22 de agosto de 2011

El experimento



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Distribuídos a lo largo de la enorme habitación de color blanco, Richard Vo observó a cada una de las creaturas que se encontraban en la recámara con una fascinación que únicamente se podía traducir como una reacción natural a todos los años que había pasado trabajando en ellos. Fascinado, se acercó a pasos cortos y medidos al grupo de las mujeres, los dos especímenes femeninos que se encontraban sentados en una banca de diseño minimalista, pasando al lado de ellos dos, quienes practicaban esgrima. Moviéndose vertiginosamente para evitar uno los movimientos del otro, le pasaron por encima a Vo, quien únicamente a alcanzó a reírse. 

-Lo sentimos, padre-se disculpó uno de ellos por ambos, para luego seguir combatiendo como si nada hubiese pasado. En silencio, el doctor siguió sonriendo sin poder detenerse hasta que llegó al sitio en el cual se encontraban ellas dos, charlando pacíficamente. 

Alice Project
Tan pronto lo vislumbraron, ambas se volvieron a verlo con enormes sonrisas y guardaron silencio hasta que él se hubo acomodado entre ambas, sentado en un banquillo independiente que surgió del suelo como mandado a traer, brotando con su color blanco y su forma de taburete convencional. En él, Richard Vo tomó asiento y posó la mirada primero en ella antes que en nadie más. Todos en el proyecto sabían que era la favorita de todas sus creaciones no sólo por ser una de las primeras, sino porque contaba con ciertas características que, aunque pareciera que se las había puesto de manera inconsciente, Richard Vo le había colocado completamente a propósito. 

De enormes ojos azules que atraían la atención de cualquiera a primera vista, el rostro de la creatura parecía mostrar de manera sempiterna una expresión producto de una indómita mezcolanza entre la alegría y la curiosidad. Sus labios, pequeños, también destacaban en el rostro de piel pálida pero más por su forma de corazón rechoncho que por su intenso color coral. De igual manera, la nariz era uno de sus rasgos más destacables, por la forma alargada, respingada y completamente estética que tenía. Llamaba la atención darse cuenta de que no tenía ni un solo lunar o peca en todo el rostro de facciones armoniosas y simétricas, así como que contaba con unas largas y gruesas pestañas que decoraban los ojos ya de por sí perfectos. 

De cuerpo excesivamente delgado pero figura bien torneada, se notaba elástica aún a la distancia y cualquiera hubiera notado su flexibilidad y su excelente condición física por la manera en la que los músculos se distribuían a lo largo de la anatomía de manera tan natural. La cintura pequeña, el torso alargado, los senos firmes y altos además de las caderas ligeramente redondas y poco anchas acompañadas del trasero de gimnasta. De piernas largas y bien torneadas, muslos blancos como la luna y hombros delicados, era una delicia de figura, parecida más a una figurilla de cristal tallado que a una mujer. 

Anna Selick Ecker
Tan pronto escuchó los pasos del doctor Vo a la distancia, esa cadencia silenciosa de su pié derecho al rozar el suelo, se emocionó de pensar en la presencia de su creador dentro del cuarto. Le encantaba pasar tiempo con él, tanto como a él con ella. Ambos se pasaban largas horas conversando de toda clase de temas y, a pesar de que sus asistentes se ocupaban normalmente de los demás proyectos, él se tomaba su tiempo para atenderla personalmente. Al lado derecho de la mujer de ojos de color mar, se encontraba otra de las creaciones de Richard Vo, con sus enormes y llamativos ojos color verde jade observando el rostro arrugado del científico que se sentía complacido con sólo mirarlas. 

De finas facciones, nariz pequeña y boca rosada, la otra mujer que acompañaba al doctor Vo también era un espectáculo digno de ver. De piel ligeramente bronceada, con una frente de alabastro que lo único que hacía era recordar al color de las conchas nácar, el cabello rubio dorado que le caía a torrentes por los hombros llamaba la atención inmediatamente de cualquiera que la observaba e inmediatamente despertaba la envidia en las mujeres que se topaban con ella, quienes encontraban sus cabellos marchitos y deprimentes al lado del epeso torrente de pelo que cargaba la mujer de labios pequeños y de forma redondeada, de barbilla pequeña y casi tímida, como oculta entre las demás facciones. 

Al igual que su compañera, la mujer tenía un cuerpo digno de admirarse, un poco más curvilíneo y proporcionado que el de la otra chica. Su cadera era de un tamaño colosal, sin llegar a verse vulgar de manera que relucía por encima de todas las demás características de ese cuerpo de vientre plano, trasero firme y piernas duras. A diferencia de la otra mujer con la que se encontraba el doctor Vo, ésta tenía los músculos más marcados en todo su cuerpo, lo que le daba un aspecto más correoso que a la chica de ojos azules. Sus manos alargadas daban la impresión de que era temible y alguna vez uno de los alumnos del doctor Vo llegó a compararla con una araña: altiva y escuálida. Sin embargo, todos los que la conocían sabían de la fuerza física de la que era dueña, así como de esa resistencia incansable que le habría podido permitir soportar el fin del mundo de pié. 

Briant Project
Sentado entre ambas, el doctor Richard Vo se sentía el mayor de todos los genios, el intelecto superior de la creación entera, hasta que volvió su rostro hacia los hombres que se encontraban a sus espaldas, los que aún jugaban a ser espadachines, muertos de la risa ambos, luchando encima de una mesa. 

