25 de mayo de 2012

Fuegos artificiales


Fuegos artificiales by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-¡Dame la otra mano, rápido!

-De acuerdo... ¡Allí va!

Con un ruido sordo, ambos hermanos aterrizaron en el suelo de color negro de lo que parecía la combinación de un laboratorio y un salón de clases, puesto que la recámara se encontraba cubierta de mesas alargada de madera clara, apostadas frente a banquillos de patas largas los cuales permitían un cómodo acceso a los costosos microscopios que había en cada una de las mesas. Finalmente, como la cereza del pastel, al frente de toda aquella fanfarria se encontraba un lustroso escritorio con una computadora exageradamente potente, además de un pizarrón electrónico conectado a esta. Sin duda, se trataba de un aula.

-Pero que...

-"La genética como parte de la creación de individuos"- intervino una voz que ninguno de los hermanos había escuchado con anterioridad. De entre las sombras, vieron moverse la silueta, encorvada y con los lentes a punto de caerse de la punta de la nariz deformada.

-¿Disculpe?- cuestionó el menor de los hermanos, a pesar de la mirada que le lanzó su compañero.

-Así se llama la materia- se explicó el misterioso interlocutor del par de músicos que se hallaban en aquella extraña habitación- Yo mismo la impartía hace poco. Hasta antes de que se tomaran las nuevas resoluciones...

-¿Qué nuevas resoluciones?-  volvió a inquirir el cantante, aproximándose sin miedo hacia el anciano de menor estatura que él; el cual parecía bastante tranquilo ante su inusual presencia- Usted es... ¿Vo?

-Richard, así es- confirmó el científico, dejando que la escasa luz del ala lo iluminara para que ambos jóvenes pudiesen verlo mejor- ¿Cómo lo sabes?

-Alice me habló de usted- replicó Bill, sin detenerse en su marcha hacia el tranquilo académico- Yo soy...

-Bill- completó la frase el erudito asiático- Así que tú eres el humano que destronó a mi Briant del corazón de mi hija...

-Señor, yo en ningún momento supe...

-No es tu culpa, muchacho- lo consoló Vo- Hay cosas que... simplemente no pueden controlarse.

-Así es- intervino en aquella ocasión, llamando la atención de su hermano, quien súbitamente, después de mucho tiempo de no comunicarse así, le expresó mentalmente "Tenemos que movernos rápido si queremos salir de aquí"- Doctor, disculpe la... poco ortodoxa intromisión pero estamos buscando precisamente a su hija, a Alice. Ella desapareció súbitamente hace menos de un día y mi hermano se encontraba seguro de que la tendrían aquí, ¿Dónde está?

-Ni siquiera yo sé eso- contestó de inmediato el canoso individuo- Tienen que ir a buscarla. En este momento, estarán decidiendo qué van a hacer con ella...

-¿Hacer?

-Tienen que rescatarla de inmediato, jóvenes. Corre un grave peligro estando aquí, dadas las circunstancias- expresó de último el viejo caballero, causándoles a ambos hermanos un terror de muerte. Estos, como por instinto, se miraron el uno al otro, antes de asentir una única vez: tendrían que enfrentarse a la multitud de soldados de Astrella que ya había allá afuera. Por último, antes de que se retiraran por la única puerta que encontraron, Richard Vo volvió a dirigirse a ellos, para no volver a hablar jamás- Chico... tienen dos nombres por una razón y ésta es la de hacerlos más humanos. Si no te responde como Alice, llámala Mia. Sólo así te será más fácil encontrarla.

-Gracias, doctor- se despidió Bill, teniendo el aciago presentimiento de que jamás volvería a ver al anciano.

En medio de un silencio espectral, la mujer de cabello pelirrojo se desplazaba a través de los largos pasillos por los cuales era conducida, al lado de una mujer igual de joven que el primer individuo que había visitado a su grupo, si no era que más. Sus rasgos todavía guardaban una especie de candor infantil y sus ojos grandes y redondos no hacían más que confirmar el hecho de que no podía tener más de veintún años. Ataviada con una falda tubular que le llegaba ligeramente arriba de las rodillas, los colosales tacones con los que cargaba no parecían hacerle mella a lo largo del enorme tramo que tuvieron que recorrer la aprendiz de genética y la creación del maestro de la primera.

