10 de agosto de 2011

Los hermanitos


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-¿Y a dónde vamos a salir esta noche?-le preguntó la mujer de cabello entre pelirrojo, castaño y medio rubio al hombre que venía con ella dentro del aerodeslizador Lamborghini. Él, de cabello dorado trigueño, la miró con extrañeza antes de responder. 

-¿"Vamos"?-repuso él, fingiendo indignación mientras se bajaba un pié a la vez del armatoste de metal que se encontraba anclado al suelo-Eso me suena a manada. Voy, que es diferente- 

-Aha...-masculló ella divertida ante la respuesta del hombre, echando a andar sobre el asfalto de color negro que relucía bajo sus pies entaconados-¿Y luego?-

-¿Cómo que "Y luego"?-replicó el hombre alto, rubio, de espalda ligeramente ancha y cintura estrecha que caminaba al lado de la mujer, atravesando ambos el estacionamiento del complejo-¿Qué quieres decir con eso?- 
Phoebe Hoffman
-Es que no me dejaste terminar-explicó ella, con su dulce voz de soprano sonando en medio de la quietud que reinaba en el estacionamiento, rodeados de montones de aerodeslizadores de diferentes colores-¿Y luego? ¿Me río o qué?- 

-¿Por qué habrías de reírte?-inquirió el hombre, un joven de veinticinco años y casi 1.82 de altura, de cabello medianamente largo y ojos alargados color almendra. 

-Porque sabes perfectamente que voy a ir, quieras o no-contestó la joven mujer, como si fuese excesivamente obvio, al mismo tiempo que se introducía por el par de puertas de cristal automáticas antes que él, quien iba atrás de ella con aire respetuoso y aún así bastante informal. 

-¿Quién te dijo semejante mentira?-preguntó él, esta vez entre carcajadas, dejando escuchar la profundidad y masculinidad de su tono de voz. Con una mirada de reproche por parte de sus ojos color verde bosque, herencia de la madre de ambos, la mujer le contestó a su compañero sin necesidad de palabras. Fascinado por el parecido que guardaba con ella, su hermano, el hombre que iba con ella, la observó en silencio durante largos minutos, examinando todos aquellos rasgos de su rostro que le recordaban tanto a la madre, muerta a causa de cáncer apenas cuatro años atrás.

-No lo digas-le pidió Phoebe Hoffman a su hemano mayor, Andreas. Bajando la mirada en silencio, era perfectamente consciente de que el que el hombre que llevaba a su lado la observara así no era gratuito. Dolida, a ella misma le parecía sorprendente el soltarse a llorar cada que se vislumbraba a sí misma en un espejo o en un cristal, pues el sólo ver aquellos ojos de pupilas traviesas y pestañas como de hilo le causaba nostalgia. 

Vestuario de Phoebe
-Discúlpame-le pidió él con voz grave, antes de recomponerse como si nada hubiera ocurrido. En silencio, se aproximó a su hermana lo suficiente como para poder tomarla de los hombros y caminar a su mismo paso, sin importarle las miradas de los presentes, que lo obsevaban como si pensaran que ella era su novia y no la mujer con la que había compartido casi toda su vida, unidos por el lazo indivisible de la sangre. Recobrando su buen ánimo, así como su dominio de sí mismo, el mejor amigo de los hermanos Tom y Bill Kaulitz volvió a hablar con completa normalidad-¿Entonces? ¿A dónde vamos a ir?- 

-Tom comentó en el desayuno del miércoles que tenía ganas de ir a "The House"-sonrió Phoebe sin poder evitarlo, regresando la mirada al frente y recuperando su postura altiva pero humilde-¿Has escuchado hablar de él?- 

-Lo suficiente-consintió Andreas, habiendo escuchado que un par de chicas nuevas de su trabajo iban a ir allá esa noche. Venían de Seattle, eran nuevas en la ciudad y necesitaban alguien con quien salir. Además, sus labios necesitaban conocer el sabor de los de Andreas Hoffman. Al darse cuenta de que se quedó súbitamente callado, Phoebe le dió un codazo a su hermano mayor, sabiendo probablemente en la clase de cosas en las que estaba pensando.

-Sucio-lo acusó, aún cuando no podía leerle la mente. Con una risa cargada de complicidad, él no pudo negar que la chica suponía correctamente.

-No te importa en absoluto-le contestó él, sin afán de ser grosero-Ya no vives en mi casa, no es de tu incumbencia-

-El día que Dios no lo quiera...-

Andreas Hoffman
-Se te pegue una infección venérea... aha...-completó Andreas la tan consabida frase de su hermana, poniendo los ojos en blanco-Phoebs, tienes que superarlo, las enfermedades venéreas se quedaron atrás, en el siglo veinte-

-¿Sabías que...?-

-Sí, geek, sí-se apresuró él a interrumpirla antes de que comenzara a soltarle una serie de datos científicos que a él no le interesaban en absoluto. Como jefa de publicidad de una de las mayores compañías dedicadas a la salud en el mundo, Phoebe estaba cargada siempre de información curiosa y aterradora con respecto al estado de la salud de la población global-Todos moriremos pronto, aleluya. Hay que vivir mientras podamos-

-No seas menso-le contestó ella entre risas, sabiendo que no iba a lograr convencerlo de que dejara de meter la lengua en la boca de la primera desconocida que se encontraba en cualquier bar, cada viernes por la noche-¿Por lo menos estás usando...?-

-No deberías hacerme esas preguntas en público, Phoebe, de veras-se avergonzó él por primera vez. No le gustaba hablar de eso. 

