19 de septiembre de 2011

Novedosa sensación





De pié en la habitación de decoración minimalista, Tom Kaulitz observó durante largo tiempo a la mujer que tenía sobre su cuerpo: la manera en la que su espalda se arqueaba, el largo de su cabello cayendo por su rostro de facciones divinas cada vez que se alejaba de él para arremeter de nuevo contra sus labios, el brillo fascinante de su piel bronceada y la escultural figura de la que era dueña; todo era suyo.

Lentamente, las manos del hombre se paseaban por cada uno de los rincones del cuerpo de la modelo, la cual sonreía de manera provocativa al mismo tiempo que se dedicaba a hacer lo mismo con él: disfrutaba tocando su ancha espalda, a la cual le gustaba aferrarse y clavar sus pequeñas uñas, dejándole dolorosas marcas al mayor de los hermanos Kaulitz el cual, embelesado ante la maravilla de poder tener entre sus manos a la mujer que deseaba con locura día y noche, apenas y era consciente de estos gestos. Sumido en la tarea de hacer que ella se retorciera de placer en sus brazos, difícilmente tenía espacio dentro de su mente para otra cosa que no fuesen las torneadas piernas, el trasero firme y los senos altivos y llamativos que tanto le gustaban de ella.

Si bien ambos eran conscientes de que no se amaban con locura, sabían que este pequeño fenómeno, el enamoramiento, no iba a quitarles la posibilidad de disfrutar al máximo el sexo, uno de los pocos factores que los mantenían unidos y, además, algo en lo que ambos eran muy buenos. 

Trenzados dentro de la cama de sábanas de seda, Tom sudaba la gota gorda dándose abasto en el cuerpo de  Annya, el cual se retorcía contra el colchón como poseso, aferrando sus manos en cualquier objeto que encontrase a su alcance: almohadas, sábanas, el cabello de él, sus hombros fuertes y llamativos. Sus pequeñas uñas incoloras dejaban marcas por donde pasaban, mientras su rostro se crispaba de sudor al mismo tiempo que su cuerpo se movía sin control, bajo el peso de la figura escultural del hombre que tenía encima, aquél cuyas trenzas se agitaban al compás de los movimientos que hacía, arremetiendo velozmente sobre la pequeña anatomía que, debajo de él, gritaba extasiada de placer.

De repente, al borde del orgasmo, el hermano mayor de Bill Kaulitz sintió algo diferente a cualquier cosa que hubiese experimentado antes: este impulso no nació de su cuerpo, el cual de súbito pareció desconectado de su mente, sino de lo más profundo de él mismo, como si hubiese estado ahí desde antes de su nacimiento y, precisamente en ese momento y lugar, floreciese abriendo todo a su paso. Sin aliento, el hombre se retiró de la mujer que intentaba aprisionarlo entre sus brazos, sintiendo que el aire le faltaba. 

-¡Oye!-exclamó ella, histérica, al ya no sentir el miembro de él entre las piernas; mientras el guitarrista de Tokio Hotel retrocedía, completamente en blanco, hasta sentarse en el borde de la cama.

Dentro de él, en lo más profundo de su mente y su corazón, el rostro de una mujer explotó dentro de su cerebro, inundando su pensamiento con él. Las facciones delicadas, los tremendos ojos azules que parecían capaces de dejar sin aliento a cualquiera, los labios pequeños y sonrosados, la nariz delicada, el cuello largo y estilizado, los hombros frágiles, el talle de apariencia fuerte y al mismo tiempo armonioso: un conjunto angelical. Aún así, no era el rostro perfecto o el cuerpo de desmayo lo que habían llamado la atención del afamado músico tanto como el sentimiento que se enredaba en torno a la criatura, la cual sonreía de manera inocente: una emoción, un éxtasis y al mismo tiempo una locura sin precedentes que, al parecer, no provenían de él mismo sino de alguien más, un hombre que no podía sacarla de su cabeza, por más que lo intentaba.

-Me tengo que ir-susurró él sin aliento, levantándose de la cama, impulsándose con ambas manos del reborde del colchón. Desnuda en medio del revoltijo de sábanas y almohadones desperdigados, la pequeña y hermosa humana lo observaba sin palabras.

-¿Perdón?-escupió indignada, creyendo que estaba soñando. ¿Dejarla plantada? ¿En pleno acto sexual? ¿A ella?

-Tengo que irme-le repitió Tom sin mayor embaro, buscando por la habitación su ropa-Sucedió algo y... es una emergencia-

-¿Una emergencia?-inquirió entre risas irónicas la mujer, levantándose a medias de la cama-¿De qué carajo estás hablando? Vuelve aquí inmediatamente antes de que cambie de opinión-

-De verdad, necesito salir de aquí-expresó él, ya medio vestido, caminando hacia el pasillo con el torso aún desnudo-Es... es mi hermano, algo le sucedió y... no me explico qué es-

-¿Y me vas a dejar por eso?-insistió Annya, cada vez más fastidiada.

-Tengo que-replicó en tono de disculpa el hermano mayor de Bill, tomando sus cosas-Te llamo después, ¿Está bien?-

-¿Es...? ¿Está bien?-repitió la chica las últimas palabras de su novio.

-Nos vemos luego-fue lo último que él alcanzó a decirle, sin nada más en la mente que el rostro de la mujer y el sentimiento que, bien sabía, pertenecía a su hermano gemelo. ¿Quién era ella?


1 comentario:

Itzel dijo...

¡Mi amor! ¡ Qué bonito!...

No lo de Tom en pleno acto salvaje, sino lo que le paso por ver lo que Bill sentía...¡Ay, mi vida!...

¡Que hermoso!..

besos!

S.K