6 de febrero de 2012

Nocturna


Nocturna by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

El reloj del buró marcaba las cinco de la mañana en números azules cuando la criatura abrió de golpe sus párpados, despertando de sus ensoñaciones, envuelta en el tibio calor de la cama. Por alguna razón que escapaba a su avanzado entendimiento, tenía el presentimiento de que algo andaba mal. Cuidadosamente, se deshizo del abrazo de su novio, quien dormía profundamente, antes de salirse de la cama, avanzando sin rumbo exacto primero por la recámara y después a través del pasillo de suelos color arena, sintiendo la suavidad de la alfombra bajo sus pies descalzos. A través del diáfano cristal de una de las ventanas, vislumbró a la mujer, su piel iluminada por la luz de la luna, pensante y encogida como un ovillo en uno de los sillones de la terraza. Con la mirada perdida en la distancia, era difícil saber lo que pasaba por su mente.

-¿Qué haces aquí?-le preguntó sin preámbulos, sintiendo de inmediato el frío cortante de la madrugada que acariciaba su piel pero no la hacía tiritar, de pié en el exterior del departamento.

-Pienso-contestó la criatura de cabello pelirrojo sin tapujos, cambiando su mirada hacia su interlocutora, quien vestía una sencilla camisola de color negro, la misma que le había visto al llegar a ese extraño lugar, apenas un par de horas atrás.

-¿En?-inquirió la chica de la camisola, avanzando en el espacio para tomar asiento en un sillón paralelo al de la pelirroja, quien no le quitaba la vista de encima.

-En todo-confesó sin miedo la mujer, sus ojos verdes tremendamente abiertos-Gracias por no delatarme con Tom-

-Es parte de las reglas-expuso la criatura pelinegra, de ojos azules y piel blanca-Podrías decir que estamos en el mismo barco-

-Es evidente que Bill conoce tu secreto-puntualizó la pelirroja, jugueteando con el vestido negro, el mismo que había usado en el desfile, el que se había vuelto a poner para salir a aquella terraza completamente desconocida.

-No todo...-confesó Alice, pesarosa; cuánto deseaba poder hablarle abiertamente sobre cuál era su misión.

-Debes tener muchas preguntas-dijo Frances al cabo de un rato en el que las dos humanoides se quedaron calladas.

-Demasiadas-reconoció la humanoide de espeso cabello obscuro-Desde que te vi por primera vez...-

-No fue bastante agradable aquél encuentro, ¿Eh?-se rió Umbrose, evocando el momento en su memoria infalible.

-No tanto-rió la novia de Bill-Ustedes no son precisamente...-

-¿Simpáticos?-completó la pelirroja la oración, entre risas de ambas criaturas-Lo sé; pienso que nuestro padre no nos creó precisamente para eso-

-Él tampoco es una perita en dulce-comentó Alice de manera socarrona, pensando en el egocéntrico y presumido Anderson Watts.

-Se parece muchísimo a Dorian-comentó Frances.

-¿Él y tú...?-

-No somos pareja, si eso es lo que crees-la interrumpió Umbrose, con una sonrisa dulce en su rostro-Él es mi hermano-

-¿Cómo es eso posible?-inquirió la hija de Richard Vo, tremendamente sorprendida. Hasta donde ella sabía, no era posible que entre humanoides existieran lazos consanguíneos; ya que todos sus códigos genéticos eran completamente diferentes.

-Estamos hechos a partir de una misma célula-explicó Frances sin dejar de sonreír; sabía de antemano lo que debía de haber pensado Alice, ya que, a diferencia de ella, la criatura de Anderson Watts sí estaba enterada de la misión del grupo de la novia de Bill-Si te das cuenta tenemos ciertos rasgos similares, aunque no sean muy evidentes-

-Qué extraño-expresó la cuñada de Tom, reclinándose en su sofá-Creí que todos habíamos sido creados en parejas porque...-

-Tenemos que procrear la nueva especie-completó la pelirroja el pensamiento de Alice-No, no es realmente mi objetivo. Dorian y yo estamos diseñados para probar los lazos afectivos humanos-

Sorprendida ante semejantes declaraciones, la mercadóloga cerró los ojos pensando en el infinito egoísmo de Astrella. ¿Como podía lanzarlos al mundo sin saber si se toparían con más como ellos? Ahora, las posibilidades de que hubiera más humanoides desperdigados por el mundo le sonaban completamente razonables.