-¿A dónde me llevas?- cuestionó por segunda vez en todo el recorrido la atractiva criatura no-humana, intentando aparentar que no le importaba en lo más mínimo su misterioso destino aunque, en realidad, se encontraba más temerosa de lo que estaba dispuesta a admitir.

-Ya te dije que ni siquiera yo lo sé. Jamás había estado aquí antes. El doctor Watts únicamente me indicó el camino- le contestó de manera golpeada la mujer, fruciendo el ceño al mismo tiempo que avanzaba con mayor rapidez, hundiendo los tacones con más fuerza en el suelo a cada paso que daba. Extrañada ante su actitud, la humanoide decidió dejar de hacerle preguntas.

Finalmente, al cabo de otros cinco minutos de marcha, un par de soldados que custodiaban una puerta de corte semirredondo observaron a la criatura discretamente, aunque inmediatamente podía notarse en los ojos de ambos el súbito interés que la mujer de ensortijado cabello rojizo les había producido. Sin mencionar una palabra, las observaron introducirse por el par de puertas achatadas, hacia una sala donde se encontraban más jóvenes como la gruñona señorita que conducía a la menor de los hermanos Umbrose. Éstos, ante la llegada de ella, no pudieron hacer otra cosa que pasmarse: su belleza los dejó atónitos. De entre todo aquél desastre, salió Anderson Watts del fondo, ya sin aquella sonrisa tan característicamente suya y ésta vez, con un gesto un tanto más sombrío y preocupado.

-Hija...- musitó el científico sin entusiasmo, esbozando un gesto que intentó parecerse a una sonrisa alegre, más no lo logró. El malhadado gesto, le indicó de inmediato a la pelirroja que algo andaba mal.

-¿Dónde está Dorian?- inquirió rápidamente la muchacha, comenzando a sentirse tensa en aquella inusual habitación.

-Frances...

-¡Quiero saber dónde está Dorian!- repitió la criatura, ésta vez con una potente voz que dejó a todos los presentes, incluído el doctor Watts, paralizados- ¡Ahora!

-Muñeca, me temo que no es posible...

-No me muevo de aquí hasta que no encuentre a mi hermano- sentenció Frances, cruzándose de brazos para confirmar la resolución que había en sus palabras; sin embargo, sucedió algo que ella no se esperaba.

-¿Ah no?- le susurró una voz por detrás, demasiado cercana para su propia seguridad.

Pasmados, ambos jóvenes avanzaron a través de la concurrida sala en la que súbitamente se encontraron y, por algún extraño motivo, se sintieron aliviados: allí había tanta gente, que hubiese resultado difícil encontrarlos entre la inusual cantidad de personas de su edad que se hallaban en la habitación. Un poco más tranquilos, comenzaron a movilizarse siempre juntos, avanzando como si observasen lo que los demás hacían para tomar nota, aunque en realidad estaban intentando dar con la muchacha que venían buscando. No tuvo que pasar demasiado para que la encontraran.

Sentada en una especie de mesa para picnic completamente pintada de blanco, rodeada de otros individuos que ambos sujetos reconocieron de inmediato, fue imposible pasarla por alto, con sus iris zafireñas reluciendo en todo momento. A pesar del horrible estado físico en el que se encontraba, sus ojos seguían siendo su mayor atractivo. El rostro, de facciones delicadas y suaves, se encontraba maltratado, con una impresionante cantidad de moretones, unas pronunciadas ojeras de color violáceo que le conferían un aire mortal de persona enferma y varias cortaduras en las mejillas y la frente, tenía una oreja vendada. Su cabello, el cual la última vez que la habían visto era largo, lustroso y ligeramente ensortijado de sus puntas, ahora se encontraba disminuído a una maraña enredada y cortada a punta de cuchillo hasta la altura de la barbilla. Angustiados, el par de caballeros no pudo evitar soltar un respingo ante semejante visión de Alice, la novia de Bill.

Ésta, al escuchar aquél sonido que le resultó extraño en ese contexto, volvió la vista hacia el cristal que la separaba de los demás ocupantes de aquella habitación y tristemente les dirigió una mirada sorprendida a los dos sujetos, a quienes no esperaba encontrarse allí ni en sueños. Sabiendo que podían descubrirlos si se comportaba demasiado evidente, intentó disimular que no estaban allí, aunque les guiñó un ojo en señal de complicidad, comunicándoles que entendía su situación y el hecho de que hubiesen ido a buscarla; además, su presencia únicamente significaba otra cosa: Bill también debía estar allí. Súbitamente animada, supo que no podía quedarse con los brazos cruzados, esperando a ser rescatada como princesa de cuento.

