2 de septiembre de 2011

Mundo exterior





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De pié frente a la puerta principal de Astrella Laboratories, enfundados en gruesos abrigos que apenas y dejaban que se les vieran sus rostros, los estudiantes de Richard Vo, así como el mismo científico, permanecían estáticos, la vista al frente, fija en el helipuerto que había delante de ellos, esperando que en cualquier momento el helicóptero de Dodman Roberts aterrizara en la pista. Apenas habían pasado alrededor de cinco minutos, un ruido semejante al que produce el batir de alas de una libélula se dejó escuchar, acercándose cada vez más a la posición de todos ellos hasta que, finalmente, el armatoste de metal de diseño largo hubo tocado tierra. Atemorizada, Alice tomó por mero impulso la mano de Briant, la cual él le apretó cariñosamente en señal de apoyo.

-Bien, bien, bien...-exclamó la voz, brotando de las profundidades del aparato-Miren quién sabe ser puntual... excelente, Richard; creí que no lo lograrías-

-Ordenes son ordenes, señor-replicó Vo, no sin cierta molestia, ante el tono burlón de Roberts.

-Precisamente-replicó el hombre de negocios, surgiendo finalmente a la luz del helipuerto-¿Están listos?-

-Cuando usted quiera tomarlos-contestó el científico, haciendo tripas de corazón por no caerse a pedazos en ese mismo instante. En respuesta a las palabras de Vo, Roberts sonrió enormemente, ansioso.

-¿Entonces qué estamos esperando?-inquirió en voz más baja y un tono de voz misterioso-Que entren-

Sin comprender mucho de lo que los dos humanos decían, los humanoides se volvieron para ver atemorizados a su creador, el cual se mantenía impasible con la mirada fija en Roberts, quien le sonreía burlonamente.

-¿Maestro...?-musitó Selick, al ver que Vo no se dirigía a ellos.

-Es hora-soltó Vo, con todo el esfuerzo del que fue capaz en aquél momento. Finalmente, sus pupilas se giraron hacia los cuatro paralizados humanoides, los cuales se mantenían en una franja perfectamente alineada frente a él-Tienen que irse, muchachos; nos estaremos viendo pronto-

El momento, el cual de repente se volvió un tanto tenso, no fue otra cosa para los humanoides que la primera despedida que presenciarían en sus vidas. Reticentes a irse, las chicas estuvieron a punto de soltarse a llorar cuando Vo les sonrió condescendientemente a los cuatro, mientras, por dentro, el científico también se encontraba destrozado: se le hacía demasiado difícil verlos partir.

-Está bien-exclamó Redgie con voz fuerte, a pesasr de que por dentro se sintiese un tanto entristecido-Vengan, vámonos ya-

A la orden del que era la cabeza del grupo, los cuatro humanoides se despegaron de su creador sin chistar, aún así caminando lentamente, para dirigirse hacia el punto en el cual Dodman Roberts los esperaba con los brazos cruzados.

-Vaya, ya era hora-se dejó escuchar el director de Astrella, sonriéndoles de manera sardónica a los entristecidos humanoides. Enfadado ante el tono de voz que el hombre utilizó con ellos, Briant lo miró de mala gana, preguntándose cómo un hombre tan despreciable como Roberts podía mandar por encima de alguien admirable como le parecía Richard Vo.

Uno a uno, los humanoides fueron entrando al aparato de metal, de forma alargada y con alas extremadamente delgadas, hasta acomodarse en unos cómodos asientos de tapicería negra, en los cuales se ajustaron el arnés de cinturones de seguridad con los que contaba cada asiento, para después colocarse las máscaras de oxígeno que había para cada uno de ellos. Acomodado entre los cuatro, viajaba Roberts, el cual no podía parar de ver a los frutos de años de inversión, tanto suya como de su padre.

-Agárrense fuerte-se burló Roberts de ellos, sabiendo que era más fácil que a él le sucediese algo que a ellos. Alarmada ante semejante recomendación, Alice se sentía inquieta. Notándolo de inmediato, Briant se acercó a ella para susurrar a su oído.

-No temas-musitó, en un timbre de voz tan bajo, y haciéndolo tan rápido, que Roberts ni siquiera se dio cuenta del intercambio verbal entre ambas creaturas.

Apenas hubo acabado de hablar Briant, cuando los humanoides sintieron un fuerte sacudón, como si un algo invisible hubiese tirado de todas sus extremidades al mismo tiempo. Sorprendidos, se miraron los unos a los otros, sin saber qué hacer. De último recurso, fijaron sus miradas en Roberts, quien parecía de lo más tranquilo. Entonces, mentalmente, cada uno hizo la suposición de que, tal vez, ese pequeño estirón era una parte normal del viaje.

