndose la interesante, al mismo tiempo que soltaba el picaporte de la puerta; eso sí, sin dejar caer de su mano los dedos blancos y larguiruchos de Bill.

-Excelente-le sonrió él, demostrando lo complacido que se sentía ante la situación. Sin palabras, estrechó entre sus dedos las falanges de la humanoide, la cual correspondió el gesto haciendo lo mismo. Tomados de la mano, la pareja abandonó el edificio sin decirse una sola palabra más.


9 de noviembre de 2011

Persiguiendo







A partir de la situación del mensaje, donde Alice le había informado a un ilusionado Bill que, después de todo, no podría ir a verlo a la oficina de ambos, las cosas se habían vuelto tan tensas como antes, cuando se besaron por primera vez. Con los nervios de punta a causa de esta situación, el vocalista de Tokio Hotel tuvo que hacer acopio de toda su paciencia y buena disposición para volver a conquistar a la humanoide, esta vez poniéndole más empeño a la tarea.
Decidido a no dejarla ir, la buscaba a toda hora en su oficina, cuidando siempre que estuvieran solos, con el pretexto de discutir cualquier detalle, por mínimo que fuera, acerca de la mercadotecnia del disco y su respectiva gira. Haciendo gala de su tolerancia y su temple tranquilo, la publicista lo atendía siempre con una sonrisa, mas eso no evitaba que se le pusiera la piel de gallina tan sólo de verlo. Insistente, él siempre sacaba a colación la idea de invitarla a salir para "discutir pormenores de la publicidad en privado"; sin embargo, ella siempre encontraba una manera de zafarse, argumentando mil y un compromisos que se inventaba de última hora para no tener que asistir a estas citas.

-¡Ya no sé qué hacer!-le confesó Alice a Martha, un día que se encontraban ambas en un restaurante cercano a las oficinas de CherryTree. Desesperada, la humanoide picoteó su ensalada con su puntiagudo tenedor plateado como si quisiera herirla de muerte y no meterla entre los dientes del cubierto-No quiero seguir haciendo ésto, Mars-

-Entonces pónle un alto-sugirió de manera maliciosa la otra publicista, comiendo con tranquilidad de su propio plato. Inconscientemente, ya conocía la respuesta que su compañera iba a darle ante semejante propuesta.

-¡No!-repuso la humanoide de inmediato, como si la idea la ofendiera-Tampoco es para tanto...-

-¡Te gusta!-se burló la morena de ella, al ver el rubor que había subido al rostro de Alice ante la posibilidad que le había dado Martha de mandar a volar a Bill.

-¡No...! No me gusta...-farfulló Alice entre dientes, negándose a admitirlo ante ella misma. Sabía que si reconocía ante su propia persona que le halagaban las atenciones que le prodigaba su jefe, todo estaría perdido.

-Aha...-respondió Martha, mirando a la mujer que tenía sentada frente a sí entre sus largas y espesas pestañas-Y por eso no le has dicho que eres casada...-

-¡Cállate!-replicó la humanoide con premura, girándose rápidamente para observar si, de pura casualidad, ni Bill ni ninguno de sus amigos se encontraba cerca para escuchar el comentario de Martha-Ya... ya vendrá la oportunidad...-

-¿Hasta cuando...?-

-¿... vas a seguir así?-completó la frase de Martha alguien más, en otro lugar. Sentados en rueda en el suelo la oficina de Bill, tres de los chicos de Tokio Hotel y Andreas comían pizza mientras charlaban apaciblemente.

-¿Así cómo?-preguntó el vocalista de la banda, fingiendo demencia ante la situación que estaba viviendo antes de meterse un trozo de pizza a la boca.

-Esto se está tornando ridículo, viejo-intervino Gustav, una vez que hubo terminado de morder su propio pedazo-¡Simplemente invítala y ya!-

-¡Aha! ¿Y qué tal si me rechaza?-aventuró el pelinegro, sacando por fin su temor más oculto al aire. Al escucharlo, el resto de los hombres ahí presentes le sonrieron condescendientemente: ya todos habían pasado por situaciones semejantes antes.