-Tenemos que salir de aquí- les comunicó a los demás humanoides, en una voz tan excesivamente baja, que los jóvenes que se encontraban a cargo de vigilarlos ni siquiera lo notaron. Sorprendidos, los cuatro individuos la observaron con extrañeza.

-Nos van a alcanzar- le comunicó angustiado a su hermano, mirándolo con ojos llorosos. Sabía que, si por algún motivo los llegaban a atrapar, era muy poco probable que salieran con vida de allí- Escucha, voy a quedarme para distraerlos, les haré pensar que vengo solo. Tú búscala, será más fácil para ti encontrarla.

-Macky, no- respondió el mayor de los gemelos- ¡Estamos juntos en esto! ¿Recuerdas? ¡Estamos juntos siempre!

-En esta ocasión no es así, Thomas- contestó con dolor Bill, conteniendo las lágrimas que luchaban por aflorarle- Muévete y trabaja como si en realidad fuésemos a salir de esta.

Así, sin darle oportunidad a su hermano de replicarle de nuevo, el vocalista se levantó de un salto y corrió hacia la dirección contraria en la que se escuchaban las fuertes pisadas apresuradas de las botas militares. Apreciando el sacrificio que su gemelo había hecho por él, Tom se echó a correr completamente descalzo, como lo habían planeado, a través del corredor en el que el par de hermanos se había ocultado para ganar un poco de tiempo contra las tropas de la compañía.

De esa manera, siguió avanzando sin detenerse un solo instante a lo largo del pasillo falto de iluminación, hasta que, a la distancia, percibió el brillo de una luz azulada que producía ondas en la pared del tunel. Atraído por ella, tuvo una buena corazonada y la siguió sin pensarlo hasta que, al parecer por accidente, fue a dar a un sitio donde había un grueso muro de cristal; dentro, unas máquinas eran las fuentes que emanaban aquella extraña iluminación neón; sin embargo, lo que vio dentro de los extraños aparatos con apariencia de cápsulas resultó sorpresivo para él: ahí, perfectamente tranquilos, se encontraban Frances y el resto de su clan, los cuatro con los ojos cerrados.

-No...- musitó el humano, acercándose a la gruesa pared que lo separaba de la mujer que más amaba en la vida y puesto que su atención se encontraba centrada en ella, no se dio cuenta del momento en el que el hermano de ésta, Dorian, abrió los ojos abruptamente.

Repentinamente, un sonido espectral llamó la atención de todos los presentes en la sala de observación, quienes se conglomeraron en torno a la enorme ventana que separaba la zona de análisis del pequeño espacio en el que se encontraban confinados los humanoides. Allí, a gatas, se distinguía a la más hermosa de las criaturas, una mujer pelinegra, tosiendo fuertemente mientras con la otra mano se tomaba la garganta, produciendo ruidos semejantes únicamente a los de la asfixia. De inmediato, todo el equipo que se encontraba allí comenzó a movilizarse, primeramente, abriendo la puerta que separaba a los humanos de los humanoides. Discretamente, Alice no pudo evitar soltar una sonrisa.

-Ahora...- comunicó en voz baja, observando de reojo al tropel de humanos que se dirigían hacia ella.

En menos de lo que imaginaron, los cuatro humanoides se movilizaron con su ultra velocidad, dejando encerrados dentro de la sala, donde ellos habían permanecido confinados como animales de exhibición, a los alumnos del doctor Vo, Dalium incluída. Con una sonrisita de suficiencia, la pelinegra los miró desde el otro lado del cristal: esperaba que ahora entendieran cómo se había sentido ella. Apenas hubo acabado todo aquél teatro, se volvió hacia Georg y Andreas, los únicos dos que había dejado fuera.

-Gracias por venir- expresó con una enorme sonrisa, profundamente conmovida por la presencia de aquellos dos hombres y su valentía al haber ido a arriesgar sus vidas por rescatarla- ¿Dónde está Bill?

-No tenemos idea- confesó Andreas, lo cual desanimó a Alice de inmediato- Nos separamos con la intención de buscarte por diferentes partes, para ver quién te encontraba primero.

-Muy sensato- convino Selick, entrometiéndose en la conversación- ¿Cuál era su siguiente fase del plan?

