3 de junio de 2012

Despertar




Despertar by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-Buenos días...- le susurró él al oído, fuertemente abrazado a su cuerpo, a su característico olor a cerezas. Tiernamente, la envolvió también con sus piernas, causándole una risa que la estremeció de pies a cabeza, hasta el más pequeño de sus cabellos mal recortados.

-¡Buenos días!- replicó ella entre carcajadas, acariciando sus brazos con las palmas de sus manos. No recordaba haber sido más feliz antes, desde su primer despertar.

-Hey...- musitó alguien más, en un hogar diferente, en una cama de colchas inmaculadamente blancas y paredes cubiertas de rosetones alegres. Con la cabeza pelirroja de la mujer sobre su pecho, se fue haciendo gradualmente consciente de cada parte de su cuerpo, la mayoría de ellas adoloridas a causa del embaro de tanto andar corriendo de un lado para otro; sin embargo, jamás se había sentido tan feliz.

-Hey...- contestó una vocecilla todavía dormilona, cuya portadora acariciaba con sus manos la piel tostada  del músico que tenía recostado debajo de sí. Con los brazos abiertos como alas, ella se encontraba protegida en una de ellas, sintiendo cómo se curvaba en torno a su cintura- ¿Qué tal dormiste?

-Dormí, para variar, en mucho tiempo- confesó él, sintiéndose profundamente descansado- Aunque tampoco te confíes... no es que vayamos a dormir siempre.

-No puedo esperar a estar lo suficientemente repuesta como para que eso pase- rió la muchacha, acercándose aún más a la fuerte figura masculina que tenía frente a sí.

-Scarlett, ¿Podrías prestarle a Natalie...?-

-¿Te molestaría tocar antes de meterte como burro en mi recámara?- cuestionó la mujer, levantando a medias su pelirroja cabeza del pecho del guitarrista que se encontraba tumbado en su cama.

-Está bien...- retrocedió el hombre, hasta volver al umbral de la puerta, donde, en aquella ocasión, se molestó en tocar con los nudillos la puerta blanca de madera- Scarlett, ¿Puedo pasar?

-No- contestó oriundamente y entre risas la joven, abrazándose el fuerte cuerpo masculino que tenía a un lado. Éste, por su parte, también reía: jamás imaginó que su estilista terminaría pasando la noche en la casa de su novia, de cuyo ex novio se acababa de enamorar la noche anterior, después del rescate en Astrella.

-Bueno, entonces sácame un suéter o algo así para Natalie, por favor- le rogó, todavía contra la puerta- Le dio el suyo a Violet anoche y tiene que volver a casa. Vamos a salir a desayunar.

-¿Y por qué no le dices a Lexie?- cuestionó la menor de los hermanos Umbrose, demasiado cómoda como para abandonar su cama y el lugar junto al hombre que amaba.

-Ella... no está. Se fue con Dorian, dejó un recado y dice que... "Frances y Alexei: Fuimos a buscar el vestido de novia. Volveremos para la comida."- recitó el hombre de cabello castaño obscuro. Mientras tanto en la habitación, la pelirroja Frances se sentó abruptamente en el colchón, con los ojos tremendamente abiertos a causa de la sorpresa.

-¿QUÉ?- exclamó ésta, pegando el grito en el cielo, al mismo tiempo que se ponía de pie- ¡Se fueron a buscar el vestido y no me lo dijeron! ¡Carajo, de nada sirve ser la dama de honor! ¿O qué?

-Yo diría que "o qué"- musitó Tom, entretenido ante toda aquella pantomima.

-¿Me acompañarías? ¿A alcanzarlos y buscar el vestido?- inquirió la humanoide, dirigiéndose a su fascinado acompañante, quien no podía dar crédito a lo que estaba viviendo.

-¿Dorian y yo podemos irnos a jugar tennis?- respondió con otra interrogante el músico, sentándose a medias en la cama.

-Si quieres- le sonrió abiertamente su compañera, dirigiéndose hacia su vestidor- ¿Pasamos a tu casa a que te cambies de ropa?

-No me suena tan mal- consintió el guitarrista- Mientras llévale su suéter a Natalie.

-Entonces, ¿Ustedes son...?

-Hermanas- contestaron a la par el dúo de bellas mujeres, vestidas con la enorme ropa masculina del músico, la cual les nadaba sobre sus esbeltos cuerpos. A causa de las conmociones de la noche anterior, no habían tenido tiempo de fijarse en que ninguno de los humanoides tenía una sola prenda que ponerse.