-Entonces le das más tiempo para que lo vuelva a pensar y a la siguiente te diga que sí-contestó Georg, ante la mirada atónita de todos los presentes. Sabiendo que no esperaban una respuesta así de su parte, el hombre de largo cabello castaño no pudo evitar sonreír-¿Qué? ¡Vamos! No me digan que ésta no va a caer-

-"Ésta" tiene su nombre, por favor-repuso Bill ofendido: no le gustaba que se dirigieran despectivamente a Alice. A pesar de que hacía de su vida una montaña rusa de emociones, la adoraba con locura y lo insultaba que alguien intentara manchar la idea perfecta que tenía de ella.

-Bueno...-se corrigió a sí mismo el bajista, sabiendo que el que su líder estuviese tan sensible no se debía a otra cosa que al profuso enamoramiento que sentía por la publicista que trabajaba para ellos-No me digan que Alice no va a caer-

En silencio, los tres muchachos observaron largamente a Bill quien, simulando que nada pasaba ahí, siguió comiendo como si nada, hasta que finalmente se hartó de las expresiones burlonas de sus amigos.

-¡Ya, carajo!-exclamó entre risas, escupiendo trocitos de queso al hacerlo-¡Está bien! ¡La voy a invitar! ¡Pero si dice que...!-

-No-respondió Alice a la pregunta que Martha le había hecho, las dos aún sentadas en la terraza del restaurante de comida vegetariana en el cual se encontraban-Es que... me siento tan... culpable-

-¿Culpable por qué?-inquirió la compañera de Alice, sintiéndose ofendida ante semejante respuesta.

-¡Porque no me parece justo! Es decir, sé que es lo correcto, siento que es lo correcto... pero... Briant...-

-¡Inténtalo!-gritaron dos voces al mismo tiempo, animando a dos personas completamente diferentes.

-No sabrás lo que sucederá...-

-Si no te atreves-completó Andreas la frase que Martha le estaba diciendo en ese mismo momento a Alice, únicamente que él le estaba hablando a Bill, aún en la oficina de este.

-Tienes...-

-Razón...-suspiró Alice, apoyando su rostro entre sus manos-Está bien... lo intentaré-


7 de noviembre de 2011

Desastroso



 
 
 

Apenas había comenzado a descender el avión en el cual la mujer de cabello negro venía sentada, cuando mentalmente comenzó a preparar en su comunicador un mensaje para su jefe. Temerosa, procuró no parecer demasiado absorta en el texto que tecleaba secretamente pues, a su lado, su marido observaba atentamente por la ventanilla del avión, mirando todo lo que ocurría a sus pies con su perfecta vista. Pocas palabras fueron las que recibió Bill Kaulitz en una alerta, las cuales formaban una sencilla oración: "Aterrizando en LAX". 

Deshaciéndose a causa de la emoción, el vocalista de Tokio Hotel apenas y pudo contener el grito que se formó en su garganta, reacción ocasionada por el entusiasmo de saber que ella estaba de vuelta en la ciudad. Impaciente, no podía esperar para volver a verla; sentado en junta con los demás chicos de la banda, logró contenerse a lo largo de la reunión que los cuatro habían tenido junto con Martha para ponerse de acuerdo acerca de algunos de los puntos del nuevo disco.

-¿Bill?-lo llamó la mujer de ojos grandes y cejas negras, observando que éste, quien durante toda la reunión se había mostrado muy atento e interesado, de repente se había perdido en sus pensamientos-¿Todo bien?-

-Completamente en orden-rió el menor de los hermanos Kaulitz para sí mismo, hablando en una especie de doble sentido que únicamente él y su gemelo comprendieron. Sorpresivamente, Thomas se encontraba en la sala y, al leer los pensamientos de su gemelo, no pudo hacer otra cosa que sonreír de manera cómplice, bajando la mirada.

-Continuemos-instó el guitarrista de la banda al resto de ésta, antes de que la felicidad de Bill por el regreso de Alice se hiciera más evidente. Discretamente, el hombre de más de un metro ochenta de estatura tomó por debajo de la mesa la mano de su hermano menor, en un gesto de empatía que puso aún de mejor humor al pelinegro frontman.

