26 de diciembre de 2011

Oculta


Oculta by Diana Harlu Rivera on Grooveshark



A partir de aquella noche de la premiación, donde Tom Kaulitz se encontró por vez primera charlando con Frances Umbrose, las cosas se complicaron un poco para Alice y para Bill.

Apenas dos días más tarde, la humanoide recibió un correo electrónico de Astrella Laboratories en el cual se le indicaba que su presencia ya resultaba obligatoria dentro de las instalaciones de Astrella USA para un chequeo rutinario. Desde que se había mudado con el frontman de Tokio Hotel, la criatura de cabello negro y ojos azules se las ingeniaba para evadir cualquier encuentro que pudiese tener con su todavía marido, Briant. Ahora, aquél mensaje electrónico le indicaba que ya no podía seguirse escapando de aquellas verificaciones que se realizaban por grupo. Nerviosa, no tenía ni idea de cómo planteárselo a Bill; pues no quería mentirle.

-¿Cariño?-musitó una mañana, en la que ambos se encontraban sentados en el comedor del pent-house de Bill, desayunando uno acomodado frente al otro en la mesita de madera.

-¿Sí, amor?-respondió él con toda tranquilidad, antes de meterse un bocado de cereal frío a la boca.

-Hay algo que... tengo que decirte-comenzó Alice, nerviosa. Ante tales palabras, su novio, que hasta entonces se había mantenido muy calmado, levantó su mirada hacia ella en señal de alarma-Es sobre... Astrella...-

-Ah, ya...-murmuró Bill, tragando con dificultad-¿La compañía que...?-

-Exacto-lo interrumpió ella, antes de proseguir con lo que iba a decirle-Lo que pasa es que... tengo que salir por un par de días, a Washington D.C., a la sede de Astrella en América. Es para un chequeo rutinario, volveré más rápido de lo que te imaginas-

Con el bocado de comida atorado en la garganta, Bill se dio cuenta de que temía la ausencia de Alice porque sería una señal de que ella ya no quería estar con él. Dolido, se esforzó en sobreponerse, haciéndose a la idea de que era algo únicamente temporal y su amada novia estaría de regreso más pronto de lo que se imaginaba.

-De acuerdo-contestó el menor de los Kaulitz, intentando sonar natural-¿Son...? ¿Son muchos días? ¿Necesiatas que te acompañe?-

-No hace falta, amor; gracias-replicó la humanoide, contenta de que él lo hubiese tomado tan bien. Extendiendo su mano sobre la superficie de la mesa, se detuvo hasta encontrar la de su novio, para tomarla entre sus dedos-Sólo es un fin de semana que tengo que pasar confinada en las instalaciones de Astrella. Volveré más rápido de lo que eperas-

-Me da gusto-afirmó Bill, siendo sincero. Un poco más tranquilo al saber que no serían más de dos noches lo que Alice y él pasarían alejados, siguió desayunando en calma-¿Y cuando te tienes que ir?-

-Hoy en la tarde-contestó Alice tímidamente, sabiendo que esto escandalizaría a Bill. De inmediato, su novio pareció atragantarse con el bocado que se había metido a la boca, abriendo los ojos enormemente. Tosiendo de manera estrepitosa a causa del sobresalto y de haberse atragantado con la comida, la humanoide le palmeó la espalda en un intento de que se le despejara la garganta.

-Es... está bien-farfulló el aturdido vocalista, intentando hacerse a la idea de que desde ese mismo día en la noche su novia y él no pasarían la noche en la misma cama-¿Quieres que vaya a dejarte al aeropuerto?-

-Si eres tan amable-respondió ella-Te prometo que no me tardaré-

-Lo sé-expresó él con dificultad, tragando todo el aire que podía-Lo que pasa es que... no esperaba que fuera tan pronto-

-Te entiendo-replicó la humanoide condescendientemente-Lo que pasa es que... no quería decirte hasta estar completamente segura de que mi asistencia resulta indispensable-

-Fue lo mejor-murmuró Bill, todavía atolondrado-Gracias, cariño-

-Hey...-intervino una tercera voz en la conversación, una voz un tanto distraída y vacilante. Al escucharla, ambos, humano y humanoide, voltearon hacia su interlocutor, al que no habían visto en un par de días-Buenos días-

-Buenos días-contestaron Alice y Bill a la par, quitando sus manos de encima de la mesa para que no le estorbaran a aquél adormilado tercero que avanzaba trastabillante hacia ellos dos.

-¿Qué tal dormiste, Thomas?-inquirió el menor de los hermanos, dirigiéndose a su gemelo.