-Yo soy la mayor- se jactó Tim, señalándose a sí misma por el dedo pulgar- Por una micra de segundo.

-Sólo por parpadear primero...

-Como sea...- interrumpió la mayor de las hermanas, que se habían identificado a sí mismas bajo el apellido "Lacrosse"- El punto es que yo estoy encargada de Violet y Sascha está...

-¿Encargado de ustedes?- cuestionó el músico, sentado cómodamente en su propio sofá, frente a la pareja de mujeres.

-Creemos que es así- respondió dubitativamente Violet en aquella ocasión- Él no es pariente consanguíneo nuestro. No guardamos relación alguna con él.

-Y, discupen la indiscreción, pero ¿Por qué su grupo no está formado por cuatro integrantes como el de Alice y Frances?- inquirió el intrigado alemán, quien llevaba toda la mañana cubriendo a las hermanas con distintas preguntas acerca de su origen, especialmente a Tim.

-No lo sabemos a ciencia cierta- contestó Tim. Después de un largo rato de reflexión, Georg se había dado cuenta que usualmente, cualquiera de las dos que respondiese a sus preguntas, siempre hablaba en plural, como si las opiniones que manifestaba alguna hablaran por ambas- Cuanto despertamos y recibimos las ordenes de nuestra madre, únicamente vimos junto a nosotros la cápsula de Sascha.

-Bien, niñas...- expresó ligeramente abrumado el músico, echándose hacia atrás en el sofá, hasta que su espalda se acomodó contra el respaldo del asiento- Sería encantador seguir hablando con ustedes el resto del día pero sinceramente tengo hambre y supongo que ustedes también. No han comido desde que salimos de Astrella; además, necesitan ropa nueva.

-¿Podemos escoger?- preguntaron al mismo tiempo las hermanas, entusiasmadas ante la idea de comer y conseguir ropas nuevas. A diferencia de Alice, Frances y los suyos, ellas tenían un nivel de conocimientos que se basaba en el aprendizaje visual. No tenían la necesidad de que les explicaran algo: su cerebro lo hacía automáticamente por ellas. Como un avance médico y biológico, usaban 30% más de su cerebro que los humanoides de Vo y Watts.

-Así que tú jamás...

-Tengo una ligera noción acerca de cómo funciona el proceso, lo entiendo- se explicó el joven de cabello castaño, con la mirada perdida en el inmenso plato de huevos revueltos que engullía a una velocidad increíble, en presencia de Gustav, Phoebe y el hermano mayor de esta última.

Sascha
Decidido a no dejarlo morir de hambre, Andreas se levantó temprano por la mañana, dirigiéndose hacia la habitación en la que había instalado a su invitado, misma que pertenecía a su hermana en sus gloriosos días de soltera y que él había mandado a remodelar desde hacía mucho. Allí, entre suaves almohadones color turquesa, lo encontró dormitando profundamente, con una sonrisa enorme decorando sus labios rosados de complexión delgada. Débilmente, suspiraba de manera paulatina, como quien tiene un sueño agradable. Tendido cuan largo era en la cama, abrazaba con fuerza uno de los almohadones como si se tratase de una persona.

-A mí también me alegra tener alguien con quien vivir- musitó el ejecutivo con genuina alegría. Desde que Phoebe se había mudado con su entonces novio, se había sentido muy solo. Ahora, tenía con quien compartir sus noches y su morada. Finalmente, después de otro rato de contemplarlo en silencio, se dirigió a él con mucho cuidado de no sobresaltarlo con su voz- Oye… bella durmiente…
-¿Eh?- replicó éste de inmediato, completamente despierto, más, sin abrir los párpados.
-¿Quieres comer algo?- le preguntó cordialmente- Literalmente, llevas la vida entera sin probar bocado.
-No estaría mal- consintió de inmediato el sujeto que se identificaba a sí mismo bajo el nombre de Sascha Bennet.
Una vez que se hubo levantado del amplio colchón king size en el que se había alojado la noche entera, Andreas le enseñó pacientemente la forma de utilizar el baño con tina y jacuzzi con el que contaba la recámara y, de igual manera, lo guió a través del apartamento, enseñándole con detalle cada una de las habitaciones.
Finalmente, cuando lo hubo acicalado lo suficiente como para sacarlo a la calle, se topó con que tenía una llamada perdida en su holocomunicador, que provenía del número de su hermana, quien seguramente debía encontrarse en el departamento que desde hacía largo tiempo compartían con su marido, aún antes del matrimonio.
-¿Qué pasa, Phoebs?- le preguntó una vez que ésta le hubo contestado, ante la mirada atónita de Sascha. Con un gesto, le indicó que le explicaría luego.
-¿Cómo está tu invitado?- le contestó con otra pregunta la mujer, encontrándose en el vestidor de su hogar, preparándose para salir: estaba dispuesta a ir a auxiliar a su hermano en el cuidado de aquella inusual criatura.
-Bastante bien, gracias por desconfiar- replicó entre risas el individuo, recargándose contra uno de los mostradores de su cocina; a su lado, Sascha imitó el gesto, desde la postura hasta la manera en la que había acomodado los brazos, uno encima del otro- Antes de que hagas alguna anotación a lo que acabo de decir, analiza que fui la persona que te peinó durante todos tus años de colegio.