Acabada la junta, de la cual Martha hubo salido una vez que consideró que su presencia ya no era requerida ahí, el delgado hombre se apresuró a comunicarles el regreso de la humanoide a la ciudad al resto de sus amigos, así como los planes que tenía para ella. Sorprendidos ante la iniciativa que mostraba el usualmente tímido hijo de Simone Kaulitz, sus allegados no pudieron hacer menos que aplaudir su decisión con enormes sonrisas en sus rostros. Por primera vez, en mucho tiempo, a Bill Kaulitz se le veía interesado en algo.

Presuroso, el cantante llamó a su florería de confianza, la misma cuyos servicios había estado empleando para mandarle a Alice todos los bouquettes anteriores y encargó que de inmediato se comenzara a confeccionar un arreglo en el cual se pudiese expresar, de todas las maneras posibles, el gusto que sentía Bill por tener a su trabajadora de vuelta. 

Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, la mujer, cuyos ojos iban cubiertos con unas enormes gafas de sol, caminaba de la mano de su marido por los andenes del aeropuerto, esperando a que, como viajera de una línea V.I.P., se le llevara su equipaje hasta el aerodeslizador de Briant, el cual habían dejado en el estacionamiento del aeropuerto durante los días de su ausencia. Detrás de ellos, Selick y su marido, el rubio Redgie, avanzaban al mismo paso apresurado de los primeros, llamando la atención los cuatro juntos entre las multitudes que abarrotaban todo el aeropuerto. Complacidos por sus resultados durante su primera revisión oficial en el extranjero por parte de Astrella, se sentían regocijados por el hecho de haber demostrado que estaban sacándole todo el jugo posible al hecho de vivir entre humanos. Más aún, se sintieron aún más alegres cuando supieron que su científico a cargo, el doctor Vo, iba a mudarse pronto a las oficinas de Astrella U.S.A., por lo cual lo verían de manera más frecuente.

Algo que los había dejado intrigados, a pesar de lo agradable de su estadía en Zurich por varios días, era el inusual flujo de personas moviéndose por todo Astrella: científicos, asistentes como los que habían cuidado de ellos y estudiantes polulaban por la red subterránea de oficinas donde se guardaba a los proyectos más secretos de la firma dedicada a la salud mundial. Nerviosos, habían preguntado al doctor Vo a qué se debía tanto movimiento y él, con un tono despectivo que no les gustó para nada a los no-humanos, les contestó que "era un asunto sin importancia". Luchando por creerle, los cuatro se terminaron por tragar la mentira de Vo, aunque era totalmente evidente que ese "asunto sin importancia" era más relevante de lo que ellos podrían pensar.

Desechando aquél hecho, los humanoides la habían pasado en grande con su creador, contándole todo lo que habían podido aprender de los humanos en el corto tiempo que llevaban conviviendo con ellos. Satisfecho y orgulloso, Vo sonreía enormemente, escuchándolos siempre absorto, sus ojos vidriosos a causa de la emoción del éxito.

Ahora que estaban de vuelta en América, las cuatro criaturas tenían nuevos objetivos cada uno, los de cada quién enfocados a sus áreas productivas y las personas que conocían. De igual manera, su creador les encargó de manera muy especial que conviviesen más entre ellos, pues, por lo que había podido leer en los recuerdos de cada uno, no habían tenido mucha interacción en aquél poco tiempo.

-Son familia-les recordó Vo, mirándolos a los cuatro-Aunque no se parezcan físicamente ni lleven lazos consanguíneos recuerden que son una familia y como esa familia deben apoyarse mutuamente. Nunca sabemos a qué situaciones peligrosas hemos de enfrentarnos y es mejor que no lo hagamos solos-

Conscientes de esto, los humanoides asintieron en silencio, avergonzados ante su comportamiento tan antisocial entre ellos mismos y, bastante serios, prometieron frecuentarse más. Confiando en su palabra, el científico que los había creado los dejó ir de vuelta no sin antes despedirse de ellos con un abrazo.

