21 de octubre de 2011

Enfermiza relación











-Creí que seguías saliendo con él...-

-Yo creí que tú hablabas menos-le contestó ella groseramente al hombre que la acompañaba, ambos sentados en uno de los íntimos privados del Madisson Lounge. Fingiéndose ofendida ante el comentario, la delgada mujer de piernas largas y pies pequeños se levantó sin decir una sola palabra más del asiento en el que se encontraba acomodada, ante lo cual el sujeto que venía con ella la tomó de la mano, impidiéndose que se alejara de él.

-Anny...-

-Sabes la poca tolerancia que tengo para ese tipo de comentarios-espetó ella, como si se le hubiese injurtiado gravemente-¿Cuándo van a entender todos que...?-

-Lo hiciste por el chico...-

-Por caridad-lo corrigió, retomando su lugar a su lado-No me vas a decir que no te inspira un poco de... lástima-

-Más que eso-sonrió el caballero que se encontraba con Annya Nikova, ambos sentados de una manera muy comprometedora el uno junto al otro. O, más bien dicho, el uno sobre el otro-Me da pena-

-Lo supuse-rió ella con deleite, complacida ante el hecho de que alguien, además de ella, dejara en claro la clase de basura que era Tom Kaulitz. A pesar de que ya había pasado cierto tiempo desde el incidente, la rencorosa modelo seguía aún bastante enfadada-Ahora... ¿En qué estábamos?-

Vestuario de Annya
Lentamente, una delgada mano de piel trigueña se fue deslizando por el cuello del hombre, un tal Xavier al que la modelo más sobresaliente de Rumania conocía de hacía poco tiempo. De manera sensual, los deditos de uñas sin pintar y cutículas rosadas caminaban, se deslizaban sobre la tez acaramelada de Xavier, el cual disfrutaba cada una de las caricias que la mujer de veinticuatro años le prodigaba. 

A pesar de estar enfocada en los ojos penetrantes del puertorriqueño con el que se encontraba, inconscientemente Annya no podía dejar de pensar en una sola persona: Tom. Herida hasta límites casi imposibles, el mayor de los hermanos Kaulitz la había herido en lo que ella valoraba más de toda su persona: su inquebrantable orgullo. Incrédula ante la idea de haber sido dejada como una prostituta corriente, en un principío pensó que se trataba de un juego, una broma de parte de Tom, quien, para su gusto, tenía un pésimo sentido del humor; mas, cuando vio que éste no regresó al cabo de cinco minutos, lo que en un principio se había manifestado como sorpresa e incredulidad se transformó en indignación e ira.

Ahora, en su cabeza había un mensaje, una notificación de una holollamada en la cual el rostro del guitarrista de Tokio Hotel aparecía en tres dimensiones, casi como si se encontrase ahí con ella. Angustiadas, las facciones de aquella cara no mostraban otra cosa que desasosiego, mas la mujer de vestido negro y tacones escarlatas únicamente se dedicó a deleitarse con aquella imagen en vez de contestar. Quería verlo sufrir, llorar, sentirse impotente y saberse la clase de basura que era y que ella, era una persona tremendamente compasiva por salir como un bicho como él. Después de todo, así había sido desde un principio.

De pié en medio de una cena de gala para una de las muchas casas de moda para las cuales ella trabajaba, lo divisó a la distancia. Ataviado con un elegante traje negro Dior, de pié junto a su hermano gemelo, luciendo evidentemente aburrido. Le contestaba a las personas por mera educación, entablaba conversación con ellos sabiendo que no le quedaba de otra, mas, cuando la encontró, parada del otro laod del salón con una copa de champagne en la mano, su expresión cambió del aburrimiento al más vivo interés.

Discretamente, se excusó ante las personas con las que se encontraba, murmuró algo al oído de su hermano y salió caminando directamente hacia ella, sin disimularlo siquiera. Sorprendida ante semejante actitud, la mujer sonrió de manera petulante, antes de tomar un sorbo de su copa de cristal diáfano.

-Buenas noches-la saludó él, comenzando la conversación.

Apenas un mes después, ya eran "novios" pues, si bien no tenían una relación formal, tanto la prensa como todos los medios de comunicación y sus allegados sabían de lo suyo. Aún así, Nikova se seguía dando el lujo de salir con los hombres con los que le daba la gana, durmiendo en una cama que no era la suya de cuando en cuando. Inocente como un cordero torpe, Tom lo ignoraba y, fascinado, pasaba con ella todo el tiempo que la mujer le permitía, pues se la pasaba alegando que "vivía muy ocupada".

-¿Quién necesita un hermano?-murmuró Annya entre dientes, pensando en voz alta, mientras rechazaba mentalmente la llamada de un arrepentido Tom, al mismo tiempo que bloqueaba todo pensamiento que estuviera relacionado con él.


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