-Creí que habías perdido el toque- confesó ella, cruzándose de brazos de la misma manera, al otro lado de la línea- ¿Qué? ¿Lo vas a llevar a comer algo o intentarás cocinarle?

-Pienso mantenerlo con vida, ¿Sabes?- respondió el hombre, rascándose la barbilla. A su lado, su invitado hizo lo mismo, manteniendo cuidadosa observación en su tutor- Vamos a ir a desayunar. ¿Quieres acompañarnos?

-Suena fantástico. Envíame las coordenadas del lugar para que codifique mi aero con la dirección- pidió la menor de los hermanos, calzándose los zapatos de piso que había escogido para el conjunto que usaba.

-¡Maneja, Phoebe! ¡Maneja!- le aconsejó él, siendo irónico como acostumbraba- ¿Qué será de ti cuando las máquinas se revelen en nuestra contra? Serás la primera en sucumbir.

-¿Las máquinas se revelarán en nuestra contra?- preguntó Sascha, tremendamente alarmado. Como los primeros humanoides, aún tenía dificultades para distinguir el sarcasmo, el más difícil de los tonos humanos de comprender.

-Es un chiste, viejo; también te lo explicaré más tarde- le esclareció Andreas, antes de dirigirse a Phoebe de nuevo- Está bien, nosotros ya nos vamos porque esta criatura luce famélico. Hasta luego.

-¡Los veremos pronto!- se despidió la esposa de Gustav, cortando la comunicación entre ambos.
 -¿Y bien? ¿Te quedarás?

-Eso depende de ti... ¿Quieres que me quede?- cuestionó el hombre, sentado sobre el borde del colchón, con el torso descubierto.

-¿Lo harás? ¿Si digo que sí, lo harás?- inquirió la mujer, cepillando su corto cabello rubio. Jamás antes había sentido tanto miedo de que un hombre se alejara de ella.

-Sí- contestó el individuo, mirándola ir de un lado para el otro dentro de la recámara- Pero tendría que ir por mis cosas.

-Podemos llamar a un camión de mudanzas esta tarde- sugirió ansiosa la criatura, deteniéndose una vez más frente al tocador, al mismo tiempo que se pintaba los labios de color coral.

-Me parece excelente- aceptó él, dejándose caer de espaldas sobre la cama. A pocos metros de él, la mujer se volvió para mirarlo, con una sonrisa enorme dibujada en su rostro, propia de la felicidad genuina que experimentaba en aquél instante.

-Azul...

-Amarillo...

-Va a ser un niño, un niño merece un cuarto azul- argumentó la mujer, avanzando con el carrito de compras entre las manos, por los pasillos de la enorme tienda departamental, observando las distintas gamas de colores que había allí, frente a ella.

-Todavía no lo sabemos y, dada nuestra no humana naturaleza, no podemos asumir que sí va a serlo- refutó el individuo que iba con ella, tratando siempre de ser razonable y no imponerse por la fuerza puesto que, sabía de antemano, que su esposa ganaría en cualquier discusión, ya fuese con él o con el mismísimo presidente de los Estados Unidos.

-¡Claro que sí será un niño! Puedo sentirlo en mis entrañas- insistió Selick, tocándose el vientre abombado con ambas manos- ¿Ves? Si no fuera un niño, no podría hacer eso; se movería.

-Selick... tiene dos meses...

-¡Podría hacerlo si quisiera! Si fuera una niña determinada, como su madre- rió traviesamente la humanoide.


No hay comentarios: