22 de enero de 2012

Obsequio


Entrega by Diana Harlu Rivera on Grooveshark



Huntington Library
De pié a la entrada de la Huntington Library, se encontraba una silueta delgada, de piernas largas, brazos de piel blanquecina cubiertos de pequeñas y casi imperceptibles pecas solares, así como nariz perfilada y de curvatura perfecta. El sol del atardecer caía sobre la piel desnuda de las piernas, haciéndolas fulgurar a la distancia; al mismo tiempo, se encargaba de hacer fulgurar el color rojizo de su cabello ensortijado. En cuanto la percibió su mirada, el corazón del hombre que iba acercándose un paso a la vez a la fascinante criatura se alocó repentinamente, latiendo desbocado. Al notar su presencia por el camino de piedra blanca, ella le sonrió en respuesta.

-Hola-se comunicó la delgadísima fémina.

-Por favor…- susurró una voz muy diferente, cargada de temor, cuya interlocutora se encontraba aprisionada contra una pared de concreto sólido -No me lastimes-

-Yo jamás te haría daño- contestó el agresor, una de sus manos estampada contra la misma superficie pintada de blanco contra la cual la espalda de la mujer se encontraba apoyada. Sin quererlo así, había asustado a su pobre víctima.

Con suma delicadeza, más de la que había empleado en toda su vida, fue acercando esa misma mano que tenía contra la pared hacia el rostro de piel clara de la criatura, hasta que finalmente alcanzó su pómulo derecho. Instintivamente, la mujer contuvo la respiración, esperando alguna clase de maltrato o agresión e, internamente, preparándose al mismo tiempo para defenderse.

-Te amo, Alice- le susurró Bill al oído a su novia, rozando ligeramente con sus labios la mejilla de ella al aproximarse a su cuerpo. En respuesta, la humanoide dejó escapar de entre sus labios sonrosados un tenue suspiro musical al sentirlo tan cercano. Era como si ya no fueran dos cuerpos, sino que se hubieran fusionado en uno solo.

Tomados de la mano, en Huntington, Frances Umbrose y Tom Kaulitz recorrían silenciosamente los jardines de la hermosa biblioteca, como si fueran amantes de toda la vida y no personas que apenas se estuvieran conociendo. Emocionado de sobremanera, el guitarrista no podía dar crédito a su suerte.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- inquirió él de manera suave, rompiendo el cálido silencio que los rodeaba.

-Creo que sí- contestó la mujer con una sonrisa, balanceando las manos de ambos al caminar de manera intencional.

-¿Y me la responderías?- insistió el hombre, algo nervioso.

-No puedo prometerte nada- admitió ella- Pero lo intentaré-

-¿Por qué me enviaste aquél mensaje?-

-Cometimos un error- explicó el hombre de cabello canoso y barba rala, con su mano derecha colocada en la ancha espalda del sujeto que tenía a su lado, el cual no dejaba de lamentarse acerca de su situación.

-¿A qué se refiere?- preguntó el interpelado, con voz pastosa, secándose las lágrimas que escurrían por sus mejillas y causaban enrojecimiento en sus encantadores ojos.

-Nosotros, bueno… nosotros no debimos meternos en algo tan grande como esto- intentó darse a entender el doctor Richard Vo. El sabía que fallaría, estaba completamente seguro. Después de todo, ¿Cómo podía algo tan grande y sublime como eso ser controlado por un montón de análisis genéticos?

-¿Qué haces?- preguntó Alice, sintiendo la frialdad de la pared al mismo tiempo que su cuerpo se hacía cada vez más consciente de la presencia del de Bill. El abdomen de piel blanca del vocalista topaba contra el de su novia, de una manera que a ambos les producía cosquillas en todo su ser.

-Algo que debí hacer hace mucho tiempo- respondió el frontman, colocando primero su mano izquierda y después la derecha sobre la cadera de ella; quien titubeante pero segura de lo que hacía levantó las manos para colocarlas en los hombros delgados del hombre al que tanto deseaba.