En lo que les parecío poquitísimo tiempo, alrededor de una media hora, los humanoides volvieron a sentir un tirón semejante al de la vez pasada y, esta vez, aproximaron que probablemente se debía a que tal vez ya habían llegado a su destino, cualquiera que éste fuera.

Una vez que se hubieron encontrado en tierra firme, las puertas del transporte en el que viajaban se abrieron, produciendo una serie de chasquidos metálicos tras de sí, dejando entrar a una serie de científicos bastante parecidos a los que había en Astrella, los cuales se aproximaron rápidamente hacia los humanoides.

Ahí, sin darles explicaciones, le brindaron a cada una de las creaturas una especie de estuches plásticos que contenían lo que parecían una serie de delgadas membranas transparentes. Rápidamente, los científicos que se encontraban ahí aleccionaron a los humanoides acerca de cómo colocárselas, en los orificios nasales y en las pupilas, como si fuesen lentes de contacto.

Atentas, cada una de las creaturas obedeció las ordenes que se les brindaron y en menos de cinco minutos ya todos las tenían colocadas. Sin entender por qué debían usarlo, ninguno de ellos se sintió en confianza como para preguntar, y únicamente se dispusieron mentalmente a hacer todo lo que se les pidiese.

-¡Llévenlos adentro!-exclamo Roberts, sonando un tanto constipado-¡Háganles un chequeo rápido para ver si no les afectó la altura o la velocidad! ¡Necesitan estar listos en quince minutos!-


Rápidamente, el grupo de científicos rodeo por completo a los humanoides, acompañados por una serie de hombres trajeados que portaban armas en sus manos. Atemorizados ante la movilización de humanos, los humanoides se miraron los unos a los otros, nerviosos, sintiéndose atacados. Sin saber qué les esperaba, por instinto los cuatro se colocaron en posición defensiva. El ambiente, súbitamente se tornó tenso mientras los desconocidos en bata intentaban tomarle el pulso a las creaturas que se encontraban en el centro de aquél inusual grupo.

-Quítense-ordenó una voz de súbito, haciendo que todo en torno a los humanoides se paralizara. Sorprendidas, las cuatro creaturas, las cuales ya se encontraban listas para atacar, fueron recobrando su postura natural lentamente, tranquilizados por aquella misteriosa voz. 

Súbitamente, como si alguna fuerza invisible los hubiese apartado de ahí, tanto los hombres que portaban armas como los científicos le abrieron paso a una mujer alta, delgada, de rostro pálido y labios sonrosados, los cuales contrastaban enormemente con su cabello pelirrojo. Sonriéndoles de manera misteriosa, extendió una mano hacia los cuatro, dejándolos sin palabras.

-Vengan conmigo-les pidió, hablándoles con una voz inusualmente amable. Como hipnotizados, los cuatro humanoides asintieron todos al mismo tiempo y comenzaron a avanzar, sin siquiera darse cuenta de ello hacia la mujer de bata y pantalón de vestir.

Alexis Blair
-Alexis...-musitó una voz detrás de ellos, llamando la atención de todos los presentes. En una camilla, Dodman Roberts extendía débilmente una de sus manos hacia la misteriosa mujer de cabello color fuego y hermosos ojos verdes-Encárgate de ellos...-

Con una expresión neutral en su rostro de rasgos armoniosos y llamativos, la mujer asintió una única vez, antes de volver a enfocar la mirada en el grupo de creaturas que tenía frente a sí.

-Vámonos-espetó de último, antes de girarse, echándose a andar hacia lo que parecía una pequeña torre en forma circular. Un tanto confundidos, los humanoides la siguieron por puro instinto, introduciéndose junto con ella en un elevador de puertas selladas, el cual, una vez que estuvieron los cinco dentro, se dejó caer como si nada fuese a detenerlo. En cuestión de segundos, los cinco individuos se encontraban cerca de cuarenta metros bajo tierra, en las instalaciones de Astrella Laboratories USA.

-Háganles un chequeo-espetó la mujer, al parecer para nadie en un principio; sin embargo, de repente y saliendo de todos lados, un grupo de científicos, más viejos que los anteriores, comenzaron a rodear a los humanoides, tomándoles sus signos vitales y calculando el grado de desgaste que habrían sufrido durante el vuelo. Para sorpresa de todos los presentes, el daño era inexistente: se encontraban como si nunca hubiesen volado antes.