-Quisiera haber dormido...-repuso Tom, dejándose caer en la sillita de madera-Regresé bastante tarde anoche-

-¿Y bien?-quiso saber Alice, observando a su cuñado con verdadero interés-¿La encontraste?-

-Eso me hubiera gustado...-contestó el guitarrista, acomodándose en su asiento propiamente-¡No tengo idea de dónde está! Lleva fácilmente una semana desaparecida. La prensa no sabe nada de ella, no se le ha visto en ningún club del mundo. No sé qué sucede con esa mujer...-

-Seguramente está de vacaciones-aventuró Bill, intentando tranquilizar a su hermano-Ya ves... cuando nosotros nos perdemos...-

-Somos iguales-completó Tom la frase-Tienes razón... me calmaré-

-Además, tienes que ponerte de buenas pronto, hermanito-se dirigió Bill a su hermano mayor-Vamos a pasar un fin de semana de la hermandad-

-Alice va a salir, ¿Cierto?-inquirió Tom de inmediato, dirigiéndole una mirada acusadora y burlona a su gemelo de inmediato.

-¡Thomas! ¡No puedes insinuar que te utilizo como diversión secundaria!-se quejó Bill, vociferando.

-Lo haces-contestó Tom, seguro de lo que decía, mientras se ponía de pié-Y no te culpo. Voy a bañarme y los acompaño a donde quiera que vayan a ir hoy-

Esos acontecimientos habían tenido lugar la mañana del día viernes 8 de julio; en la tarde de aquél mismo día, Mia Alice Project, una de las primeras humanoides jamás creadas, se encontraba en una sala de forma rectangular, rodeada por paredes blancas como la cal, sumida en un silencio total. Completamente sola, se halló a sí misma incómoda ante esta situación,  desacostumbrada ya a no estar en compañía de terceros. Abrigada por un grueso corte de tela marca Burberry, la humanoide de cabello medianamente largo, flequillo recto y ojos azul brillante, se limitó a juguetear con los dedos de sus blancas manos conforme aguardaba la llegada de su creador, el doctor Richard Vo.

-Por un momento creí...-

-¿Sabes, Briant?-intervino una segunda voz en la charla que se desarrollaba a unos metros de la posición de Alice-Tu problema es que a veces eres demasiado evidente...-

-Bueno, no es que yo quiera...-

Pero ni siquiera había terminado la oración la criatura que se encontraba ya a poca distancia de la que fuera su esposa, cuando se quedó completamente paralizado, observándola con fascinación: estaba diferente. El corte de cabello ya no era el mismo que cuando había abandonado la casa, se le notaba un poco más rozagante y feliz; además, sus gestos eran diferentes.

Al sentir la mirada abrasadora de él sobre su persona, la primera reacción de la humanoide que se encontraba sentada fue pretender que nada sucedía. Así se las ingeniaba con los medios cuando salía con su ahora pareja, Bill Kaulitz, para ignorarlos y que de esa manera ellos perdieran el interés en su ser; sin embargo, con Briant, su todavía marido, aquella táctica no funcionó.

Un paso a la vez, un maravillado humanoide de cabello negro y corto avanzó hacia la que desde su nacimiento había considerado su pareja, sin importarle lo que tenían que decir sus compañeros humanoides, los cuales lo observaban con emociones confundidas entre la duda y el resentimiento. Aún así, se movió hasta quedar completamente  delante de ella, frente a su asiento de gusto minimalista.

-Hola-susurró en voz muy baja.

-Hola-contestó ella de manera indiferente, pretendiendo que él no estaba ahí. En silencio, ambos permanecieron sin dirigirse la palabra, él con su mirada clavada en la hermosa criatura que tenía aún sentada frente a sí. Avergonzada, ella evitaba su mirada, sabiendo que no tenía corazón para verlo después de lo que ambos se habían hecho.

Pocos minutos después, apareció el científico, ataviado con su característica bata blanca y sus lentes de armazón metálico. Sin palabras, se quedó observando a sus hijos y sin necesidad de conjeturar demasiado, supo que algo andaba mal entre ellos. Lentamente, se retiró los lentes del rostro y los dobló hasta convertirlos en una diminuta tarjeta.

-Hijo...-murmuró en tono compasivo,observando condescendientemente a su creación. De inmediato, éste volteó su rostro, buscando la voz de su padre, que tan familiar y cálida sonaba a sus oídos. Con los ojos llororosos, al estudioso no le costó demasiado trabajo adivinar que su hijo estaba pasando por un momento muy duro.


1 comentario:

Itzel dijo...

Pregunta: ¿Cómo es que Briant no sabe sobre el romance entre estos dos chamacos, si se supone que anda "inmerso" en la humanidad"? Tendría que haber visto algo... donde fuera, ¿no?