-¿Cuánto exactamente?- insistió la humanoide. Sabía que si continuaba hablando se mantendría más consciente de lo que estaba pasando.

-Desde el día en que te conocí- suspiró Bill acercando sus labios a los de ella, que se habían quedado entreabiertos aunque había dejado de hablar hace rato.

-¿Qué quiere decir con que es algo que no se puede controlar?- exigió Briant, poniéndose de pié en la sala confinada de los Astrella Laboratories.

-Nosotros fallamos en eso, hijo- remarcó el doctor Vo intentando calmar a su creación- Es algo que creímos que podíamos controlar, pero no. Quizás nuestro error fue hacerlos demasiado humanos-

-Pero ella…- musitó el humanoide, incrédulo. Creía que su padre sería la respuesta a sus plegarias. El remedio para que su esposa y él volvieran a estar juntos, tal y como era su destino desde el principio- Ella debe amarme. Está diseñada para eso…-

-Lo lamento, Briant- expresó el científico, verdaderamente apenado por la situación de su hijo- Pero no puedes obligarla. Es algo que está en su naturaleza-

-¿Sinceramente?-contestó Frances, bajando la mirada con una sonrisa en sus labios carmesíes.

-Sinceramente-sonrió Tom en respuesta, a sabiendas de que estaba a punto de escuchar lo que durante tanto tiempo había ansiado.


-¡Ella debe de!-espetó Briant, molesto poniéndose de pié precipitadamente- ¡Necesito!-

-Hijo, cálmate. Debes ser razonable- le sugirió el doctor Vo, comenzando a inquietarse ligeramente. El comportamiento de Briant se había disparado de la nostalgia a la molestia en menos de dos segundos, y eso en tiempo humanoide podía significar un gran riesgo para la integridad de ambos.

-Tócame- le pidió Alice a Bill a pesar de que ya tenía sus manos encima.

-Ya te estoy tocando- le respondió él sin poder evitar sonreír a pesar de la tensión del momento. Sabía perfectamente que ambos eran completamente inexpertos en esto y sin embargo no le importaba, quería aprender con ella.

-Tócame más fuerte- insistió ella, sin encontrar la palabra que buscaba a causa de su nerviosismo creciente.

-Querrás decir más intensamente- la corrigió su novio, a quien la sonrisa se le borró del rostro en cuanto comprendió de manera automática las intenciones que la mujer frente a él tenía.

-Lo que sea- lo interrumpió Alice cambiando las manos de lugar del cuello de Bill a su abdomen.

-Lo que pasa es que... me gustas, ¿Está bien?-confesó Frances, sonrojándose al decirlo. Dentro de su pecho, el corazón de Tom latía enloquecidamente, luchando por salírsele del pecho-Y... bueno, no le digas a nadie, pero Anny no me deja verte. Dice que eres de lo peor... aunque, bueno... yo no creo eso y decidí arriesgarme para... pedirte una cita-


-¿Estás completamente segura?- le preguntó Bill, sintiéndose poco preparado para el momento. A pesar de esto, decidió seguir adelante. Nada podía salir mal.

-Es lo que quiero- expresó Alice, comenzando a respirar entrecortadamente a pesar de que su novio no había hecho nada más que colocar sus manos sobre su notorio cérvix.

-¿Y te escapaste de tu ogro guardián para venir a verme?-inquirió Tom, casi sin poder hablar.

-Así es-le contestó Frances, levantando el rostro. Para cuando quiso darse cuenta, ya tenía los labios de Tom encima de los suyos.



-No hables- le pidió él, sorprendido porque lo había hecho de manera inconsciente. Sin siquiera preguntárselo a sí mismo- Sólo sigue tus instintos-

Obedeciendo las órdenes de él, la alta criatura pelirroja lo miró a los ojos durante apenas un segundo, suficiente para terminar de enamorarse del guitarrista.