En el LAX, las cuatro criaturas de Vo se despidieron efusivamente, antes de prometerse que se buscarían más los unos a los otros para convivir. Una vez que se hubieron separado, tanto Alice como Briant se precipitaron al aero de éste último, donde acomodaron las maletas en la parte de atrás antes de introducirse en el armatoste de metal. Rápidamente, viajaron a casa, donde apenas llegar comenzaron a desempacar, guardando cada cosa que se habían llevado de vuelta a su respectivo lugar. Acabada la tarea, se miraron el uno al otro.

-Tengo que...-

-No vas a ir a trabajar, ¿Cierto?-interrumpió Briant a su esposa, mirando cómo estaba de impaciente desde que habían salido de Suiza. Ansiosa por volver a ver a Bill, Alice se vio tentada a mentirle a su pareja con tal de ir a reunirse con su jefe.

-No-contestó ella a regañadientes, sintiendo que, en ese momento, lo correcto era quedarse en casa con su marido-Déjame avisar en la oficina que ya llegué y será todo-

-Excelente-sonrió el humanoide de cabello negro, antes de acercarse a su mujer para darle un beso en la mejilla. Aprovechando la cercanía que se produjo entre ambos ante el contacto del beso, Briant le susurró a Alice al oído-Te amo-

Con un nudo en la garganta, la humanoide no pudo evitar sentirse perturbada y culpable a la vez ante tales palabras. Con una sonrisa fingida, se obligó a sí misma a contestar.

-Yo también te amo-repuso, colocando sus brazos en torno a la estrecha cintura de Briant, quien recibió el abrazo con gusto. Después de un par de segundos, se separaron y él se dirigió a la sala para ir a sintonizar un programa en la televisión.

-Te espero-le dijo el humanoide a su compañera quien, nerviosa, no podía esperar para estar a solas para poder mandarle un mensaje a Bill. Consciente de la perfecta audición con la que contaba Briant, sabía que no era seguro hacerle una holollamada a su jefe.

Finalmente, la mujer de cabello negro se precipitó mentalmente a su bandeja de mensajes y, rápidamente, se apresuró a escribir otro rápido mensaje, el cual tumbó el ánimo de Bill Kaulitz tan súbitamente como lo había elevado:

"No voy a ir a trabajar hoy, nos vemos mañana."


6 de noviembre de 2011

Ya es hora


 
 
 

Habían pasado dos semanas desde aquél incidente en el cual Alice les había salvado la vida a los gemelos Kaulitz y, desde entonces, ellos se habían visto una única vez. Con el pretexto de que tenía parientes en zonas en las que el terremoto había arrasado con todo, la humanoide pidió permiso en el trabajo para faltar un par de semanas. Desilusionado ante la idea de no ver a la mujer de sus sueños durante catorce largos días, Bill le concedió su aprobación a Alice con una única condición: que lo llamara cada que le fuera posible para reportarle si sus parientes se encontraban bien. Sorprendida ante la actitud preocupada de él hacia su persona, Alice se quedó sin palabras y, enternecida frente a la petición de su jefe, no pudo hacer más que aceptar.

Así fue como, día tras día, Bill se la pasaba sentado en la terraza de su habitación, próximo a la fuente que ni siquiera lo llegaba a salpicar, pensando únicamente en ella: en Alice.

Primero que nada, le venía a la mente aquél detalle que nunca lo dejaba en paz: saber que ella le recordaba a alguien más, aunque sin saber bien a quién. Pensaba frecuentemente en una mujer, los mismos ojos y los mismos labios sonrosados y carnosos, pero la recordaba de un lugar diferente: de un sueño. La veía claramente, tan clara como si la tuviese frente a frente, la mano extendida, el vestido de gaza ligera ondeando en torno a su cuerpo, movido por el aire gélido que circulaba en torno a ellos dos, ambos de pié en una terraza que él nunca antes había visto. Cercano a la criatura, se sentía de lo más tranquilo y, más que eso, natural como si finalmente estuviese en su elemento. Con Alice, las cosas eran muy diferentes.

Se sentía todo el tiempo nervioso, le costaba trabajo hilar palabra, ya no se diga conversación, cada vez que se ponía a pensar en ella. Lo distraía día y noche, sólo pensar en su sonrisa segura de dientes brillantes y perfectamente alineados le quitaba el aliento. Igualmente, le resultaba difícil hacer otra cosa que no fuese ponerse a suspirar mientras pensaba en ella, se la imaginaba de mil y un maneras, presa de situaciones imposibles, encuentros fortuitos y casualidades benditas que hacían que él y ella se cruzaran en cada esquina por cuestiones que ni ellos mismos podían comprender.

Ahora, loco de ansiedad, vivía esperando cualquier cosa que proviniese de ella: una llamada, un mensaje, una señal de su presencia, un encuentro. Impaciente, ansiaba la siguiente coincidencia que les permitiera estar en contacto y, aún más, se ponía histérico de pensar que, a pesar de que la había mandado a investigar sin que la mujer lo supiera, en realidad no sabía nada de ella. Todos los datos que tenía eran los que podría haber conseguido de cualquier otra fémina: no tenía número de seguridad social, pues, aunque era ciudadana americana, era atendida por un servicio de seguridad particular, tan populares en estos días por sus beneficios en cuanto a cuidados médicos se refería; sabía la ubicación exacta de su oficina y, por lo mismo, rondaba el lugar cada que tenía oportunidad, fingiendo preocuparse por la producción de la campaña de publicidad de su siguiente material discográfico. Aún así, era consciente de que, en realidad, no sabía nada de ella: el color favorito, la comida preferida, la película que la hacía llorar... nada.

Por otra parte, otro de los elementos que lo hacía vivir en constante desesperación era el hecho de que ella jamás lo llamaba, a pesar de que la última vez que se habían encontrado le había prometido que le marcaría a su holocomunicador siempre que tuviese oportunidad. Si acaso, lo contactó un par de veces, en las cuales únicamente se comunicó para indicarle que todo estaba bien entre sus familiares y que volvería a Los Angeles tan pronto como le fuese posible. Exasperado, Bill Kaulitz ansiaba que ella le marcara para invitarlo a comer, para decirle que quería verlo, para hablar sobre cualquier cosa.

Harto, el hombre se deshacía en ansias de volver a verla: le pediría una cita. La invitaría al parque cercano a su casa, aquél que le había llamado la atención desde el momento en el que lo vio; el que tenía el lago, los puentes de madera, los caminos bordeados de macizos de flores, a la sombra de los árboles que perfumaban los senderos con sus aromas fragantes, por los que transitaban los paseantes enamorados: todo quería compartirlo con ella. Más que nada, ansiaba que pasaran tiempo juntos, que ella se diera a sí misma la oportunidad de conocerlo, de acercarse a él, de entrar en su vida como él había ansiado que lo hiciera desde el instante en el que se miraron por vez primera.

Quería tocar sus manos, sentirlas entre sus dedos, quería besarla con los ojos cerrados, entrar a su casa siempre y cuando ella lo invitara a pasar, llevarla a cenar, a conocer mil lugares diferentes: quería salir con ella, poco a poco, como nunca lo había hecho antes. Y es que, a diferencia de muchas otras mujeres a las que el vocalista de Tokio Hotel conocía, Alice le recordaba tremendamente a él mismo. Con su timidez inusitada pero su poder indómito de palabra, el carácter amable pero fuerte al mismo tiempo, el temple tranquilo y ese dinamismo que parecía tener guardado muy dentro de sí. Inclusive, la primera vez que la vio, de pié en aquél centro comercial, se sorprendió: pensaba que el destino se había equivocado. ¿Cómo podía ser? La maravilla que sintió cuando la encontró, la emoción que surgió dentro de su ser: simplemente pensaba que era imposible.

Cuando se la encontró por segunda vez, allí de pié en el restaurante, se quedó completamente sin habla: ¿Dos encuentros casuales en el mismo día? Para Bill, aquello había sido destino y, como era natural, lo había dejado absolutamente sin palabras. Maravillado, pensaba que era designio divino que ambos se toparan una y otra vez; para más, cuando se enteró de que iba a trabajar con ella, pocos días después de su segundo encuentro, su corazón casi se paralizó: le parecía perfecto. Desde que se la encontró sentada en aquella silla, tablet en mano, supo que el destino, a diferencia de muchas otras veces, ahora estaba a su favor.

Pensando en  Alice como se piensa en el ser amado, idealizándola como perfecta, jamás pensó llegársela a encontrar como aquél día en que la halló, gritando voz en cuello de manera amenazadora hacia todos sus subordinados. Marcándola en su mente como un ángel infalible, mudo se quedó cuando se dió cuenta de que, así como la mujer podía ser todo un pan de Dios, también podía convertirse en azote del hombre.

Gritaba a voz de trueno, refunfuñaba y se quejaba con furia de toro de Pamplona, apuntaba a las personas con una ferocidad que hacía sentir a aquellos que regañaba como si  su dedo se convirtiese en flecha y los atravesaba, soltaba insultos e improperios no vulgares pero sí dolorosos para aquellos a los cuales su dardo venenoso alcanzara. Aquella vez, en la cual la encontró gritándole enfadada a su equipo de trabajo, el hermano menor de Tom Kaulitz sintió, por primera vez en su vida, miedo de una mujer. Por vez primera, la concibió como toda una psicópata, una criatura exagerada capaz de arrancarle un dedo a cualquiera por un diminuto error.

Y, a pesar de lo que se pudiese pensar, cuando volvió, cuando regresó a él para plantarle tremendo beso a manera de disculpa por su rudo comportamiento, en vez de causarle mayor fascinación lo único que hizo fue despertar en él un miedo secreto ante su comportamiento tan impredescible, el cual parecía volar del enamoramiento al odio en micras de segundo. Cauteloso, a pesar de que la buscaba y la cortejaba discretamente, le temía secretamente. No fue sino hasta el terremoto, cuando la encontró en una actitud muy diferente, ahí, entre la calamidad, completamente impasible cual diosa en medio de la multitud caótica, cuando finalmente volvió a sentir al mirarla una calma que jamás había experimentado, un remanso interior de paz que le hizo saber que, de una u otra manera, las cosas estarían bien, sucediese lo que sucediese. Y, una vez que se hubo asido a ella, abrazándose al perfume de su cuerpo, todos sus miedos, desde los más ridículos hasta los más ocultos y los que lo asesinaban en silencio, desaparecieron por completo, dejando en su lugar una luz que emanaba de él

Y es que, a pesar de todo lo que había vivido desde el día en que la conoció, la adoraba con locura absoluta. Últimamente, se había dado cuenta de todos los cambios que ella iba produciendo en su vida y estaba completamente fascinado: se moría por invitarla a salir, por llevarla a mil partes diferentes y experimentar momentos que él había soñado durante largo tiempo y ahora quería hacer realidad con ella, eso sí, tomándose su tiempo. A diferencia de lo que había pensado durante toda su vida, no quería apresurar el momento. Quería tomarse las cosas con calma, con su Alice, la Alice que parecía hecha única y exclusivamente para él. Así, cada vez que pensaba en ella, se encontraba más y más resuelto: en cuanto volviese al trabajo, lo primero que haría sería invitarla a salir.


4 de noviembre de 2011

Siniestro


 
 
 

De pié en el centro comercial, Alice y Briant permanecieron tremendamente estáticos, mientras las demás personas a su alrededor corrían desesperadas, dejando sus compras por todas partes. Ellos, atónitos, apenas podían creer lo que estaba sucediendo: estaban presenciando un terremoto.

Nerviosos, ambos humanoides miraron al otro, buscando en sus ojos una respuesta acerca de qué hacer. Sabían que eran indestructibles, el edificio podría caerles encima y ni siquiera les causaría daños superficiales; con todo y este pensamiento, un sentimiento de preservación, quizá un instinto de supervivencia innato desarrollado en ellos, les indicaba que debían moverse, quitarse de ahí, correr tan lejos como pudieran. Conscientes de que eran capaces de atravesar el globo terráqueo en cuestión de segundos, la idea de huir cruzó la mente de ambos al mismo tiempo; después de todo, ¿Qué tan lejano era Chile o Brasil para un humanoide? Listos para apartarse del lugar, silenciosamente se tomaron de las manos, observando sin mirar a las personas que corrían a su alrededor, desesperados y atemorizados. No fue sino hasta que Alice lo vio, cuando cambió de parecer y algo en su interior le dijo que debía salvarlo.