-Todo en orden, doctora Blair-exclamó uno de los científicos, un hombre de rostro serio y cabello entrecano-Están listos para salir-

-Magnífico-se dejó escuchar de vuelta la mujer, la cual se había perdido del campo de vista de los humanoides durante largo tiempo-Avísenle a Roberts que llegarán al puerto de salida número uno-

-Sí, doctora-enunció el mismo hombre, antes de cerrar sus ojos por un segundo-Mensaje enviado, ¿Algo más que necesite usted?-

-En absoluto-negó la mujer-Que comiencen a subir-

Así fue como, a la orden de los hombres y mujeres que había dentro de la habitación, los humanoides comenzaron a movilizarse hacia el mismo ascensor que los había llevado al lugar en el que se encontraban. En el grupo que conducía a Alice, se encontraba la mujer pelirroja que, al parecer, llevaba la batuta de mando en aquél lugar.

-¿Quién es usted?-le alcanzó a preguntar Alice a la misteriosa fémina, sin que nadie más diese cuenta de ello.

-Alguien que comprende tu situación mejor de lo que puedes imaginar-contestó ella, observando a la humanoide de ojos azules y cabello negro por apenas una micra de segundo, antes de volver a enfocar su mirada al frente-Éxito en su misión-

Y fue así, tan repentina y misteriosamente como apareció en las vidas de los humanoides, como Blair desapareció de ellas. Internados una vez más dentro de aquél cubículo de paredes blancas y luz cegadora brotando de todos lados, los humanoides ascendieron a través de cada uno de los metros que habían descendido, hasta llegar a la superficie terrestre. Ahí, una serie de aerodeslizadores de diferentes colores y modelos los esperaban, junto con un hombre de expresión seria y cabello corto.

-Estamos listos para partir, repito, listos para partir-informó el hombre en voz alta,  como si se dirigiese a alguien más-Implantación iniciada-

-Caballero-se dirigió una voz hacia Briant, la de un hombre un tanto más joven que todos los que habían visto desde que se bajaron del transporte en el que Roberts los había traído-¿Podrían usted y su respectiva pareja acompañarme, por favor?-

-Claro-contestó el humanoide, un tanto perplejo, volviéndose hacia Alice al mismo tiempo que le tendía la mano de manera natural-No hay problema-

De la misma manera, otro joven se aproximó también a Redgie y a Selick, conduciéndolos a un aerodeslizador bastante parecido al de Alice y Briant. Una vez que se encontraron dentro de los vehículos, cada uno de los hombres encargados de colocar a las parejas en sus respectivos aerodeslizadores les explicó de manera fugaz como debían conducirlos. Con su magno intelecto, lo que a muchos humanos les había tomado años asimilar, los humanoides lo habían comprendido en menos de cinco minutos. A la señal de salida, tanto Briant como Redgie colocaron sus respectivos pulgares en los contactos que encendían los automotores y, lentamente, los aerodeslizadores comenzaron a elevarse por encima del suelo, listos para partir. En el GPS que tenía integrado cada uno de los vehículos, venía la dirección a la cual se dirigían.

-¿Crees que sea...?-le preguntó Alice a Briant, mirándolo un tanto confundida pero, al mismo tiempo, entusiasmada.

-Me parece que sí-le contestó él, sin poder evitar sonreír: también se encontraba emocionado.

"Abróchense los cinturones de seguridad", se dejó escuchar una agradable voz femenina dentro de la cabina del aerodeslizador, "Sistema hidráulico encendido, recubriendo vidrios".

-¿Recubriendo...?-inquirió Alice, volteándose hacia los cristales de las ventanas. Lentamente, los nítidos vidrios que permitían mirar hacia afuera se fueron recubriendo de lo que a Alice le pareció una espesa capa de plástico, el cual se adhirió al material como si de agua se tratase, hasta que fue imposible mirar hacia afuera. Encapsulados dentro del aerodeslizador, no quedó disponible ni siquiera el parabrisas, pues no había necesidad de mirar a través de él: el GPS hacía todo el trabajo por el conductor de manera que a este sólo le quedaba cambiar de velocidades y girar el volante de vez en cuando.

Entristecida ante el hecho de no poder ver el mundo que tanto había ansiado conocer, la humanoide preferida del doctor Richard Vo profirió un suspiro anhelante. Inquieto ante la molestia de ella, Briant se volvió a la que era su pareja biológica, para estrechar su mano.

-Ten calma-le pidió, sonriéndole de manera amable-Cuando lleguemos allá seremos libres de salir a conocer todo lo que queramos-

Enternecida por los esfuerzos que hacía él para hacerla sentir mejor, la humanoide se aproximó al chico de ojos nobles para darle un beso en la mejilla, ante lo cual él sonrió aún más ampliamente, estrechando cariñosamente la mano de la chica.