Fascinado, Vo observó al que captaron primero sus pequeños ojillos asiáticos: un hombre de alrededor de 1.85 de estatura, de complexión fuerte y de quijada cuadrada. De tonalidad de ojos platinada, sus pupilas resultaban hipnotizantes para cualquiera que lo miraran fijamente durante más de cinco minutos, pues contaba con un poder de atracción increíble. En buena manera, tal vez se debía también a su perfil: recto y estético como de estatua griega. Apenas lo veían pasar, las estudiantes de primer año del doctor Vo no podían evitar seguirlo fascinadas, preguntándose internamente el nombre de aquella creatura divina. Mayor aún era su encanto cuando debían verlo concentrado en alguna tarea, como parte de las pruebas a las que se le sometía diaramente, ya fuese cavilando intensamente o murmurando con los labios como si hiciera cálculos mentales, mientras arqueaba las espesas cejas que eran únicamente el marco perfecto para ese par de ojos de forma alargada. 

De igual manera, las estudiantes del doctor Richard Vo llegaban a desmayarse de la emoción dentro de los laboratorios cuando llegaban a verlo sin nada que le cubriera el torso, mayoritariamente en pantalones de deporte, realizando pruebas físicas. La manera en la que los músculos de sus brazos y su espalda se movían y se acomodaban de acuerdo a las necesidades de él, la increíble fuerza física de la que parecía capaz, la estética armoniosa que guardaba su espalda tremendamente ancha con su cintura increíblemente pequeña eran como para dejar sin aliento a cualquiera, al igual que el pecho escultural, el bien trabajado abdómen. Las piernas fuertes que parecían capaces de sostener un edificio sobre ellas sin cualquier problema, el trasero torneado y las manos de dedos largos y poderosos. Era simplemente una maravilla. Despertaba la envidia en el mismo Vo, quien hubiera deseado ser así de joven y en ese momento el científico se preguntó internamente si no los habría moldeado a él y a su compañero de manera que pudiese descargar sus traumas de la adolescencia. Después de todo, el otro hombre, el que se encontraba recostado a medias en la mesa esquivando estocadas, era también de un físico destacable.

Redgie Ecker
Desde el par de ojos color azul grisáceo que decoraban su rostro, el hombre era llamativo desde una primera mirada apreciativa, ya ni se diga de una segunda. De labios tiernos y sonrosados como de niño pequeño, transmitía una impresión de inocencia a cualquiera que lo mirara y la nariz refinada y puntiaguda no hacía otra cosa que confrimar su apariencia ligeramente infantil, sin embargo era la forma de los ojos lo que la desmentía: alargados y misteriosos, de pestañas alargadas. La quijada en forma de V confería al rostro de aura intrigante una actitud de superioridad que él sobrellevaba bastante bien, al igual que lo hacía con los pómulos altos de su con los que contaba, sin mencionar a la nariz respingada  que no hacían otra cosa que conferirle al resto de las facciones de tintes angelicales el aire que le faltaba de santo. El cabello dorado le caía a los lados de las mejillas en una especie de halo sobrenatural y las cejas del mismo color que enmarcaban a los ojos azules, los cuales no sabían hacer algo aparte de mostrarlo insoportablemente hermoso a la vista de cualquiera. 

El cuerpo, por su parte, le quitaba todo aquello de bendito que pudiera tener y es que el sólo mirarlo hacía que las asistentes del doctor Vo, aún las que ya llevaban mucho tiempo en el proyecto, se comieran los dedos a mordiscos, excitadas de sobremanera al verlo estirar los músculos de los brazos, observando el pecho que parecía parte de una estatua de Da Vinci más que de un ser de carne y hueso, sin contar el abdomen firme que tanto les gustaba a todas. Les fascinaba la manera en la que flexionaba la espalda, haciéndola lucir más grande de lo que era en realidad y remarcando así la estrechez de la cintura. A diferencia de su compañero, el hombre de piel trigueña raramente se dejaba al descubierto el torso, así que cuando lo hacía, la mayoría de las asistentes y estudiantes de Vo caían casi desmayadas de la impresión. Lo mismo sentían cuando tenían que revisarlo, dejándolo en ropa interior, de manera que pudieran ver sus bien formadas piernas, los muslos tensos y el trasero notable pero no excesivamente prominente. Simplemente les parecía encantador. 

Lo único malo del asunto, a ojos de todos los estudiantes de Vo, era que las cuatro creaturas que tanta fascinación, así como trabajo, les causaban no estaban solos: cada uno contaba con una respectiva pareja, a la cual se encontraba genéticamente inclinado, dando por muerta la posibilidad de  que alguno de los proyectos pudiese llegar a fijarse en uno solo de los numerosos practicantes de ingeniería genética que estudiaban bajo la cátedra de Richard Vo.

La mujer de ojos azules y cabello negro carbono, la favorita de Vo, se llamaba Alice Project, y era la pareja del hombre de ojos azul platino y cabello igualmente negro, Briant. De la misma manera, la creatura de ojos verdes  y cabello rubio dorado que se encontraba sentada con el doctor Vo y con Alice era Anna Selick Ecker, mejor conocida como Selick entre los practicantes; su compañero era Redgie, el sujeto de rostro infantil y aires de hombre, el más maduro de los cuatro. 

-Y bien, chicos-les habló el doctor Vo por segunda vez desde que entró al cuarto. Apenas escuchar que se dirigía a ellos, los cuatro seres restantes que se encontraban en la habitación dejaron cualquier actividad en la que todavía se encontraran inmersos y se enfocaron completamente en el hombre de bata blanca-¿Están listos?-


1 comentario:

Itzel dijo...

¡Ay, no! Todo iba muy bien hasta que me saliste con eso de la inclinación amorosa genéticamente determinada en esas 2 preciosuras de chamacos, pero mas con Alice ¡O sea cómo!...A ver, a ver, a ver: ¿Cómo pudiste hacerme eso?...

¡Ya, mucha bronca!
Buen capi…para tirar la baba e infartarse :D Muy bueno.

Besos!


S.K