8 de agosto de 2011

Trío dinámico


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-Les voy a ganar, par de perdedores-amenazó el primero de los tres chicos que se encontraba en la cancha de forma cúbica, el trío golpeteando con sus raquetas cada vez que la pelota de color amarillo fosforescente se aproximaba a ellos. De un salto, alcanzó a tocar con el borde de la raqueta ultraligera la pelota, soltando una carcajada. 

Fabiho Laggerfeld
-¡Ya veremos!-se quejó el segundo de ellos, corriendo y estirándose para también apenas tocar la bola con las orillas soldadas de la raqueta color azul olímpico. Mientras tanto, el tercero, un hombre un poco más bajito que los otros dos pero más rápido que ellos, se esforzó de sobremanera al punto de saltar hacia atrás en un desesperado intento por golpear la bola. 

Creyendo que no lo lograría, los otros dos hombres que se encontraban en la cancha vestidos con atuendos deportivos permanecieron conteniendo el aliento durante los minutos que faltaron para que la raqueta de aquél hombre, de cabello rubio y muy recortado, le pegara a la pelota de hule espuma justamente con el centro de su raqueta, haciendo que rebotara contra la pared con un audible estruendo. En medio de una carcajada, aquél tercer hombre se jactó de su triunfo pasándose la raqueta por la espalda como si se tallara con ella. Entretenidos ante este gesto, los otros dos chicos que se encontraban ahí perdieron la noción de a dónde había ido a parar la bola. 

Vestuario de Fabiho
-Jugador tres: victoria-anunció la voz dentro del cubículo sellado, llamando la atención de los tres chicos con su timbre femenino-¿Repetir el juego?- 

-No, gracias computadora-replicó uno de ellos tres, un hombre de largo cabello a la altura de los hombros, el cual tenía sujeto en una coleta baja por la que escurrían gotas de sudor-O bueno, yo no quiero seguir jugando, ¿Qué dicen ustedes, muchachos?- 

-Paso-le contestó uno de ellos, un hombre alto, de piel blanca y cabello medianamente largo tirándole a corto-La verdad es que estoy cansado- 

-Esos años... ¡esos años!-se burló el último que quedaba del grupo, abriendo una gaveta de una de las paredes color blanco, de la cual sacó un pequeño maletín Adidas color azul que combinaba de manera perfecta con sus tenis de la misma marca. Secándose el sudor de la frente con una toallita del tamaño de la palma de su mano que tomó de la maleta, avanzó hacia ellos dos, que se encontraban sentados en una banca que súbitamente había aparecido de la nada dentro de la habitación. 
Georg Listing

-Cállate-le contestó el más alto de los tres al rubio bajito, que se aproximó a él con una enorme sonrisa en su rostro de rasgos amables y ojos pequeños e inteligentes-Pocos te faltan para llegar a los míos-

-Muchos, amigo, muchos-se jactó el hombre que había interpelado al joven de veintiséis años, el de espalda medianamente ancha, sin tirarle a demasiado grande, el mismo que tenía un rostro de forma cuadrada y ojos alargados de pestañas delgadas.

-Quisieras...-repuso el otro, dándose cuenta de que el tercero de ellos no intervenía en la conversación porque sabía que era el más viejo de los tres en cuanto a edad se referia. Sin embargo, los dos presentes, además de muchas otras personas que lo conocían, sabían que aunque ya tuviera sus buenos veintiséis seguía siendo por dentro un niño. Dándose cuenta de éste hecho, el hombre de sonrisa blanca y labios ligeramente grandes lo incitó a hablar, sabiendo que era más fácil que tanto él como el rubio bajito se pusieran contra el hombre de hombros anchos y espalda fornida-¿Tú qué? ¿No dices nada, Moritz? Nos están atacando- 

Vestuario de Georg
-Te están atacando-rectificó el interpelado, secándose el sudor de su nuca con una toalla bastante parecida a la de su otro amigo-Yo nada más los observo y escucho- 

-Marica...-masculló Fabiho Laggerfeld audiblemente, haciendo que los ojos de Georg Listing se saltaran con expresión indignada, como cuando algo le ofendía mucho. Más pronto que inmediatamente, los tres hombres se soltaron a reír de un momento al otro. 

-Uh... ¿No vas a decir nada, Hagen?-instó Gustav Shäfer a su compañero de banda, mirándolo con el rabillo del ojo mientras levantaba un pié hacia la banca de color blanco y diseño minimalista para atarse el cadete de su tennis Adidas plano.
-Tal vez por que no tiene nada que decir-se jactó Fabiho, apuntalando contra su mejor amigo. Sorprendido por el ataque de su parte, y más viendo de quién venía, Georg no pudo hacer otra cosa que reírse de ambos. 

Gustav Shäfer
-Efectivamente, no tengo nada que decir... por el momento-replicó el bajista de Tokio Hotel una vez que se hubo terminado de reír a gusto. A la vista de sus otros dos amigos, se bajó de un salto del banco, en el cual se había subido, y comenzó a caminar en silencio entre ellos. Cabizbajo, de repente tanto Gustav como Fabiho se dieron cuenta del tremendo error que habían cometido e inmediatamente guardaron silencio. 

-Esperemos a que contraataques-replicó Fabiho pasado un rato en el cual los tres, extrañamente, permanecieron callados. Con una sonrisa nostálgica en su rostro, Georg, a quien sus amigos llamaban Hagen, Moritz o Georgie, se volteó agradecido a mirar a su mejor amigo. 

-Esperemos-contestó éste con ánimo festivo, antes de girarse de vuelta hacia sus dos amigos. Cambiando de tema abruptamente, sabía que debía darle un giro a la conversación antes de que el ambiente se tornara más tenso-Oigan, ¿Y esa nenaza de Tom no les ha marcado? Bill me dijo que si no nos llamaba él, le pedía a Tom que lo hiciera- 

Vestuario de Gustav
-Y como Tom le hace mucho caso...-se burló Fabiho, poniendo los ojos en blanco. En silencio, los tres chicos se dieron cuenta de que estaba empapado en razón, pues de un tiempo para acá Tom Kaulitz ya no se comportaba como el corderito obediente que solía ser con su hermano menor. 

-Tiene razón-no pudo evitar consentir Gustav, e inmediatamente empezó a buscar dentro de su mente el teléfono de Andreas, para ver si él sabía algo. Hasta donde era consciente, él y su hermana menor, Phoebe, iban a venir a jugar con ellos pero evidentemente, no había sido posible. 

-No te preocupes, ya le estoy marcando yo-interrumpió Georg a Gustav, al ver que se había quedado con la mirada perdida durante un poco de tiempo. A pesar de los avances que presentaban los holocomunicadores modernos, aún seguían siendo un tanto distractivos. Después del cordial mensaje de "Espere por favor" por parte de la contestadora automática, el rostro de un hombre de alrededor de veinticinco años apareció en la pantalla holográfica en tres dimensiones.


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