26 de octubre de 2011

Resplandor


 
 
 

A pesar de los problemas que tenía cuidando de su hermano, el cual se escapaba de su cuidado cada vez que podía para ir a buscar a Annya, las tres semanas que siguieron a aquél trágico día en el cual Bill Kaulitz encontró a su gemelo gimiendo debajo de un puente abandonado fue absolutamente maravillosa. Desde el primer día que había comenzado a trabajar con Alice, apenas veinticuatro horas después de que se enteraran que ella iba a ser la trabajadora del hombre del cabello corto y las uñas siempre pintadas de negro, todo había sido maravilloso: ella era muy cooperadora, tenía facilidad de palabra para expresar claramente lo que a los demás les costaba trabajo decir, cargada de excelentes ideas y una creatividad innata que era la salvación del equipo completo, trabajar con la señorita Proyect era toda una delicia. Fascinado con su trabajo al lado de ella, Bill apenas y podía esperar cada mañana para salir de casa, enfundado siempre en ropa que, aunque luciera casual, siempre lo hiciera lucir bien.

Ahora, cada mañana, después de levantarse y darse una ducha rápida, pasaba a arreglarse cuidadosamente frente a los múltiples espejos que anteriormente tenía en su habitación y que apenas de manera reciente había regresado a la misma, pues antes los tenía guardados en cajas en su estudio. Se daba una buena maquillada, se arreglaba cualquier detalle que no terminara de gustarle y procedía a despertar a Tom quien, como un niño pequeño, sollozaba en cuanto escuchaba la voz de su hermano Bill que lo llamaba, rogándole que se levantara ya. De ahí, mientras Tom se arreglaba para salir, el menor de los Kaulitz se las ingeniaba para hacer el desayuno pues, aunque no era muy bueno cocinando, siempre se las ingeniaba para hacer que Thomas y él salieran por el ascensor con el estómago, si no retacado de comida, suficientemente lleno de alimento como para rendir hasta la hora del almuerzo, la cual disfrutaba enormemente Bill acompañado por el resto de la banda,  ocasionalmente sus amigos y las encantadoras Martha y Alice. Con pretexto de que no tenía hambre, Tom se escabullía de ellos para mandarle mensajes a Annya; aún así, el hijo menor de Simone Kaulitz siempre se las ingeniaba para que su hermano comiera aunque fuera un pequeño refrigerio antes de marcharse a encerrarse en las cabinas de grabación del estudio.

Fascinado con su nueva situación, Bill se la pasaba sonriendo todo el tiempo, saludando a cuanto empleado se le cruzaba por delante, pasando más tiempo en compañía de sus amigos y de su hermano. A sabiendas de que su estado de ánimo, así como su vida, ya no eran las mismas un día se decidió a salir de compras con Phoebe y Natalie, cosa que no hacía desde largo tiempo atrás, y resurtió su gastado guardarropa con prendas nuevas, llamativas y de telas que hacían resaltar de manera bastante favorable los rasgos corporales del vocalista. Por otra parte, pasaba más tiempo con sus amigos, con los cuales salía a bares, a jugar tennis con los G's y Andreas de cuando en cuando y a ver el basketball con Fabiho y Georg cada domingo. 

Jamás dejaba de rondar la oficina de Alice y, siempre que tenía la oportunidad, de camino a la oficina o durante la tarde le compraba un pequeño presente de cualquier lugar al que fuera. Mascadas, collares, aretes, sencillos suéteres y blusas, le conseguía cualquier cosa que pensaba podía gustarle. Igualmente, poniendo de pretexto que en su cumpleaños pasado le habían obsequiado un vale por un cierto número de bouquettes florales, se la pasaba enviándole a Alice toda clase de arreglos florales a su oficina, los cuales la chica adoraba. Así, cada noche Alice Project salía de la oficina con una vasija, jarrón o envoltorio de celofán diferente entre brazos en dirección a su aerodeslizador.

-¿Me puedes decir qué estás esperando?-le preguntó Andreas a Bill, un día que se encontraban solos en una de las pequeñas oficinas del estudio de grabación.

-¿Esperando?-repitió el pelinegro sin entender a lo que se refería el hombre de tez trigueña sentado frente a él-Me temo que no comprendo-

-¿Cuándo la vas a invitar a salir?-puntualizó Andreas, inclinándose en su silla hacia adelante. Al contrario de su acompañante, Bill se echó para atrás en su asiento, una mullida silla de tapicería negra, temeroso ante la idea de pedirle una salida a la hermosa e intimidante Alice.

-¿Salir?-musitó Bill, temeroso, tragando saliva de manera audible-Creo... creo que eso es un poco precipitado, viejo...-

-Nada de "precipitado"-se interpuso el mejor amigo de los gemelos, presionando al vocalista de la banda-¿Cuándo?-

-Andreas...-

-Bill-le contestó éste con toda seguridad, irguiéndose en su silla, mientras le dedicaba al hermano menor de Tom una larga mirada de reproche.

-¡No me hagas esto!-le pidió el hombre del otro lado del escritorio de madera obscura al que llevaba años siendo su mejor amigo-¡Sabes que no puedo!-

-¡Claro que puedes!-refutó el hombre del saco color caqui-De hecho, podrías aprovechar e ir ahorita... escuché que está sola en su oficina-

-Yo... no creo que sea una buena idea...-

-¡Ve!-le contestó el hermano de Phoebe al desgreñado cantante, haciéndolo levantarse de su silla inmediatamente, para dirigirse hacia la puerta que interconectaba la acogedora estancia con el largo pasillo que las iba relacionando a todas como las ramas de un árbol. Divertido ante semejante espectáculo, el hombre de cabello rubio y hombros anchos no pudo evitar sonreír.

-¡Y luego me cuentas qué te dijo!-alcanzó a gritarle al vocalista de Tokio Hotel, antes de que éste abandonase la habitación.


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