Ahí, unos cuantos metros frente a ella, se encontraban Bill y su hermano mayor, Tom; ambos atemorizados, tomados de la mano de igual manera, inmóviles entre la gente. Quizá conscientes de que no había muchos lugares a los que pudieran huir, se mantenían estáticos debajo de un arco, esperando que si el edifico colapsara, al menos el pilar de hierro bajo el cual se encontraban refugiados ayudaría a que no salieran muy lastimados.

Temiendo por la vida de Bill, Alice soltó de inmediato la mano de Briant, quien, sorprendido, se quedó completamente en blanco, observando cómo su esposa corría hacia lo que a él le pareció un completo desconocido. Una vez ahí, escuchó que comenzó a hablar con las dos personas hacia las cuales se había desplazado.

-¡Bill!-lo llamó Alice a gritos, aún antes de llegar a la posición de éste último. A pesar de todo el estruendo a su alrededor, el hombre fue completamente capaz de escuchar la voz de la humanoide.

-¡Alice!-repuso él, entornando la mirada para enfocarla conforme se aproximaba más a él.

-¡Sújetate de mí!-le ordenó, abrazándose al cuerpo del hombre. Él, atóntito, no entendió a la primera lo que la mujer le había querido decir.

-¿Qué?-repuso el asustado pelinegro, sintiendo los brazos delgados de la blanca criatura en torno a él. Helado, Tom tampoco entendía lo que sucedía ahí.

-¡Rápido, obedéceme! ¡Sujétate de mí!-le gritó, antes de extender su mano derecha hacia el mayor de los hermanos Kaulitz, el cual los observaba en silencio, completamente confundido-¡Tom! ¡Ven!-

Reaccionando más rápido que su hermano, el guitarrista acató la orden de inmediato y sin chistas siquiera se arrodilló, abrazándose a la pierna de la humanoide. Al ver lo que hacía su gemelo, Bill también obedeció a la chica y, sin palabras, se dobló para asirse de su cintura. Una vez que hubo tenido a ambos gemelos en torno a ella, Alice comenzó a arrodillarse también, hasta que su rodilla derecha hubo tocado el suelo. Desde ese momento, tanto Bill como Tom se sintieron más seguros y, a pesar de que la tierra aún seguía moviéndose debajo de ellos, ya no tenían miedo; inconscientemente, sabían que iban a estar bien. En silencio, Briant los observaba a los tres, sin comprender el por qué de la reacción de Alice.

No fue sino hasta que se acabó el sismo, dos minutos más tarde, cuando la tierra y todo lo que se encontraba alrededor de los humanos y los humanoides dejó de moverse, muchas de las cosas recobrando su posición original. A pesar de que algunas lámparas y anaqueles se habían caido dentro de las tiendas, no había heridos. Lentamente, tanto Alice como los hermanos Kaulitz se fueron levantando poco a poco del suelo, recobrando sus posturas erguidas una vez más. De pié uno frente al otro, Alice y Bill se mantuvieron sujetos, sin poder despegar sus miradas.

-Gracias-susurró Bill, con el aliento entrecortado a causa del susto.

-No hay de qué-le contestó Alice en el mismo tono, murmurando sin entender por qué. Alrededor de ella, el resto del mundo le parecía borroso con excepción de Bill.

-¿Alice?-llamó una voz a la chica quien, súbitamente, pareció despertar de una clase de ensueño. Detrás de ella, Briant la miraba extrañado-Hay que salir de aquí-

-Sí-contestó la humanoide, recobrando rápidamente el sentido. Tan pronto hubo recuperado la consciencia, se soltó de los brazos de Bill y éste, observando lo incómodo de la situación, hizo lo mismo.

-¡Macky!-le gritó Tom a su hermano, ya unos cuantos metros a la distancia, rodeado por todo el cuerpo de seguridad de VSD-¡Tenemos que irnos antes de que cierren las calles!-

Así, aún de pié uno frente al otro, Alice y Bill se observaron en silencio, sabiendo que tenían que separarse. En silencio, cada uno tomó su propio camino y antes de que Bill pudiese volver la vista para buscar de nuevo a la humanoide entre la multitud de gente que había en la plaza, ella ya había desaparecido.