-Uy-respondió ella, burlándose de él-¿El nene se apenó? ¿Fue eso? ¿A Andy-dandy le da pena reconocer...?-


-Cállate-la interrumpió, tapándole la boca de labios sonrosados con su enorme mano. A la distancia, alcanzó a distinguir a tres hombres en atuendos deportivos, a los cuales reconoció de inmediato-Mira, ahí está tu novio, corre con él-

Vestuario de Andreas
-¿Dónde?-exclamó Phoebe rápidamente, apartando la mirada de su hermano para buscar delante de ella al hombre con el que llevaba al menos dos años saliendo. Inmediatamente, lo halló frente a ella, sudoroso y un poco colorado a causa de la actividad física. Más rápida que un bólido, la mujercita de alrededor de 1.70 corrió como desesperada para aferrarse al cuello de su hombre, el cual la esperaba con brazos abiertos y la recibió alzándola en vilo.

-Muñeca...-le susurró al oido con dulzura, con el aliento un tanto constipado todavía.

-Guggi-bear-exclamó ella emocionada, sin importarle las risas que reprimieron en respuesta los dos amigos de él-¿A qué hora te veniste para acá?-

-A las ocho-respondió él, poniéndola de vuelta en el suelo. Inmóviles uno frente al otro, ambos se miraron en silencio como lo hacían siempre: con una enorme dulzura en los ojos de cada uno-Seguías dormida, así que preferí no despertarte-

-Lo hubieras hecho-se quejó ella con una enorme sonrisa, dándole un golpecito en el hombro-¿Desayunaste algo antes de salir o te veniste así?-

-Me comí una barra-sonrió él con aire culpable, sabiendo lo que ella pensaba de saltarse comidas.

-Muy chistoso... tienes suerte de que traiga fruta en el auto-replicó Phoebe con molestia, antes de abrazarse a él por la cintura-Te extrañé-

-¿En la hora y cuarenta y cinco minutos que no estuvimos juntos?-rió él complacido, abrazándola también por su pequeña espalda, acariciando su cabello.

-Fue mucho tiempo-bromeó ella, antes de separarse de él. Detrás de Gustav, Georg y Fabiho se miraban nerviosos el uno al otro, abrumado por el ambiente romántico del lugar. Sin perder un sólo segundo, Phoebe los saludó a ambos-Hola, muchachos; ¿Qué tal el juego?-

-Bien...-balbucearon ambos hombres al mismo tiempo, sin saber qué decir.

-Oye, ¿Qué crees?-interrumpió Gustav la diminuta plática entre su novia y sus amigos.

-¿Qué?-contestó ella emocionada, justo como él lo esperaba.

-Gané yo-se jactó el hombre, hinchado su pecho de orgullo. Contenta, Phoebe volvió a abrazarlo.

-Tú muy bien-lo felicitó, en una repetición de una frase que era muy de Tom y de Andreas. Al escucharla, su hermano mayor no hizo otra cosa que girar los ojos y soltar un bufido por lo bajo.

-Bueno, ¿Nos vamos ya?-inquirió este último, abrumado también por el ambiente romántico que repentinamente se había cernido sobre todos ellos-Tom me acaba de marcar, dice que tú, Hagen Moritz, no le respondiste cuando te llamó hace como media hora-

-Mi holocomunicador no sonó-replicó Georg, extrañado-Quizá se me debió de haber desajustado cuando estaba jugando-

-Sí, bueno; el caso es que dice que nos vemos en Chanel en...-meditó Andreas, buscando mentalmente que le informaran de la hora que era-En ya. De hecho, vamos tarde-

-¿En Chanel?-repitió Phoebe, extrañada ante la noticia-Creí que Bill estaba trabajando para Dolce & Gabbana esta temporada-

-Va a participar también en Chanel-sonrió Andreas, emocionado por la noticia que le había dado su mejor amigo apenas ayer-Dicen que Lagerfeld tuvo que pelearse con Giabiconi para que se quitara sus moños de diva y saliera con Bill como rostro principal del desfile-

-Oye, eso está de lujo-replicó Fabiho, sumándose a la coversación. A pesar de que sonara extraño, todos ellos estaban bastante contentos de que Bill Kaulitz estuviera modelando para Chanel, ya que Karl Lagerfeld, diseñador de la casa de modas, era una persona de su total agrado y alguien con quien se llevaban excelentemente.

-Así es-replicó Andreas-Entonces, nos quiere ver allá para que salgamos a desayunar tan pronto acabe-

-¿Él paga?-inquirió Hagen en son de broma, antes de echarse a caminar hacia la misma puerta por la que habían entrado Phoebe y Andreas apenas minutos atrás-Vamos, entonces-


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