-Bill nos dijo que con encontrarlos a ustedes, ya fuese a su grupo o al de Frances, sería suficiente para salir de aquí. Únicamente debemos reunir a los otros- explicó Georg, atrayendo la mirada de Alice, quien no había reparado en él anteriormente.

-Te...

-Hablaremos de ello más tarde- expresó el músico con un tanto de molestia. A su lado, su rubio compañero tuvo que taparse la boca con una mano para contener la risa- Ahora es prioridad encontrar a alguno de los gemelos, si no es que a ambos.

-Vamos, entonces- replicó Briant con entusiasmo, ante la mirada atónita del resto de los humanoides.

Un tanto mareado, el músico despertó lentamente, sintiendo su cabeza como si pesara una tonelada más de lo usual. En su frente, sintió algo tibio y pegajoso brotar de su piel de manera paulatina, contagiando con aquella secreción misteriosa más partes de su cuerpo. Por instinto, intentó limpiarse antes de que aquél fluido le llegase a la cara; sin embargo, pronto se dio cuenta de que le era imposible, parecía contenido. Nuevamente, luchó por levantar cualquiera de sus brazos y para su propia sorpresa, notó algo retorciéndose en torno a sus muñecas, algo que le raspaba de una manera bastante incómoda.

-Si la sangre de su frente le causa alguna molestia, señor Kaulitz, sólo debe mencionarlo- habló una voz burlona, masculina, dirigiéndose al individuo que se encontraba apostado en la incómoda silla de corte vanguardista- Haremos que alguien venga a limpiarlo pronto. No queremos correr riesgos de infección con nuestro nuevo... huesped.

-¿Quién...? ¿Quién es usted?- preguntó débilmente el interpelado al hombre que acababa de dirigirse a él. Al hacerlo, la cabeza le palpitó como si se la golpeasen con un martillo.

-Oh, eso no tiene importancia en absoluto- expresó el misterioso interlocutor- Porque yo no soy una celebridad, como usted. De hecho, yo sí me puedo dar el lujo de salir a la calle sin que se me reconozca. ¿Qué cosas, no?

-¿Qué hago aquí?- continuó preguntando el sujeto, al mismo tiempo que trataba torpemente de abrir los párpados, los cuales parecía que le habían sellado con concreto.

-Digamos que... usted va a formar parte de un nuevo... experimento, por llamarlo así- sonrió el captor del músico, a quien éste último pudo vislumbrar a la débil luz de una lámpara- Porque, sabemos que usted tiene un hermano, ¡pero no cualquier clase de hermano! ¡Claro que no! Un gemelo idéntico. Tom, ¿No es así? Y nos encantaría hacerles unas pruebas a ambos.

-Pues suerte con encontrarlo...- mintió Bill, bajando la mirada para que su guardián no notara que ocultaba algo- Él no vino conmigo.

-¡Que extraño! Si sé de buena fuente que ustedes dos son bastante unidos...

-Tiene que estar aquí- intervino una tercera voz, una que el pelinegro no había escuchado antes, sin embargo, al verla, supo de inmediato quién era- No pueden estar separados. Les afecta físicamente.

-Que mentira más grande...- escupió el frontman, intentando persuadir al hombre del traje, quien lo observaba un tanto confundido- ¿Quién es esta mujer? No le crea, es una mentirosa.

-¿Tú crees?- replicó la dama, quitándose sin miramientos el suéter de tortuga que portaba. Avergonzado ante semejante escena, el vocalista cerró los ojos de nuevo, intentando escapar a ese momento de incomodidad. Segundos más tarde, escuchó el sonido de la prenda cayendo contra el suelo de baldosas- ¡Mírame!-

En contra de su voluntad, el músico no pudo evitar abrir sus parpádos, como si algo externo a sí se lo ordenase. Lentamente, fue apreciando el pecho de la mujer que estaba frente a él, lleno de cicatrices que perpetraban la piel inmaculadamente blanca; cada segundo, una nueva cortada se abría y, como por arte de magia, volvía a cerrarse, cicatrizando de inmediato.

-Sabes tan bien como yo que tienes poco tiempo para encontrarlo, o algo así comenzará a ocurrirte a ti también- espetó la mujer, observando a su par de encantadores ojos castaños.

2 comentarios:

Itzel dijo...

Chingue su madre O_o... ya valió..

@ZaybetFrias dijo...

no mames, no entendí xD