-Vámonos ya o jamás abandonaremos este sitio-sugirió Briant, una vez que ambos se hubieron separado. Con una sonrisa en su rostro, ella asintió rápidamente, antes de volver una vez más la mirada hacia los cristales polarizados, intentando encontrar en ellos algo más que el reflejo de sus rasgos perfectos. Para su sorpresa, la película que recubría su cristal estaba dañada y, curiosa, no se atrevió a contárselo a Briant por miedo a que él le dijera a los encargados del aerodeslizador y se los cambiaran por otro. Fingiendo como que veía su rostro, enfocó sus pupilas en todo lo que había afuera, aquello que súbitamente comenzó a moverse en cuanto Briant pisó el acelerador.

Sorprendida, la mujer de hombros delicados se encontró con que el mundo exterior, aquél que había concebido tal y como se lo habían mostrado las computadoras de Astrella, era muy diferente al que ella había soñado. Conforme cruzaban las calles, hombres y mujeres harapientos aparecían en su campo de visión, deambulando con niños en los brazos, los cuales les colgaban lánguidamente como marionetas sin vida; aún así, ella sabía que se trataba de seres humanos y no de maniquíes por la manera en que su pecho se inflaba y deshinchaba gradualmente, de manera acompasada pero dificultosa, como si les costara trabajo respirar. Rápidamente, la hábil humanoide se dio cuenta de que todas las personas se encaminaban hacia la misma dirección: una pequeña casita apenas iluminada que contaba con un gigante rótulo escrito sobre un trozo de cartón de lo que parecía una caja despedazada: Oxígeno, se leía. 

Inmediatamente, el súper inteligente cerebro de Alice trabajó para mostrarle dentro de su memoria todo lo que sabía del oxígeno. Era indispensable para vivir, formaba parte de cantidad de compuestos químicos, los seres humanos podían morir de hipoxia si no consumían el necesario... en ese caso, Alice no entendía por qué algo tan aparentemente importante como el dichoso oxígeno podía anunciarse en un lugarcito tan humilde. Asustada ante semejante visión, se retiró rápidamente del cristal. Cuando volviera a Astrella, le preguntaría a Vo el por qué de aquella extraña situación. 

En silencio, la aburrida humanoide recargó su cabeza en el hombro de Briant, quien parecía sumamente interesado en sus propios pensamientos, pues no hacía un solo ruido. Al notar el tacto de la piel de Alice sobre la suya, de inmediato él  se removió, desconectándose parcialmente de su mente por un momento, para entablar conversación con ella.

-¿Estás cansada?-le preguntó, asumiendo de inmediato que algo de esa naturaleza debía ocurrirle, pues era lo que había visto en las peliculas que les permitían ver en Astrella. A diferencia de su compañera, la cual se entretenía durante largas horas observando documentales y fotografías, a Briant le gustaba más mirar películas, preferentemente dramas de la vida moderna. De ahí, inquiría todo lo que significaban las acciones involuntarias que tanto él, como sus compañeros, hacían sin pensar.

-No-repuso ella con franqueza, acomodándose correctamente en su asiento-Únicamente estoy aburrida. Pensé que esto sería más... interesante-

-Debe serlo-la animó el hombre de rasgos amables y mirada tierna, observando a la creatura de su delirio, aquella de la cual había caído enamorado apenas se la presentaron-No por nada nuestro padre se emocionaba tanto ante la idea de enviarnos aquí...-

"Destino alcanzado", los interrumpió la voz del aerodeslizador, la misma de hacía poco tiempo, "Desciendan del vehículo, por favor".

Asustados, tanto Alice como Briant se miraron el uno al otro, un tanto atemorizados ante la idea de lo que les aguardaría allá afuera. Al cabo de unos segundos, ambos se tomaron de la mano en un gesto de solemnidad, para después soltarse y salir cada uno por su lado del aerodeslizador.





1 comentario:

Itzel dijo...

Ö!

¡Qué nervios!... ¡Ya salieron!
¿Y ahora qué pasara?

Esto se pone muuuuuuuuuuuuuuuuuuy interesante, aunque el dichoso Dodman no me dio buena espina, Blair anduvo toda rara, y no entendí el motivo de que les dijera “Éxito en su misión”, pero bueno, aver qué pasara.¡Pobrecitos! Ellos todos espantados y a la mínima de cambio se ponían en posición de batalla ¡Ternura!...Ahora, aver lo que les espera allá afuera…que no acabo de comprender

Muy bueno!

Besos!




S.K