27 de noviembre de 2011

Muñeca

Muñeca by Diana Harlu Rivera on Grooveshark



Un pié a la vez, la delgada modelo descendió del elegante aero negro en el que venía, acompañada por una de sus únicas relaciones públicas conocidas, su mejor amiga Lexie. Con toda la gracia posible, se quitó los enormes lentes de sol que traía colocados sobre el rostro, apeándose para dejar salir a la morena que venía tras de sí, la cual parpadeaba fascinada, observando todo a su alrededor.

-Concéntrate, Carolina-le exigió a la mujer que venía con ella, haciendo que esta centrara su atención de nuevo en las puertas frontales del edificio. Silenciosamente, las dos comenzaron a caminar sobre el pavimento gris bajo sus elevados talones hasta alcanzar la serie de cristales que giraban como en un carrusel, antes de abrirse paso para entrar al abarrotado complejo.

Dentro, todas las miradas se volcaron en ambas chicas, quienes, totalmente tranquilas, avanzaron sin dirigirse a una sola persona. Anonadados, los hombres se quedaban sin habla apenas mirarlas y las mujeres enfurecían a su paso, deseosas de poseer una belleza semejante. No fue hasta que alcanzaron a entrar en un pequeño cubículo de los múltiples ascensores que había en el edificio  que la atención sobre ambas cesó, haciendo que todo volviese a la normalidad en el recibidor de una de las agencias de modelos más cotizada en el mundo. Dentro del cubículo, el par se miró la una a la otra y, encantadas ante semejante nivel de atención, se echaron a reír.

Unos cuantos pisos arriba, Tom Kaulitz firmaba las últimas hojas de su contrato, el cual ya había sido verificado previamente y mandado a reimprimir por dos de sus más cercanas amistades: Fabiho Laggerfeld y Andreas Hoffman. Sentado a la cabeza de un largo escritorio de madera clara y olorosa, el estresado guitarrista pensaba en todas las cosas que estaba haciendo únicamente con la esperanza de toparse con ella, la anhelada Frances Umbrose. 

Lexie
Cansado ante tanta burocracia, el músico levantó la mirada, harto de leer tantos puntos en el contrato, así como de escuchar la perorata de la abogada que tenía frente a sí, una mujer rubia de labios colorados y lentes de armazón cuadrado. Justo a tiempo, una delgada silueta se encontró frente a él, pasando a través del pasillo que se hallaba justo delante de él, divididos ambos por un muro de cristal que se interponía entre los dos.

Soñada, como siempre, se encontraba la figura, desplazándose con sus aires de bailarina de ballet un paso a la vez, siempre con ese mismo compás al caminar, como el de una melodía perfectamente cronometrada. Elástica y ligera, le daba la impresión de ser más una muñeca que una persona de carne y hueso. Mirándola de perfil, su nariz de una curva perfecta era uno de los primeros rasgos de ella que saltaban a la vista, mas no el único. Atraído a mirar el resto de su anatomía, el nada inocente hombre que se encontraba acomodado en una silla en medio de sus amigos y consejeros, no perdió oportunidad para repasar la otra parte de la anatomía humana de Frances Umbrose que las revistas no siempre enfocaban bien.

Fascinado, el atractivo hombre de farándula se encontró con la grata sorpresa de que la mujer de sus sueños no era únicamente hermosa, sino también visualmente atractiva. Con unas piernas largas y bien torneadas como para morirse, éstas apenas y le hacían justicia a sus senos altos y firmes, así como a sus caderas bien redondas y su trasero prominente. Encantado con todo lo que veía, el mayor de los hermanos Kaulitz se deshacía de ganas por correr y plantarle un beso en aquellos labios carnosos que desde el primer momento en el que la vio le llamaron la atención. 

Sin embargo, se vio obligado a mantener la compostura, clavando fuertemente sus dedos en los muslos en un intento de contener los deseos sexuales que la modelo australiana despertaba en él. No obstante, bajo ninguna circunstancia pudo dejar de mirarla y, para su sorpresa, en un descuido de ella, las miradas de ambos se cruzaron. Maravillado, el guitarrista no lo podía creer: ¡Frances Umbrose lo había visto! 

Del otro lado del cristal, los perspicaces ojillos de la mujer no perdieron detalle del hombre que acababa de ver y, coquetamente, le sonrió de manera más que encantadora. Hecho polvo ante ese gesto, Tom Kaulitz no pudo evitar suspirar audiblemente, para el espanto y extrañeza de todos los presentes.

-Acepto lo que sea...-exclamó acto seguido la segunda voz de Tokio Hotel, antes de terminar la frase en su cabeza: "Con tal de estar con ella".


1 comentario:

Itzel dijo...

¡Pero miren nada más con qué me vine a topar! ¡El mismísimo Derek Jaeger se anda paseando por la historia de Harlu!... Ok, omitamos esa parte, lo que pasa es que Ian es parte también de mi historia, y el simple hecho de verlo aquí me quedé sorprendida porque hasta creo que nos pusimos de acuerdo para las fotos Ö :)

¡Qué bonito arreglo para la 2da temporada de C.H!, y aunque todavía no sé quién es el otro galán que sale a lado del increíble Ian, espero que pronto me lo enseñes y por fin nos des el chance de ver, (porque creo que aun no la has presentado) a la mujer que trae de cabeza aquí al señor Don Calentura ¡Digo! Tom Kaulitz: Frances Umbrose, que espero, y ojalá, y no me falle, sea la linda pelirroja del centro. ¡Ya, me callo!

Tengo que decir que ese Tom en vez de dar coraje da risa con todas las babosadas que hace en sus ataques de calentura, ya ves que ni son frecuentes XD y al rato, a ver si no se da de topes en la pared… ¡Muy buen capítulo! Sube pronto

Besos!




S.K