7 de marzo de 2012

Rhoda


Rhoda by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-¡No, es que ese no me gusta! ¡Siento que me hace ver gorda!-chilló la desesperada novia, de pié sobre un delicado taburete, vociferando en una cómica mezcla entre el enfado y la risa. Sentado en una de las sillas de tapicería color perla con las que contaba el salón, su hermano únicamente la observaba, sin proferir ni una sola palabra: ella podía arreglárselas sola.

-¡Ay, Phoebs!-le respondió otra voz femenina, la cual avanzaba hacia ella con una cansada vendedora siguiéndola-¡No seas ridícula! ¡Estás tan delgada que cualquier vestido te sienta bien!-

-Pues ese es la excepción-insistió la menor de los hermanos Hoffman, tirando de la falda de tul del vaporoso vestido que tenía puesto en aquél momento-¡Y para peor! ¡No puedo quitarme esto de encima!-

-Alice, ¿serías tan amable...?-cuestionó el encantador Andreas, delegando una de sus múltiples responsabilidades en la novia de su mejor amigo, Bill Kaulitz. De inmediato, la pelinegra criatura a la que se había dirigio comenzó a moverse diligentemente y en menos de un minuto, la prenda de la que tanto se quejaba la prometida de Gustav Shäfer se encontró colgada de un delicado gancho para ropa.

-Gracias, Alice; eres un amor-le agradeció Phoebe Hoffman, al borde de la histeria-Ya, me rindo. Me voy a casar en pijama-

-Probablemente sería lo mejor-le contestó sarcásticamente su hermano mayor-Así me ahorrarías bastante dinero...-

-Muy gracioso-replicó la novia, cruzándose de brazos, como solía hacer cuando se pensaba totalmente derrotada.

-¿Yo? Siempre-afirmó el rubio hombre, dejando sin aliento a las vendedoras que se habían apiñado en torno a la enfadada Phoebe para observar a su hermano, con el claro pretexto de ayudarla a encontrar un vestido que fuese de su agrado-Ahora, te voy a dar un vestido. Te lo pruebas, guardas silencio mientras lo hagas, y cuando termines, te miras en el espejo, ¿Estás de acuerdo?-

-La parte en la que guardo silencio es la que menos me agrada...-confesó la traviesa mujer de Gustav-Pero creo que puedo soportarlo. ¡Maldita sea, por qué no ha llegado Rhoda!-

-¿Rhoda?-inquirió su hermano, dirigiéndose a uno de los múltiples percheros, repletos de tul y organza de colores perla, hueso y arena-¿Cuál Rhoda?-

-¿Cómo que cuál Rhoda?-repitió Phoebe, colocando las manos en la cintura-¡Pues Rhoda! ¡La prima Rhoda!-

-¡Ay, no!-chilló débilmente Andreas, cubriéndose el rostro con ambas manos-¿Por qué? ¿Por qué, entre todas las primas decidiste llamarla específicamente a ella?-

-¿Qué tiene de malo?-replicó la encantadora rubia-No sabía que te cayera mal-

-No me cae mal...-suspiró el entristecido alemán-Es sólo que... bueno, Rhoda representa otra responsabilidad para mí y sinceramente no estoy de humor como para...-

-¿Andarme niñereando?-intervino una tercera voz en la conversación de los hermanos, que de inmediato causó que las miradas de éstos dos, así como de las tres damas de honor de Phoebe, giraran hacia la posición de la recién llegada-Ni que fuera como tú, Andreas...-

-Rhoda...-la llamó el rubio con resignación, sabiendo que ya nada podía hacer para sacar de ahí a su prima-¿Por qué no alcancé a suponer antes que Phoebs te pediría para el puesto?-

Rhoda Barnes
-Probablemente porque nunca fuiste de lo más brillante-sugirió la burlona vocecilla de la mujer, saliendo de entre la bóveda de labios rojos y carnosos, parecidos de cierto modo a los de la alegre novia, quien, súbitamente, parecía haberse iluminado ante la aparición de aquella enigmática mujer.

-Ay, ya me acordé de otra de las razones por las que no me gusta pasar tiempo contigo...- murmuró Andreas, cruzándose de brazos.

-Sí... se debe a que siempre te digo tus verdades-apuntaló la encantadora dama de cabello castaño, haciendo girar sus ondas hacia su espalda en un movimiento sensual, más elegante al mismo tiempo.

-Verdades... palabra subjetiva para lo que tú sueles hacer...-musitó el mánager, comenzando a sonreír por fin. Odiaba admitirlo: le encantaba pasar tiempo con Rhoda. Cuando niños, era como si fuese otra más de sus hermanas-Sinceramente, llegué a dudar de tu presencia; dado que eres la niña rica más ocupada de Nueva York-

-Uno nunca debe de estar demasiado ocupada como para ser la dama de honor en la boda de su prima favorita-sonrió Rhoda de manera dulce, aproximándose a Phoebe, quien no le había quitado la mirada de encima desde que entró en la habitación. Un paso a la vez sobre sus entaconados pies, se fue acercando hasta que se encontró a suficiente distancia como para tomar la mano de la pequeña rubia que aún permanecía sobre el taburete forrado de tela y darle un delicado beso en su dorso-¿Cómo estás, pequeña?-

-Aliviada al verte aquí, Roddy-replicó Phoebe con una enorme sonrisa, propia de quien se siente pleno de dicha-Yo también llegué a pensar que tirarías la toalla en esto...-

-¿Yo?-inquirió la hermosa pariente de piel blanca y ojos castaños de los Hoffman-Querida... ustedes dos comienzan a decepcionarme-

-Bueno, es que uno ya nunca sabe...-insistió Andreas, aproximándose a las dos mujeres.

-¿Y qué, ya encontraron el vestido o vamos a seguir aquí todo el día?-quiso saber Rhoda, observando con alegría a sus dos primos. De inmediato, ambos parecieron espabilarse, recordando la árdua tarea que ya llevaban varias horas realizando sin obtener éxito alguno.

-Pregúntale a la del velo...-replicó el atractivo alemán, apuntando discretamente con su dedo índice hacia su hermana menor, quien, a su vez, sonrió débilmente.

-¿Por qué no estoy sorprendida?-preguntó retóricamente la alegre prima de los Hoffman, girándose hacia uno de los percheros en los que Andreas había estado buscando anteriormente, hasta tomar uno de entre el montón, sujetándolo contra su cuerpo como si se lo estuviese midiendo ella-Pruébate este-

Y así, sin reproches, por primera vez en todo el día Phoebe Hoffman se probó un vestido sin hacer un solo comentario negativo acerca de él, quejarse acerca del tul de la falda o musitar que no era lo que ella estaba buscando; simplemente se lo midió. Para sorpresa de sus tres madrinas, las cuales la miraban por detrás, se quedó mirando a sí misma largamente una vez que tuvo puesta la prenda.

-Es hermoso-decretó la novia, sin añadir más, mientras sonreía enormemente-Este es-

De inmediato, al escuchar el veredicto de la más pequeña de los Hoffman, todas sus amigas soltaron vitores, contentas al mirar que, por fin, la científico había escogido un vestido. En silencio, Rhoda le dirigió una mirada orgullosa a Andreas.

-Por esto me necesitaban aquí-se justificó a sí misma, con una enorme sonrisa en sus labios pintados de carmín.


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