Con cuidado, las manos de Bill avanzaron hacia arriba en el cuerpo de Alice, hasta llegar a su cuello donde desabrocharon uno a uno y con extremada lentitud todos y cada uno de los botones de su blusa color rosa pastel. En respuesta, ella echó hacia atrás su cuello en una señal inminente de placer y sus manos se tensaron encogiéndose un poco sobre el torso de su novio, quien al notarlo desocupó una de sus manos y la dirigió hacia su propio abdomen, donde con la mano de la humanoide batallaba con la entallada playera del cantante para quitársela de encima.

Sin pensar de manera totalmente consciente en lo que estaba haciendo, Frances imitó uno a uno los movimientos que Tom hacía con su boca,  hasta que lentamente el músico comenzó a besarla de manera breve y suave, como no recordaba haberlo hecho con ninguna mujer antes. Umbrose era otra cosa, algo tremendamente diferente. No le despertaba ninguna clase de interés sexual. Al contrario, le inspiraba un gran amor y un sentido enorme de protección que no le hacían desearla, sino amarla con mayor intensidad.

-Tómame-murmuró la pelirroja, la tercera vez que sus labios y los del humano entraron en contacto.

-¿Cómo?-preguntó él confundido, sin entender las palabras de la humanoide.

-Llevemos esto al siguiente nivel- pidió  la criatura, besándolo esta vez en la barbilla. Quería experimentarlo. Quería encerrarse en algún lugar y pasar tras alguna puerta toda la noche en vela como veía que lo hacían las demás.

-Está bien- aceptó él comenzando a prenderse con sus palabras. Ella tenía una manera de decir las cosas que lo excitaba cuando se lo proponía de manera que ninguna había logrado antes, aún usando las palabras más sucias y provocadoras que conociera en cualquier idioma.

Con suavidad, presionó sus mejillas sobrecargado por la emoción sumergiéndose de nuevo en el beso. Ella respondió con un ligero gemido y él no pudo aguantarse más. Con fiereza, la jaló más hacia él haciendo que la punta de su nariz se apretara contra su piel. Ella tampoco pudo resistir el impulso y con hambre lo atrajo más hacia sí, jalando de su cuello.

-Sí…- murmuró Alice en la casa de Bill con la espalda contra la pared de la sala de él. Donde lo único que le quedaba en el cuerpo era el fino collar de perlas blancas que había decidido ponerse ese día. Sus manos se aferraban a la espalda de él sin hacerle daño mientras el músico se apoyaba con una mano en la pared, procurando no caerse a causa del temblor que sacudía sus rodillas.

-Sí…- murmuró Frances dentro del aerodeslizador de Tom, en el estacionamiento del jardín público. No había nadie en el área y detrás de su espalda pegada al cristal se podía observar la imagen del crepúsculo que se mostraba detrás de los árboles y setos colosales del jardín de flores exóticas. La cadera del músico hacía vaivenes suaves pero insistentes que le producían a la humanoide el más exquisito de los placeres.

-No…- murmuró Briant desplomándose de rodillas al suelo de la habitación impecablemente blanca, con la mano del doctor Vo en su hombro intentando consolarlo y la mirada reprobadora de Selick desde la galería de observación.

-¿Hay solución?- le preguntó Selick al doctor Watts, quien también observaba la escena.

-Claro que la hay, querida- le sonrió Watts a ella y a Redgie, quien lucía preocupado por su mejor amigo- Todo depende de que tan estrictos queramos ser-

-Lo que sea necesario- espetó Selick observando con determinación a Briant, quien no dejaba de llorar por culpa de Alice.


2 comentarios:

@ZaybetFrias dijo...

Lo único que pude hacer mientras leía era rumear como vaca… qué ganabas con entrelazar los diálogos. Confunde!!!

Itzel dijo...

Ö!

Unas sí, y el otro no...

¡Ay, me encantó!... Y no en el mal sentido :D

No, no, no. Pero si a Tom ni pío le dicen y ya se apuntó. Y luego con Frances... ¡Con Frances!... Ja-ja, el menso de Watts se va a dar de topes en la pared... espero xD

Y Bill y esa niña Ö ¡Caramba, me cortaban la emoción cada que cambiaban de escenario! xD


Muy bueno, sí, muy bueno


Besos!



S.K