-¿Alice?-la llamó Frances después de un rato que ambas pasaron en silencio, intentando atraer su atención.

-Dime-respondió la interpelada, sin moverse.

-Gracias por salvarme hoy-expresó Umbrose un tanto cohibida. En silencio, la novia de Bill abrió los ojos lentamente, para después enderezarse dentro del sillón en el que se encontraba acomodada, de manera que pudiera visualizar correctamente a la pelirroja, quien a su vez no le quitaba la mirada de encima.

-No hay de que-contestó Alice, seria-Fue instintivo-

-De todas formas, gracias-insistió Frances.

Sin más que decir, un silencio un poco más cómodo se creó entre ambas mujeres y, durante un corto lapso, ambas disfrutaron la compañía de la otra, sabedoras de que ambas eran portadoras del mismo secreto. No fue sino hasta que se escucharon los pasos somnolientos de Bill cerca de ellas cuando la atención de las chicas volvió a centrarse en algo.

-¿Amor?-llamó una vocecilla pastosa, proveniente de un individuo que se frotaba los ojos con una mano-¿Quieres venir a dormir un rato más? Son cerca de las seis y no has descansado-

-Por supuesto, vámonos-accedió Alice, levantándose de la silla con un salto ligero, cosa a la que ya se había acostumbrado el vocalista. Silenciosa, Frances permaneció en el mismo sitio por unos segundos hasta que se dio cuenta de que el cantante la observaba como si quisiera que ella se fuera a dormir también. Sin entender cómo, la humanoide pronto terminó acatando las órdenes sin palabras del hermano mayor de Tom.

La criatura del doctor Richard Vo tomó al pelinegro de la mano en silencio y juntos avanzaron al mismo paso hacia la recámara donde desde hacía meses dormían juntos. A propósito, Umbrose se retrasó en su propia trayectoria y una vez que hubo perdido a la pareja de vista, se desvió hacia la sala del pent-house, en donde había visto a Tom dormitar sin cobijas cuando se dirigía hacia la terraza.

En silencio, la mujer avanzó con sus pies descalzos a través de la mullida alfombra que había en casi toda la habitación hacia el centro de la misma, con dirección al sofá de tapicería negra donde el corpachón del guitarrista alemán descansaba sin prisas. Lentamente, fue deslizándose de manera indetectable, elástica y parsimoniosa como siempre, hasta que finalmente alcanzó el mueble, del cual una mano que era cerca del doble de grande que la de ella colgaba sosamente. Poco a poco, la criatura fue acuclillándose hasta quedar completamente de rodillas frente al sillón.

Sabedora de que por primera vez tenía todo el tiempo del mundo para admirar el rostro que tantas pasiones había despertado en ella, se pasó tanto tiempo como quiso mirando detenidamente cada uno de los rasgos de aquél hombre al que amaba con tanto ahínco y con tan poca consciencia. Como quien conoce de arte y observa una pintura exquisita, así miraba Frances Umbrose a Tom Kaulitz, sintiéndose la mujer más feliz, la más plena y la más llena de posibilidades. Ahora que el yugo de Annya se había esfumado, era totalmente capaz de hacer todo aquello que antes la barrera de su mejor amiga le había impedido.

Durante largos minutos, lo observó hasta la saciedad, hasta la salida del sol. Cuando los rayos dorados y cálidos del astro rey comenzaron a llenar poco a poco la habitación con su luz reconfortante, decidió que era tiempo de dormir un poco. Cautelosa de no despertarlo, se fue acercando al objeto de su deseo, hasta que finalmente se encontró a su oído, presta para hablarle.

-Descansa-musitó con delicadeza, exhalando su tibio aliento sobre su piel acaramelada. Acto seguido, con su mano derecha repasó los contornos de su mejilla en una caricia, sacándole una sonrisa inconsciente. En silencio, se fue alejando de él sin dolor alguno, para postrarse en el suelo insonoramente, lista para dormir. Tranquila, cerró sus párpados sin maquillar y se dejó caer en el dulce seno del sueño sin preocupaciones.


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